De Cuba y otras hierbas

miércoles, 14 de enero de 2009

La Academia Carolina de Charcas; crisol de sociabilidades democráticas

Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Humanidades



Seminario
“Revolución e insurgencia en los Andes Meridionales. El caso de Salta en el proceso de independencia”

Docente: Dra. Sara E. Mata























“La Academia Carolina de Charcas: crisol de sociabilidades democráticas”

Alumno: Lic. Miguel Leyva Ramos
mleyva@mdp.edu.ar


2005
Prolegómeno
Ingresar a cualquiera de los espacios instaurados por la fractura del pacto colonial nos constriñe a profundizar sobre el modo en que se produce la transición de las viejas estructuras coloniales y su conexión con las nuevas jerarquías políticas derivadas de la mutación revolucionaria de 1810. Circunstancia que presupone no sólo la investigación de diferentes instancias relacionadas con la esfera política estatal, donde se establecen prácticas vinculadas al ejercicio de la soberanía, sino también de sus principales actores políticos. Numerosa historiografía, al abordar el proceso, ha ponderado el predominante rol de las elites y grupos dirigentes urbanos en el diseño y la construcción de los respectivos estados naciones[1] resultantes de la mencionada transición. En el caso particular argentino, los intelectuales ilustrados del interior estuvieron vinculados política e ideológicamente con la dirigencia revolucionaria porteña, produciéndose no sólo intensas interacciones entre las diferentes zonas geográficas del antiguo virreinato del Río de la Plata sino también entre los respectivos sujetos sociales que participaron del movimiento independentista. Semejantes concomitancias no deben atribuirse solamente al movimiento de emancipación sino también a la coetánea formación educativa de muchos de los principales actores sociales que, favorecidos por la vacatio - regis, oportunamente aprovecharon la situación para modificar los viejos lazos asociativos establecidos entre súbditos y gobernantes. Al respecto, Einsenstadt[2] señala la importancia de las evoluciones que se produjeron, en las postrimerías del siglo XVIII, en los aspectos ideológicos o religiosos orientados a la producción y trasmisión de ideas y conocimiento que transmutaron las creencias originales dando lugar al surgimiento de distintas pautas de interpretación frente a nuevas ideas y conceptos críticos que pretendían transformar el complejo orden institucional establecido por el gobierno colonial. Para cualquier historiador atento al desarrollo de tales transfiguraciones, dentro del espacio virreinal rioplatense, la institución universitaria de Charcas constituye una visita obligada. Es allí donde se manifestaron algunos espacios de sociabilidad y la realización de practicas socio-profesionales que posteriormente coadyuvarían a la construcción e implementación de cualidades discursivas referidas a la circunstancia en que se producían nuevas redes asociativas entre los miembros de la comunidad y entre éstos y los gobernantes, revelando, además, la forma e incidencia de su participación política.
Biografías consultadas por algunos autores, de líderes revolucionarios, reiteran y evidencian la importancia de la prestigiosa institución altoperuana en la naturaleza y formación de una jerarquizada intelectualidad cuya acción en las luchas independentistas se reveló esencial. Cuantiosos expedientes examinados, correspondientes a las cursadas de 1776 a 1809, y los diferentes datos contenidos en los mismos[3] permiten advertir, a partir de datos sociológicos implícitos, ciertas variables formales de un modelo educativo que por su coyuntural eficiencia se convirtió en una escuela de líderes y burócratas revolucionarios que a la postre contribuyeron a diseñar y construir los cimientos de los nacientes estados nacionales de la región. Sirvan pues tales presupuestos como marco de nuestro objeto a investigar.
La institución de la Academia Carolina
Águeda Rodríguez Cruz asevera que en el siglo XVI se producen “los primeros albores de universidad en Charcas”[4] debido a las gestiones del obispo fray Tomás de San Martín –fundador además de la Universidad de Lima- quien solicita a la Corona, una casa de estudio con similares privilegios a la Universidad de Salamanca, modelo universitario hispánico.[5] Su muerte no sólo deja sin efecto la fundación del centro universitario sino que la posterga por más de setenta años.
Corresponde a los jesuitas el mérito de haber fundado y dirigido las dos universidades que funcionaron en la jurisdicción del Río de la Plata: la de Córdoba[6] y la de Charcas o Chuquisaca. El propósito de estos organismos de enseñanza superior, en principio, fue la formación de un clero muy capacitado en estudios teológicos y humanísticos de acuerdo con el método y plan del denominado Ratio Studiorum.
Básicamente el proceso de construcción de la educación superior en la colonia, toma el mismo rumbo que la educación primaria y secundaria, manteniendo su característica excluyente, elitista y como mecanismo de reproducción social. Pero no es hasta 1767, fecha en que se produce la expulsión de los jesuitas del continente americano, que se inicia la etapa más influyente de la Universidad de Charcas. En 1771 y a través de la Reforma propiciada por los interventores monárquicos, se establecieron las bases de la institución, siempre dentro de la tradición escolástica decadente, sustentando el pensamiento intelectual de los educandos, habitualmente desde los dogmas católicos y las doctrinas aristotélicas.
La Universidad de San Francisco Javier, también llamada de Charcas o Chuquisaca fue fundada el 27 de marzo de 1624 por el padre Jaime Frías, provincial de la Compañía de Jesús, sobre la base del colegio de San Juan Bautista, creado dos años antes. En sus aulas imperó la filosofía escolástica de acuerdo con la doctrina de Santo Tomás de Aquino, y su biblioteca fue considerada una de las más importantes de Hispanoamérica. A partir de 1681, y en esto se diferenció de su similar en Córdoba, la Universidad de Charcas inició estudios de derecho civil, a cuya cátedra fue anexada en 1780 la Real Academia Carolina, destinada a la práctica forense.
La Real Academia Carolina establecida en 1776[7] en La Plata, capital de la Audiencia de Charcas,[8] tuvo como principal función académica la práctica forense y la formación de abogados. Prestigio y novedad educacional definió la institución desde su fundación[9] beneficiando su rápida aprobación como academia de estudios jurídicos y convirtiéndola en la de mayor importancia en el virreinato rioplatense. Esta escuela, que se adhería parcialmente a la ideología de la Ilustración, atrajo a numerosos estudiantes que iniciaron allí sus estudios, atraídos no sólo por su excelencia académica sino por el valioso capital simbólico, en términos bourdianos, que otorgaba su título. Esta notable formación favoreció el acceso de sus graduados a importantes cargos en el terreno judicial, administrativo y político, fundamentalmente con posterioridad a 1810, lo que hace mucho más atractiva su investigación.[10]
Considerando la gran extensión y complejidad de los diseños curriculares de la escuela en cuestión y por razones espacio-temporales de este trabajo nos circunscribiremos a explorar su fecunda influencia para, desde allí, procurar un simple abordaje a la génesis del imaginario político e intelectual de la vanguardia revolucionaria decimonónica rioplatense.
Desde semejante perspectiva sociohistórica y los propósitos redentores, la Academia Carolina sirvió como crisol de sociabilidades democráticas[11] liberadas en parte de los valores jerárquicos y corporativos de la sociedad de órdenes, situación esta que favorece el nacimiento de un espacio de discusión donde un público elitista deliberaba sobre las cuestiones del mundo y es dentro de este contexto que los abogados fundan las premisas culturales de una modernidad naciente inaugurando el conflicto, por el espacio político e intelectual, entre éstos y los valores y concepciones del Antiguo Régimen.
La instrucción de los egresados de la Academia se desarrolla dentro de una tradición educativa de alta calidad y un novedoso sistema de enseñanza que permite la constitución de una elite jurídico-administrativa activa así como su ulterior inserción laboral, favoreciendo la movilidad social de los mismos. No es casual, entonces, el éxito de la institución a tal punto que muchos estudiantes porteños no dudaban elegirla a pesar de lo agotador del viaje de dos meses y las 565 leguas que separaban a Buenos Aires de La Paz. Según Manuel Moreno[12], muchos de estos estudiantes parecen ricos pero otros como el testimoniante, y su ilustre hermano Mariano, pertenecen a la clase media y la profesión era para ellos una vía de ascenso social. Situación que generaba la dispersión del gremio a lo largo y ancho del extenso territorio que comprende sus intervenciones, estableciéndose una red, que va más allá de los límites de la academia, pero que se produce a merced de un recorrido y una formación intelectual idénticos.
La formación intelectual en Charcas: selectividad, excelencia curricular y habitus
Para una mejor comprensión de la formación intelectual que definió a los titulados de la Academia Carolina, se hace necesario aludir al origen de un pensamiento común, integrador de conceptos políticos o filosóficos formales y conscientes, como habitus recibido en el ámbito de la práctica legal, estipulando una comprensión particular del mundo.
Los futuros abogados, alumnos de la Academia Carolina, tienen una larga experiencia pedagógica, previa a su postulación, resultado de la obligatoriedad del bachillerato de derecho como condición sine qua non para su ingreso. Motivo por el cual los candidatos poseen un buen nivel en materia de teología, poseyendo incluso algunos de ellos un doctorado en teología, derecho canónico o civil, circunstancias que certifican la preponderancia de la concepción teológico-escolástica del mundo entre los integrantes del foro. De todo lo anterior, podemos colegir que el carácter selectivo de los ingresantes radica más sobre el mérito personal de éstos que sobre las solidaridades tradicionales. Forma de reclutamiento que, además, evidencia signos de modernidad.
Se hace axiomática la heterogeneidad del cuerpo de abogados graduados en la institución. Atendiendo a la clasificación realizada por Thibaud,[13] podemos esbozar la configuración intelectual de los mismos.
1. El grupo escolático constituido mayoritariamente por doctores en teología, imponen categorías escolásticas en cuanto a la forma y el contenido de sus producciones intelectuales, invocando de manera frecuente el argumento de autoridad. No obstante estas ideas permiten pensar un poder de esencia popular y asignan una guía rígida de lecturas de las ideas foráneas, sean éstas absolutistas o ilustradas.
2. El grupo de la técnica jurídica se constituye desde el bachillerato de derecho hasta los exámenes de salida de la Academia Carolina, combinando un saber jurídico de orden técnico-práctico que modifica y renueva este saber, otorgándole nuevos significados. El mismo está ordenado alrededor de un interés por los conocimientos organizados de manera extremadamente racional y de los que la aplicación es inmediata, coadyuvando a los procedimientos legales, por su saber práctico, ordenado y trasmisible, y a la formación de futuros tecnócratas.[14]
3. El grupo Ilustrado de la academia esta conformado por hombres de leyes egresados de Charcas, ilustrados con un fuerte antecedente cultural clásico que se reivindican como hombres de una vasta cultura general[15] Pero el género que prevalece entre los abogados sigue siendo, forzosamente, el de la literatura jurídico-técnica, seguida de la religiosa y, por último, la literatura filosófica.[16]
Del cotejo de las actividades socioculturales de todos y cada uno de estos sectores de la intelectualidad rioplatense, se revela como signo liberal de la academia, la circulación libre de algunas de las obras "prohibidas”, incluidas las de algunos profesores cuyos textos habían sido censurados y considerados sediciosos por la Corona. En este ámbito universitario también era común la concepción monárquica no absolutista, uno de los elementos primordiales que permitió el surgimiento y propagación de los ideales independentistas. Pero como ya hemos anticipado, el habitus intelectual de los académicos y abogados de Charcas quedó estructurado por el pensamiento escolástico. Este elemento de la contrarreforma católica es el horizonte que fija la inteligibilidad de los nuevos enunciados, la regla a partir de la cual todo se piensa y se enuncia.
Además de toda esta discusión filosófica, política e ideológica en que participan estos grupos, el estrato jurídico práctico les otorga la excelencia en su formación tecnocrática como abogados destinados en buena medida a ser engranajes del aparato estatal del Virreinato y con posterioridad como funcionarios de la primera etapa revolucionaria.[17]
Imaginamos además de gran utilidad investigar esos espacios de sociabilidad donde se desarrollaban los discursos[18] de los abogados, cuya naturaleza conceptual fronteriza podría revelarnos ciertos emergentes retóricos que redimidos de la doxa y la rutina de las interpretaciones políticas habituales, suponemos consiguieron provocar una paulatina resemantización de las legitimidades. En el caso que nos ocupa, estas sociabilidades se originaban a través de la instauración de redes profundas (promovidas por genealogías distinguidas o espacios sociales y/o geográficos compartidos); en el Cuerpo de los abogados (fundamentalmente atendiendo a la heterogeneidad social del medio jurídico) y en la aparición de un espacio conceptual público habitualmente convocante. Estos discursos referían no sólo a lo que puede ser dicho y pensado, sino también a quienes pueden hablar; cuando y con qué autoridad. Semejantes alocuciones incorporaron significados y relaciones sociales, estableciendo tanto subjetividad como relaciones de poder,[19] lo que explica que, según Siebzehner, fueran intelectuales criollos, en su mayoría, quienes elaboraron los textos de los cuales debían emanar la autoridad constitucional de las nuevas naciones.[20]
Cuando examinamos el proceso legitimador del nuevo proyecto político, uno de los aspectos a tener muy en cuenta es la relación que se establece entre las prácticas tradicionales y las nuevas orientaciones que procuran legitimarlo. Dentro de éste contexto sería importante poder establecer cuánto y en que medida pudieron contribuir las instituciones de altos estudios a la instauración de premisas relacionadas al lenguaje, a las imágenes a través de las cuales los sujetos sociales de la revolución internalizaron los diferentes sistemas de conocimiento con que interpretaron la realidad circundante y los proyectaron, a su vez, al ideario de las nuevas naciones.
Frente a un proceso tan plural, y debido a la extensa territorialidad que abarcan las redes fundadas por la universidad chuquisaqueña, corresponde puntualizar cómo en el Río de la Plata el proceso de selección de las corrientes ilustradas tendió hacia la asimilación de las ideas políticas como medio de legitimación de los cambios estructurales. Concepto que puede verificarse en el pensamiento político de Mariano Moreno,[21]a través del cual, el ilustre porteño, conformó los términos, elaboró los símbolos y la retórica social y política que devino no sólo en elementos integrales del discurso que apuntaló a promover la autonomía del virreinato sino que ayudaron a definir los contornos identitarios de la argentinidad.
Algunas consideraciones a modo de conclusión
Para poseer una idea más acabada de la influencia y dimensión que profesa la Real Academia Carolina de Charcas dentro del proceso revolucionario en los preludios decimonónicos, se hace necesario percibir, en su integridad, el panorama sociopolítico al que se incorporan sus graduados. Reconocer cómo en el seno de su sociedad se originan intensos matices y las premisas culturales relativas a la modernidad, transformaciones éstas, que precisan intervenciones para las cuales muchos de sus egresados estaban capacitados para intervenir. Pero la transición de la colonia a la república también se produce -junto al ocaso de la aristocracia colonial y el ascenso de clases sociales subalternas- de manera traumática provocando la inviabilidad de consenso, signando de violencia a semejante transición hacia formas modernas de ejercer el poder, tendiente a establecer mecanismos de identidad colectiva.[22]
No es casual entonces el hecho de que la dirigencia independentista rioplatense legitimara la ruptura del sistema colonial y elaborara nuevas formas de gobierno, empleando argumentos basados tanto en los conceptos que había trasmitido la monarquía española como en los conceptos constitucionales elaborados por la Ilustración europea. Al abrazar ambos, el discurso independentista permite la interpretación de la compleja realidad circundante de modo tal que no necesariamente se convierte en una simple continuidad de la modalidad europea, ocupando un lugar propio en la transformación cultural modernizadora que constituye un contorno de la modernidad en el hemisferio occidental, sin conformar “una extensión trasatlántica de Europa”[23]
Las universidades coloniales fueron erigidas para validar las estructuras de autoridad de la Corona española, contribuyendo a través de sus egresados al establecimiento de las relaciones sociales trascendentales para el mantenimiento del orden colonial. Sus componentes curriculares, enunciados a través de sistemas simbólicos, cognoscitivos y normativos, fundaron no sólo la sociedad académica sino que instauraron los métodos legítimos de implementación de decisiones, las normas de comportamiento individual y colectivo y los medios de control sobre la relación mutua entre quienes tienen el derecho a ordenar y aquellos que tienen la obligación de obedecer.
Las reformas educacionales implementadas por los Borbones, de fuerte impronta ilustracionista, pretendían una modernización en los procesos educativos, basados en los nuevos saberes. Para su implementación se tuvieron en cuenta aquellos aspectos prácticos y utilitarios que sustentarían su propia plataforma de legitimidad. A tales efectos, sirvió de soporte teórico la idea tomista de que el conocimiento del mundo espiritual es superior al conocimiento del mundo material, lo que no obstante presuponía, además, la apertura hacia un conocimiento ilustrado cientificista y liberal. De cualquier manera, el proceso de incorporación de las corrientes europeas en el mundo americano no fue uniforme, sino que fue influenciado por individuos e instituciones que daban énfasis diferencial a los nuevos contenidos intelectuales, atendiendo a sus prioridades y a la influencia ejercida por la Iglesia y las autoridades seglares que conformaban sus respectivas instituciones universitarias. Tal estado de la cuestión hace mucho más plural y atractiva la indagación sobre la incorporación y asimilación de las ideas de la Ilustración europea en cada uno de los centros de altos estudios en América, aspectos que exceden los límites e intenciones de este trabajo.
Lo cierto es que estos discursos políticos elaborados desde la perspectiva de prácticos saberes y textos, que hacían referencia a la participación política individual a través de la garantía de derechos y la igualdad de tratamientos de los intereses por parte del estado así como la libre elección del individuo, implicaban la necesidad de crear mecanismos capaces de coordinar y regular las acciones individuales, pero incluían, además, conceptos que regulaban a las nuevas instituciones nacidas de los estallidos independentistas y a los individuos que les conformaban. En el diseño y construcción de los mismos estuvieron presentes, sin lugar a dudas, las enseñanzas aportadas por la Real Academia Carolina de Charcas.







Bibliografía:
Anderson, Benedict. (1993) [1983] Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Buchbinder, Pablo (1998) “Caudillos y caudillismo: una perspectiva historiográfica”, en Caudillismos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, Goldman, N y Salvatore, R. (Compiladores) Buenos Aires: EUDEBA.
Chatier, Roger (1990) Les origines culturalles de la revolution française. París : Le Seuil.
Cutolo, V. O. (1963) Argentinos graduados en Chuquisaca. Buenos Aires.
Eisenstadt, S.N. (19773) Tradition, charge and modernity. Nueva York: John Wiley and Sons.
Flores Galindo, Alberto (1984) “Colonialismo y violencia” y “Una sociedad sin alternativa” en Aristocracia y plebe, Lima, 1760-1830. Lima: Mosca Azul Ed.
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(1972) The Archeology of Knowledge. Londres: A. M. Sheridan Smith.
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Siebzenher, Batia (1994) La universidad americana y la Ilustración. Madrid: Ed. MAPFRE.
Thibaud, Clément “La Academia Carolina de Charcas”, en (1997) El siglo XXI, Bolivia y América Latina. La Paz – Muela del Diablo, IFEA.
Velasco Flor, Manuel (1877) Matrícula estadística. Sucre, en Thibaud, Clément. Op. Cit.


[1] Anderson atribuye la precoz constitución de “comunidades imaginarias” criollas a una “empresa histórica” en la que juegan un papel fundamental los funcionarios e impresores naturales de la región. Cf. Anderson, Benedict. (1993) [1983] Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica. pp., 71-101.
[2] Cf. Eisenstadt, S.N. (19773) Tradition, charge and modernity. Nueva York: John Wiley and Sons.
[3] Referimos a los documentos reunidos por el profesor Gunnar Mendoza en una serie de los archivos nacionales bolivarianos de Sucre (Archivo Nacional de Bolivia); libros de inscripciones de la Academia, en A. N. B. Biblioteca Rück Nº 131; una matrícula estadística publicada en Sucre en 1877 por Manuel Velasco Flor y el trabajo de V. O. Cutolo (1963) Argentinos graduados en Chuquisaca. Buenos Aires, que proporciona numerosas y precisas informaciones biográficas sobre todos los abogados formados en Charcas.
[4] Cf. Rodríguez Cruz, Águeda María (1992) La universidad en la América Hispana. Madrid: MAPFRE. p. 169.
[5] La Corona concede facultad al obispo para establecer una universidad con los privilegios salamantinos a través de la real cedula del 11 de julio de 1552. Cf. Cruz, Águeda María (1992) La universidad en la América Hispana. Op. Cit. p. 169.
[6] En 1613, el obispo Hernando de Trejo y Sanabria consultó a los superiores jesuitas y obtuvo la autorización necesaria para que en el Colegio Máximo se enseñaran latín, artes y teología, y para que pudiera otorgar grados de bachiller, licenciado, maestro y doctor. El Breve del Papa Gregorio XV del 8 de agosto de 1621 otorgó al Colegio Máximo la jerarquía de una universidad y lo confirmó el monarca Felipe IV por Real Cédula del 2 de febrero de 1622. A mediados de abril de ese año, el documento llegó a Córdoba y entonces el provincial de la Compañía, Pedro de Oñate, de acuerdo con los catedráticos, declaró inaugurada la universidad. El mismo Oñate redactó las primeras constituciones o reglamento del flamante organismo privado, cuyos títulos tenían validez oficial.
[7] La expulsión de los jesuitas en 1767 provoca la aparición de la institución carolina, que intenta ocupar el lugar dejado por la antigua y prestigiosa Universidad San Francisco Xavier. Con la mencionada expulsión, excelentes profesores se ven obligados a partir mientras los estudiantes se retiran de una universidad desheredada y en ruina.
[8] Jurisdicción que tenía a cargo el Alto Perú, inmensa región que se extendía desde el Pacífico hasta el Paraguay, desde los confines del imperio brasileño hasta la provincia rioplatense de salta del Tucumán.
[9] Se procura intensificar, racionalizándolo, el ritmo de los estudios y de controlar el aprendizaje, por medio de la asistencia obligatoria a los cursos, dictados tres veces por semana. La enseñanza es de naturaleza práctica, lo que constituye otro rasgo moderno, mientras que los estudios teóricos que intentan paliar las deficiencias universitarias, siguen siendo como de costumbre: Sumas del siglo XVI, manuales del siglo XVII y el eterno Código Justiniano. Exigencias que se completan con una serie de regulaciones que se pueden constatar mediante la consulta a diferentes documentos contenidos en los expedientes de ingreso a la escuela y luego al foro, tales como: fe de bautismo, certificado de bachillerato de derecho, certificado de buenas costumbres, naturaleza de los exámenes rendidos, juramentos de integración al foro, entre otros. También el egreso de al menos 362 abogados entre 1776-1809. Cf. fuentes en nota al pie 2.
[10] Tenemos en cuenta para realizar tal aseveración la posición y actividad social desplegada por diferentes figuras durante y con posterioridad a la gesta revolucionaria: Bernardo Monteagudo, Mariano Moreno, Juan José Paso, Juan José Antonio Castelli (aunque no culminó sus estudios), Tomás Manuel de Anchorena, Mariano Boedo, Pedro Buenaventura Carrasco, Antonio Cadile, José Darregueira, Agustín Gascón, Ignacio Gorriti, Pedro Medrano, Pedro Rivera, Antonio Sáenz, Teodoro Sánchez de Bustamante, José Mariano serrano, Pedro de Iriarte, José Severo Malavia y Jaime Zudañez
[11] Cf. Chatier, Roger (1990) Les origines culturalles de la revolution française. París : Le Seuil. pp. 26-28.
[12] Moreno, Manuel (probable autor de este libro anónimo) (1812) Vida y memorias del Dr. don Mariano Moreno. Londres. p. 32.
[13] Thibaud, Clément “La Academia Carolina de Charcas: una ‘escuela de dirigentes’ para la independencia”, en (1997) El siglo XXI, Bolivia y América Latina. La Paz – Muela del Diablo, IFEA. pp. 39-60.
[14] La preocupación por la realidad de la que se nutre este nivel de pensamiento, los hábitos intelectuales, la razón analítica y clasificatoria que allí se desarrolla, así como los fines positivos que lo alientan, permiten la formación de juristas competentes y eficaces, en fin, de excelentes potenciales tecnócratas, resultado del trabajo y el estudio, verdadero pilar de la mentalidad de Charcas.
[15] Conocedores de las obras de Virgilio, Ovidio, Cicerón, Salusto, Marcial, Cervantes, Quevedo, Santa Teresa y Fray Luis de León. Se percibe la influencia en este grupo de la filosofía de la Ilustración con textos históricos de Lozano, de Herrera, Dúchense o de Orsi. El comercio, la geografía y la física con obras de Delacroix, Bufón y Navarro. Así como las obras de los autores ilustrados españoles como Campomares, Feijoo y el padre Flores, que solían encontrarse en algunas bibliotecas de conocidos abogados.
[16] Llama mucho la atención que a pesar de que un número grande de abogados lee en francés, pocos son los que poseen obras de Diderot, Rousseau, Volteire, Mirabeau o Raynal. Pese a esta realidad, la ilustración está indudablemente de moda entre los integrantes de este sector.
[17] Dentro de los Congresales firmantes del Acta de independencia se hallaban numerosos estudiantes y egresados de la Academia Carolina de Charcas. Podemos mencionar a figuras como Esteban Agustín Gascón, José Darregueira, José Ignacio de Gorriti, José Mariano Serrano, José Severo Malabia, Mariano Boedo, Mariano Sánchez de Loria, Pedro Ignacio Rivera, Pedro Medrano, Teodoro Sánchez de Bustamante, Tomás Manuel de Anchorena. Muchos de ellos ostentaron altos cargos gubernamentales: oidores, gobernadores, ministros y magistrados.
[18] De acuerdo con Foucault los discursos son “[...] prácticas que sistemáticamente forman los objetos de los que hablan [...] Los discursos no son sobre los objetos, ellos no identifican objetos, ellos los constituyen y en la práctica de hacerlo encubren su propia invención.” Cf. Foucault, M. (1974) The Order of Things. Londres: Tavsitrock Publications. p.49.
[19] Cf. Foucault, M. (1972) The Archeology of Knowledge. Londres: A. M. Sheridan Smith.
[20] Cf. Siebzehner, Batia B. (1994) La universidad Americana y la Ilustración. Madrid: MAPFRE. p. 19.
[21] Mariano Moreno (17788 -1811) Egresado de la Universidad de Charcas. Fue una de las figuras más influyente en la divulgación de las ideas de la Ilustración, jugando un papel primordial en la articulación del discurso político de la incipiente nación sudamericana.
[22] Cf. Flores Galindo, Alberto (1984) “Colonialismo y violencia” y “Una sociedad sin alternativa” en Aristocracia y plebe, Lima, 1760-1830. Lima: Mosca Azul Ed.
[23] Paz, Octavio (1986) One Earth, Four or Five World. Nueva York: Hartcourt, Brace and Jovanovich. p. 160.

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