De Cuba y otras hierbas

miércoles, 14 de enero de 2009

Julio Cortázar: avatares de un escritor políticamente incorrecto

Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Humanidades


Programa de Maestría en Letras Hispánicas e Historia.
Seminario “Julio Cortázar: del boom de la literatura latinoamericana al exilio.”
Docente: Dra. Adriana A. Bocchino














Avatares de un escritor políticamente incorrecto
Alumno: Lic. Miguel Leyva Ramos




Año 2004
Exordio
Y así al final me quedaré dormido, pero antes alcanzaré a preguntarme si algún día... seremos capaces de alcanzar la reconciliación con todo lo que haya quedado vivo frente a nosotros.

Julio Cortázar. “Reunión”

Este trabajo intenta franquear ciertos itinerarios políticos y el rol intelectual asumidos por Julio Cortázar en relación con la causa revolucionaria cubana. Razones espaciotemporales precisan circunscribirlo al contexto en que despliega semejante labor, sin pretender el abordaje de sus textos ni atender a sus estrategias discursivas. Para la realización del mismo hemos consultado diferentes cartas y artículos compilados por la revista Casa de las Américas,[1] numerosas entrevistas realizadas al escritor y a sus contemporáneos así como algunas de las ideas vertidas y discutidas durante el seminario dictado por la Dra. Bocchino.
La evidente naturaleza histórica de esta indagación condicionó, en gran medida, su periodicidad que incluye desde el año 1957 hasta la última visita de Cortázar, en 1983, a Cuba. Para intentar revelar los vínculos del autor con la revolución cubana y sus intentos por suscribir a sus complejos procesos, decidimos dividirla en tres partes. La primera reseñará los acontecimientos más relevantes acaecidos durante la década del sesenta; una segunda aludirá a los eventos e implicaciones del “caso Padilla” mientras que una tercera evocará su lealtad con el proceso cubano y su trascendencia.



Cortázar y su ardido traspasar del paredón en ancho[2]

...rozar otro perfil del hombre y saltar sobre la historia
entrando en esa danza jubilosa que es la realidad y que es el sueño.

José A. Goytizolo. “Julio Cortázar en el observatorio”

El Cortázar que procuramos cotejar está lejos del “burguesito ciego” o del hombre que sarcásticamente abandona la Argentina “porque el peronismo no le deja escuchar Bela Bartók.”[3] Se había alejado de la “estética sur” y jugaba en París a construir relatos donde el lenguaje era objeto permanentemente estético y “el afuera” se definía por ese lenguaje. De ese hombre, salvo algunos cuentos publicados en la revista Sur y escasos ejemplares de Bestiario y Final de juego, poco o nada se sabía en Cuba.[4]
El desconocimiento de su obra no es obstáculo para que se produzca su aproximación a Cuba, que precede a su compromiso con la causa revolucionaria y se establece desde esa tarde de 1957 en que un joven traductor cubano[5] le presenta al estupendo poeta José Lezama Lima. Cortázar se siente avergonzado. No sabe nada de él y, al día siguiente, tiene en sus manos un ejemplar de la revista Orígenes.[6] Al referirse a este suceso precisó el autor: "Esa noche conocí a Lezama Lima en uno de sus textos más admirables, que en la revista se titulaba “Oppiano Licario” y que es hoy el capítulo XIV y final de Paradiso".[7] A partir de ese descubrimiento y durante cuatro años intercambian correspondencia, libros y opiniones sobre literatura. El encuentro personal debería esperar hasta 1961, cuando el argentino invitado por Fidel Castro visita la isla.[8] El propio Cortázar nos relata ese primer encuentro.
El pintor Mariano Rodríguez nos reunió en una cena,..., y Lezama llegó con apetito jamás desmentido... Cuando lo vi saborear el pescado y beber su vino como un alquimista..., sentí lo que luego Paradiso habría de darme tan plenamente: el deslumbramiento de una poesía capaz de abarcar no sólo el esplendor del verbo sino la totalidad de la vida desde la más ínfima brizna hasta la inmensidad cósmica. [9]

Ni los más insólitos avatares hicieron naufragar esta correspondencia. Años más tarde, en carta a Fernández Retamar escribiría:
Ya te imaginas la pobreza en que me ha dejado la muerte de Lezama Lima, a la que se le suman tantas otras muertes casi cotidianas...[10]

Desde el mismo día de la muerte de Lezama, Cortázar decide encender sus tabacos pensando en que lo hace también por él y para él. Mientras los enciende, contempla la foto ubicada en una de las paredes de su departamento de la rue Martel donde se los ve juntos en La Habana en los años '60.
Pero los equívocos sobre su relación con el país no se reducen a esta precedente relación epistolar, también desde lo estrictamente político existe la errónea creencia de que el autor toma conocimiento sobre el proceso revolucionario cubano[11] a partir de su primera visita a la isla. El propio escritor se encarga de desmentir tales aseveraciones.
En 1957 empecé a tomar conciencia de lo que pasaba en Cuba (antes había noticias periodísticas de cuando en cuando, vaga noción de una dictadura sangrienta como tantas otras, ninguna participación afectiva a pesar dela adhesión en el plano de los principios).[12]

No obstante, su verdadero compromiso se establece con posterioridad, como lo hace patente años después en una carta dirigida a Roberto Fernández Retamar,[13] donde expresaría:
El triunfo de la Revolución Cubana, los primeros años del gobierno, no fueron una mera satisfacción histórica o política; de pronto sentí otra cosa, una encarnación de la causa del hombre como por fin había llegado a concebirla y desearla. Comprendí que el socialismo, que hasta entonces me había parecido una corriente histórica aceptable e incluso necesaria, era la única corriente de los tiempos modernos que se basaba en el hecho humano esencial, en el ethos tan elemental como ignorado por las sociedades en que me tocaba vivir, en el simple, inconcebiblemente difícil y simple principio de que la humanidad empezara verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre.[14]

A partir de entonces, un nuevo Cortázar dirige su mirada hacia la realidad que atraviesa América Latina. La revolución cubana le marcará con fuego y trazará un cambio inaugural en su actividad como escritor e intelectual. Desde entonces la literatura, para él, tendrá otro sentido. La asumirá desde una nueva perspectiva, la del compromiso del escritor frente a las causas sociales, brotando de sí una conciencia política basada en una ideología moral. De aquí en más, los temas sociales y políticos, aunque siempre presentes en sus textos, aparecerán de manera más explícita a lo largo de su producción posterior.
Poco queda de aquel escritor que en 1951 abandona Argentina creyendo que la realidad, como lo imaginaba Mallarmé, debía culminar en un libro. El exilio parisino fragua un hombre con conciencia del prójimo, para quien los libros deberán culminar en la realidad, afirmando sin vueltas su compromiso consustanciado con lo auténticamente humano. Reiteradamente Cortázar puso en claro que uno de los recorridos posibles para conseguir la revolución, o al menos llegar a ella, es partiendo de las mentalidades, de las conciencias y de la sensibilidad. Haciendo este camino la revolución adquiere todo su significado.

La revolución profética
Esa hora que puede llegar alguna vez fuera de toda hora, agujero en la red del tiempo, esa manera de estar entre, no por encima o detrás sino entre, esa hora orificio a la que se accede al socaire de las otras horas, de la incontable vida con sus horas de frente y de lado, su tiempo para cada cosa, sus cosas en el preciso tiempo.

Julio Cortázar. Salvo el crepúsculo

La revolución cubana creó en Cortázar una corriente de interés por el destino de América Latina. La conciencia político-ideológica que le muestra la revolución no sólo se circunscribe al terreno de las ideas sino también a los hombres que participan de la misma. El autor confiesa, en la mencionada carta a Retamar, que antes de su primera visita había leído Cuba, isla profética de Waldo Frank, cuyo relato le había despertado cierta nostalgia, un sentimiento de carencia. Con posterioridad a su contacto personal con las realizaciones de la Revolución y sus hacedores, refiere cómo vive de pronto “el sentimiento maravilloso de que [su] camino ideológico coincidiera con [su] retorno latinoamericano; de que esa Revolución, la primera revolución socialista que [le] era [viable] seguir de cerca, fuera una revolución latinoamericana”[15] y contenedora del significado de dos palabras esenciales: realidad y esperanza.
Al respecto, en conversación con Omar Prego, comenta:
... la revolución cubana me mostró, me metió en algo que ya no era una visión política teórica, una postura política meramente oral: esa primera visita a Cuba me colocó frente a un hecho consumado. Yo fui muy poco tiempo después del triunfo de la revolución —la revolución triunfó en 1959 y yo fui en 1961— en momentos muy difíciles en que los cubanos tenían que apretarse el cinturón porque el bloqueo era implacable, había problemas internos a raíz de las tentativas contrarrevolucionarias...[16]

Pero costaba entender esa realidad en toda su magnitud; la complejidad del proceso cubano y su afán irreduciblemente redentor, llenaba de intensos matices su Revolución y al pueblo que la construía. El país, por su parte, se encontraba asediado, agredido y bloqueado,[17] y en respuesta a esos asedios, la ofensiva revolucionaria[18] - muy difícil de apreciar desde el exterior – extremó sus medidas, radicalizando el proceso, haciéndolo más realista, concentrado en consolidar sus logros y destinado a ganarle la batalla al imperialismo. Frente a estas circunstancias, la revolución asume conscientemente un estado de ánimo para el cual la cultura humanística pasa a ser un rubro secundario. Y no solo ésta, sino también todos los sectores no relacionados con la defensa y la producción. Era una época perentoria, en la que a veces la tensión provocaba simplificaciones riesgosas y planteos superficiales sobre problemas profundos.
A una Cuba transfigurada, a esa Habana convulsa llega Cortázar en su segundo viaje invitado por Casa de Las Américas, el año 1963[19]. Pablo Armando Fernández rememora sobre los preparativos del mismo:
Cuando llegué el 22 de diciembre de 1962 a Londres, mi primer trabajo como diplomático fue localizar a Harold Gramatges, entonces el embajador de Cuba en París para que a su vez localizara a Julio Cortázar. Queríamos invitarlo al premio de Casa de las Américas del año 63. Así fue como Julio vino a Cuba.[20]

En el artículo “Amistad con el perseguidor”[21], Antón Arrufat se adjudica el hecho de haber sido quien sugiriera que se invitase al escritor como jurado del Premio Casa de las Américas de 1963. Él personalmente le escribe a París desde donde, según su testimonio, el argentino acepta gustoso la invitación. Al respecto Arrufat pronuncia:
Vivíamos el tiempo hímnico. Trabajábamos furiosamente, desplegando el vigor acumulado durante años de inacción social. Viejos sueños se revestían de realidad, cargados de errores y porvenir... Cortázar llegó en ese tiempo.[22]

Retamar, por su parte, sostiene que con Cortázar gana la revolución no sólo uno de los mejores escritores del mundo, sino, además, su delicadeza, su cariño y su bondad, que regala sin énfasis ni afectación. Aporta también una extraña fuerza, una fuerza última, que se encuentra muy pocas veces, y que nadie puede doblegar. Lo cierto es que el autor llega a Cuba siempre dispuesto a reunirse con sus colegas en Casa de las Américas, y para integrar alguno que otro jurado en el concurso de esta institución.[23] En las noches habaneras se abre paso entre periodistas, logrando trasladarse hasta El gato tuerto[24] donde, si se le quiere hacer justicia, debería existir una silla vacía para él.
En 1963, estuvo un mes en la isla, anudó amistades, recorrió el país a lo largo y lo ancho. Fernández Retamar recuerda de esta manera esa visita.
He pasado con Julio Cortázar muchos de sus días cubanos. No sólo todos los de la revista [Casa de las Américas] y algunos del premio, sino también una interminable noche (hasta el amanecer) cenando con Fidel Castro, y las noches de un hermoso viaje al interior de la isla: a Trinidad, la ciudad detenida a mediados del siglo XIX que recorrimos a la luz de la luna, que es cuando se hace más real, es decir, más espectral; a los sembradíos de cebollas, uvas y fresas en Banao, atendidos por mujeres...[25]

El propio Cortázar en una misiva del 1º de abril de ese año, dirigida al poeta y traductor norteamericano Paul Blackburn, nos da la versión sobre su viaje, relatando aspectos importantes sobre sus experiencias en el país y sobre la revolución:
Estarás pensando que me quedé en Cuba o que los feroces barbudos me mataron. Pues no, nada de eso... si ya no fuera demasiado viejo... y no amara tanto a París, me volvería a Cuba para acompañar la revolución hasta el final.
... el pueblo cubano me pareció maravilloso... alegre,... confiado en sí mismo, dispuesto a hacerse matar por Fidel Castro, y al mismo tiempo sin odio contra sus enemigos.
... Hicimos un viaje en auto por toda la isla (con plena libertad, hablando con quien nos daba la gana, entrando en las casas, comiendo en restaurantes populares) y vimos cómo los "guajiros"... se sienten hombres, y no esclavos.
Pero quizá lo que más me impresionó en Cuba fue el apoyo de los intelectuales a la revolución...
...El gran peligro en Cuba... es el comunismo "duro", de corte stalinista. Si esa tendencia triunfara en Cuba, la revolución estaría perdida. Hasta ahora Fidel ha conseguido eliminar a los "duros", y apoyarse en el sector moderado del comunismo. ¿Pero lo conseguirá siempre?[26]

Otro Cortázar, más íntimo y cercano, en carta a Retamar, del 17 de agosto de 1964, reflexiona:
Con ustedes, los cubanos, yo me desnudo como frente al mar... Mira si me hace bien, mira si tendré razones para quererlos tanto.[27]

Deudores de sus contactos y experiencias en Cuba, entre los escritos posteriores se destacan el cuento Reunión (1966), basado en una anécdota del Comandante Ernesto Ché Guevara en la Sierra Maestra. Aurora Bernárdez (su entonces esposa) lo leyó y no le gustó. Personalmente al autor parece haberle complacido ya que accedió a publicarlo. Sin embargo, frente a los rumores de que a su compatriota no le había agradado su cuento, formula a Retamar:
Es natural que al Ché mi cuento le resulte poco interesante... Una sola cosa cuenta, y es que en ese relato no hay nada ‘personal’... La verdad es que en el cuento él es un [símbolo] de grandes fuerzas de maravillosos momentos del hombre.[28]

En 1967 regresa a Cuba y durante este viaje conoce a su segunda esposa: la lituana Ugné Karvelis, mujer bohemia comprometida y politizada, que influye de manera decisiva en el proceso de concientización de Cortázar. De este encuentro Ugné evoca.
... en La Habana... encontré al otro Julio, ése la que yo acompañé durante tantos años. Era en enero de 1967: yo había sido invitada por la Casa de las Américas y descubría con pasión la revolución cubana. Llegados de los dos extremos del mundo -el uno de Argentina, la otra de Lituania- devorábamos, uno y otra, más libros y jazz que bistecs, en busca de una libertad, de una verdad de la que entonces ignorábamos el nombre...[29]
Al continuar desafiando esa verdad inédita en la vida y la obra cortazariana, se evidenciamos el vínculo entrañable del autor con la revolución cubana y su pueblo. Las innumerables cartas consultadas resumen esa solidaridad interrumpida, donde el argentino expresa su compromiso ineluctable y su fidelidad absoluta hacia el proceso revolucionario, que se manifiesta en el apoyo moral y material a la causa, poniendo a su servicio su órgano más valioso: su lengua. Muchos obstáculos tendrán que ser sorteados durante esta duradera y, por momentos, complicada relación. Ciertos malestares y malentendidos no pudieron debilitar su compromiso. El escritor se mantiene fiel hasta en los más mínimos detalles, como podemos constatar en una carta a Retamar donde, dando muestras de su lealtad, le confía:
Monegal[30] insiste en pedirme colaboración [para Mundo Nuevo[31]]... No contestaré... hasta no tener tu opinión.[32]

Pero semejante compromiso no le obnubila. Es bastante crítico y no entiende las intrigas y especulaciones de ciertos funcionarios revolucionarios ni su eterna desconfianza hacia los residentes fuera de la isla. Por momentos, es nuestra opinión, no es capaz de dimensionar los rigores a los que éstos están sometidos, pero en otros, describe de manera acertada algunas de las actitudes oportunistas y extremistas de los mismos, cuando manifiesta:
...los cubanos [funcionarios] además de surrealistas, son de una susceptibilidad y una quisquillosidad que me divierte, aunque a veces me inquieta en la medida en que viejas querellas se cruzan en el camino de cosas que podrían salir muy bien y que no salen por la mala costumbre del pasado de gravitar sobre el presente...[33]

Tales resquemores producen, entre otros muchos conflictos, el denominado “caso Padilla”, en el cual estuvo involucrado Cortázar y que provoca cierto distanciamiento del gobierno cubano hacia el autor, actitud en ningún momento correspondida por él.
El apelado caso cuyo protagonista fue el escritor cubano Heberto Padilla[34] tuvo dos claros momentos: los cuales tuvieron como protagonista el primero en le que resulta agresor y el segundo en el cual se convierte en agredido. Tal alteración de roles fueron productos de los violentos desacuerdos literarios poco frecuentes en los medios culturales cubanos. Resulta realmente curioso “... que el país que ha hecho de la lucha armada un evangelio, muestre sin embargo en los medios culturales una total falta de costumbre a la agresividad crítica...”[35], tan común en otros países.
A fines de 1967, desde las páginas de la revista Caimán Barbudo, Padilla sostuvo una agria polémica con Lisandro Otero[36] y el equipo de jóvenes intelectuales que dirigía entonces la publicación. En una encuesta organizada por la revista en cuestión sobre Pasión de Urbino, novela de Otero, Padilla aprovechó para atacar no sólo la novela sino a su autor como funcionario y para defender al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante.[37] Al producirse la ruptura de éste con la revolución, Padilla quedó en una posición francamente desairada. Un hecho vale más que mil palabras y los hechos, para desgracia de Padilla, le daban la razón a Lisandro Otero, al equipo de Caimán Barbudo y a la Seguridad del Estado cubana. Este incidente, absolutamente doméstico, no involucró a Julio Cortázar. El segundo momento, en el que Padilla es atacado, cuenta con la participación activa del argentino y divide aguas en la relación de éste con la revolución cubana y en particular, con sus funcionarios. Por tal motivo, preferimos desarrollarlo en la parte subsiguiente.

El “Caso Padilla”
¿quién pone en práctica la violencia?
¿los que van hasta el fin mirando hacia
delante con la esplendorosa ilusión de
la libertad?
Basilia Papastamatiú

Como ya hemos señalado, en el mes de octubre de 1968, la UNEAC[38] convocó a los escritores cubanos para su concurso literario. En la mayoría de los géneros (novela, cuento, ensayo y biografía) no hubo problemas, sí en los rubros de teatro y poesía, donde la obra Los siete contra Tebas de Antón Arrufat y el poemario Fuera del juego de Heberto Padilla fueron, además de premiados, cuestionados por la directiva de la institución acusadas de graves objeciones ideológicas. Frente a esta situación se decidió la publicación de ambos trabajos, acordando que aparecieran las dos opiniones: la favorable del jurado y la de la UNEAC. Este episodio podría haber quedado ahí, pero no fue así. Desde la revista Verde Olivo,[39] se comenzó a publicar una serie de notas no sólo desfavorables sino francamente agresivas contra Padilla y Arrufat.[40] Inmediatamente las agencias noticiosas se hicieron eco de estos ataques, que la Associated Press de manera malintencionada tradujo en la posibilidad del fusilamiento del poeta. Le Monde, en París, anunció que Fidel rompía la tregua con los intelectuales y en Europa la sombra del pasado estalinista tiñó el suceso.
En honor a la verdad, los poemas de Padilla, de indudable calidad literaria, no merecían ser tildados de contrarrevolucionarios. El hecho de que el libro contuviera poemas críticos no era motivo suficiente para desatar tales ataques. Sin embargo, el propio Fidel en sus “Palabras a los intelectuales” había fijado los límites: “Dentro de la revolución todo; contra la revolución nada” y el Ché en la célebre carta dirigida a Quijano[41] “El socialismo y el hombre en Cuba” estimula la función crítica del intelectual al señalar que no se debían crear asalariados débiles al pensamiento oficial.[42]
El “caso Padilla, más allá de su repercusión internacional y el afán especulativo de ciertas agencias noticiosas europeas y norteamericanas, no pasó de ser una muestra de hostilidad doméstica, un mero episodio de una tensión mayor: los fantasmas de la Guerra Fría y el pánico de que en Cuba se instaurase el ajado “realismo socialista” como única tendencia oficial. No obstante, el conflicto provocó serias reflexiones acerca de la labor del intelectual y su obra dentro del proceso revolucionario:[43] el cuestionamiento relativo a si la revolución tenía o no el derecho a entenderse con los tipos contemplativos y críticos y, hasta por momentos, ser injusta con ellos, en instancias donde lo revolucionario era sinónimo de dilema y desgarramiento, de ruptura e impulso, de asunción colectiva de la dignidad.
En relación con este tema disímiles criterios y las más diversas perspectivas de tan controversial asunto, desde la opinión de Carlos Ramírez, para quien Cortázar vivió atado y castrado a - y por - la Revolución Cubana en espera inútil de una reconciliación con Castro, la opinión de Cabrera Infante en Mea Cuba[44] hasta las consideraciones del propio Cortázar en correspondencias a sus más cercanos colaboradores y amigos.
Resulta premonitorio el hecho de que en misiva a Retamar, el argentino informe a las autoridades cubanas acerca de una entrevista concedida a la revista Life en español. Según el escritor, para evitar rumores y equívocos, para curarse en salud:
Hace dos meses, que Life... me buscó para hacerme una entrevista. Recordando todo lo decido en la Casa, y resuelto más que nunca a no tener con los Estados Unidos otro contacto que el que se puede tener con los amigos escritores, mi primera reacción fue una negativa rotunda, pero inmediatamente comprendí las posibilidades que se abrían para intentar una violenta incursión en terreno enemigo... mi pedido de garantías totales sobre la textualidad... fue recibido con profunda cólera... Lo hicieron, mi texto fue enviado... y ayer supe que se publicará dentro de muy poco...
En este tiempo de malentendidos frecuentes, me interesa que estés enterado de esto, que estén Haydée y todos los amigos de la Casa...[45]

Tres meses más tarde (en carta del 15 abril de 1969) comenta cómo recortes de prensa de Buenos Aires lo muestran enemigo personal de Fidel, adjudicando esta situación a “maniobras confucionistas” que pretendían crear tergiversaciones. Apelaba a que por más mutilado o editado que estuviese el texto de su artículo sobre el “caso Padilla”, sus compañeros cubanos percibirían la buena intención del mismo. De cualquier modo, se declara responsable de todo lo expresado en él pues el propósito del mismo residía en impedir que en París y en otros países europeos se buscara fabricar “un nuevo Pasternak”[46] con Padilla. Consecuentemente precisa:
Sé de sobra que muchas de mis opiniones no estarán de acuerdo con las tuyas ni con las de otros compañeros de la Casa... en cambio temo que en otros sectores intelectuales cubanos se interprete como una defensa total y obstinada de Fuera del juego, y... me sitúen en la misma línea en que fue situado Padilla cuando los momentos más apasionados de la polémica...[47]

En carta a Retamar, desde Saignon, insiste sobre la actitud asumida por muchos intelectuales y políticos cubanos frente a los compañeros que viven en el extranjero:
...creo que tú y otros compañeros tienen ahora la tendencia de meternos a todos en la misma bolsa; a insistir demasiado en eso de que vivimos en Nuestras Arcadias y que desde allí vociferamos, etc; no es demasiado justo, sabes, y a veces me lleva a ser injusto yo mismo y a preguntarme si entre ustedes ese punto de vista no es, de alguna manera, una forma demasiado cómoda de hacerse una buena conciencia...[48]

Sin embargo, a pesar de las suspicacias o a propósito de las mismas, el autor se mantiene apegado al proceso revolucionario, tiene la bonhomía de seguir propiciando el acercamiento de personalidades del ámbito cultural a la revolución, y continúa dando su apoyo material y logístico desde París. Sirva de ejemplo este fragmento donde da a conocer la intención de Gabriel García Márquez[49] de visitar la isla.
...Gabriel García Márquez me dijo ayer, espontáneamente y sin la menor referencia de mi parte, que a partir de fin de año nada le gustaría más que visitar Cuba...[50]

Ciertamente la intensa relación de Cortázar con la revolución cubana es sumamente compleja y llena de sutiles contrastes.[51] En nuestra investigación encontramos un dato curioso que podría ilustrar la aseveración anterior. En plena crisis generada por el “caso Padilla”, en el momento de mayor distanciamiento entre el poder revolucionario y el escritor, Pablo Armando Fernández evoca el encuentro (casi surrealista) de Cortázar con algunos colegas cubanos. En esa reunión se encontraba, entre otros, el propio Padilla y su esposa.[52] Increíblemente el funcionario cubano revela:
Teníamos una relación muy fraternal. En el 71 nos reunimos otra vez en la casa de la calle 20. Fue una reunión tan hermosa que José Lezama Lima llegó a decir que ni siquiera en la época de Pericles hubo tantos ilustres juntos. Estaba Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, José Rodríguez Feo, José Lezama Lima, Heberto Padilla, Belkis Cuza Malé, Miguel Barnet, entre otros. Fue un almuerzo espléndido.[53]

Pero ya en ese mismo año (1971), el distanciamiento es evidente y, por más que el escritor argentino buscó respuestas, sólo obtuvo indiferencia. Las cartas a Retamar recapitulan sobre tan dolorosos silencios.
Julio, en carta a Jean L. Andreu,[54] se muestra prácticamente derrotado: “El asunto Padilla, más 2 millones más, me temo, han acabado con mis fuerzas”.[55] El 10 de abril de ese mismo año, pareció retomar fuerzas e inútilmente le escribió una carta a Roberto Fernández Retamar para solicitarle información. Si la crisis de 1968 había sido una tragedia para los intelectuales latinoamericanos que simpatizaban con Cuba, el arresto de Padilla repetía el escenario, pero en un contexto de consolidación de las tendencias de endurecimiento del gobierno cubano. En la mencionada carta, Cortázar trata inútilmente de explicar la aparición de su firma en el manifiesto enviado a Fidel por un grupo de intelectuales que pedían información al gobierno de La Habana sobre Padilla y que fue interpretado como el desplegado de la ruptura entre intelectuales progresistas y la revolución cubana. Aún así, la voz del escritor resuena conciliadora:
No recibí respuesta al cable que te envié cuando llegaron aquí las primeras noticias sobre el arresto de Padilla; supongo que no tenías ninguna información que darme, como fue el caso de la embajada cubana... es evidente que por razones superiores no se puede dar todavía información. Presumo que el mensaje que firmamos unos cuantos, pidiéndole a Fidel que nos hiciera dar información (y expresándoles la preocupación que sentíamos) será como siempre una interminable fuente de malentendidos. Alguna vez, mano a mano, te contaré los entretelones de este asunto...[56]

Sin lugar a duda, Cortázar fue uno de los intelectuales que más se implicó por Cuba en los primeros años revolucionarios. Comprometió no sólo su presencia física y de ánimo, sino su creatividad literaria. Después de su muerte, el colombiano Gabriel García Márquez retomó la estafeta. Pero lo que en Cortázar fue un conflicto desgarrador de su intimidad intelectual[57], en García Márquez se redujo a una cómoda amistad personal con Castro, ciertamente acrítica.
Sería loable reconocer el esfuerzo del escritor argentino por acercarse a la revolución que tanto respetaba. No dudó en escribir cartas a Fernández Retamar y a Haydée Santamaría, fundadora y directora de la Casa de las Américas, viajó varias veces a Cuba para dar fe de su militancia revolucionaria. Después de la primera carta de protestas de intelectuales por el “caso Padilla”, en 1968, vivió momentos de tensión personal. Sin preparación en la teoría política aunque lúcido en su análisis crítico de la realidad latinoamericana, su apoyo a la Revolución Cubana fue eminentemente sentimental. Sus profundos principios éticos y su respeto hacia ella favorecieron su negativa a firmar “la segunda carta”, aduciendo que ésta incluía severas críticas al proceso revolucionario. Al respecto, Cortázar reconoce a Elena Poniatowska:
Cuando se produjo el episodio definitivo -me interesa aclararlo-, lo que yo firmé fue una carta muy breve, en la que le pedíamos al Comandante Fidel Castro que tuviera la gentileza de darnos información acerca de lo que estaba sucediendo con Padilla en Cuba, porque en Europa sólo sabíamos que Padilla estaba preso y eso nos inquietaba y nos parecía excesivo, ante un problema que no pasaba de ser un problema intelectual. Esta fue nuestra primera carta. La segunda carta ¡que yo no firmé!... se llamó Carta de los Sesenta y uno y ésa era una carta insolente, malévola y paternal, en la que los europeos y muchos latinoamericanos pretendían darle lecciones a Fidel Castro... Esta carta explicó muy bien la reacción muy violenta del gobierno cubano y aquel famoso discurso de Fidel en que hubo una ruptura con los intelectuales europeos y latinoamericanos que habían estado viajando constantemente a Cuba. En lo personal, sigo defendiendo... la posición que tuve en ese momento. Sé que esta declaración no agradará a muchos compañeros cubanos que preferirían una mayor flexibilidad, pero sigo creyendo que la única manera de ayudar a Cuba es haciéndolo críticamente, fraternalmente, pero sin caer en maniqueísmos o en posiciones extremas... Las revoluciones están hechas por hombres y sujetas a críticas, equivocaciones, titubeos. Yo no soy nadie para dar soluciones y nunca las he dado, pero sí puedo señalar disconformismos y oposiciones...[58]

Para Carlos Ramírez, la reacción de Cortázar al “caso Padilla” fue irónica: se quejaba en privado aunque, en público, se sometía disciplinado a los requerimientos del gobierno cubano. Y para evidenciar tal aseveración presenta una carta del 5 de junio de 1971 del autor a su traductora Laure Bataillon, donde se refiriere tangencialmente al asunto:
Trato de olvidarme de los líos cubanos y de trabajar en un texto sobre... las anguilas (fue el libro Prosa desde el observatorio). [Pero] para alegrar mi veraneo en las colinas, recibo recortes de diarios sudamericanos donde las agencias de noticias teleguiadas por los yanquis han convertido ciertas palabras de la 'confesión’ de Heberto Padilla en una acusación contra mí, que me convierte así en agente de la CIA.[59]
Dos días después de su carta a Haydée Santamaría, a la que le adjuntó el poema “Policrítica a la hora de los chacales”, Cortázar le escribió a Paul Blackburn para quejarse:
Las malas (noticias) se llaman Cuba: Fidel nos ha ‘excomulgado’ a los escritores que le mandamos un mensaje pidiéndole información sobre el arresto del poeta Padilla... Hay una situación tensa y desagradable, pero espero que poco a poco veremos mejores días. He estado deprimido y triste por eso, pero ya voy mejor y sigo creyendo en lo bueno de la Revolución Cubana y oponiéndome a sus aspectos negativos.[60]

En enero de 1972, expresa a Retamar la emoción de ver publicado en la revista Casa de las Américas su poema “Policritica...”; profiere que no necesita entrar en comentarios pues le basta su publicación. No le importa el silencio que parece haberse abierto entre los cubanos y él. Y concluye que, a pesar de su incurable ingenuidad política, hay cosas que cada vez comprende más, y una de ellas es que lo personal cuenta muy poco cuando lo que está en juego es el destino de los (nuestros) pueblos, insistiendo en su presencia invariable en la “Casa” y, desde luego, en todo lo relativo a la Revolución.[61]
Al mes siguiente, Cortázar le escribió una carta a Haydée Santamaría para desahogar temas cubanos. Su relación con la funcionaria había sido afectuosa, con el usted mucho tiempo y luego el tú. Pero a pesar de los afectos, las cartas revelan a una mujer dura, militante y leal a Fidel. En las mismas refiere el silencio y la falta de información oficial por parte de las autoridades cubanas, e intenta explicar, una vez más, el por qué de su posición en el “caso Padilla”:
...lo que me obligó a escribir aquel artículo de marras en Le Nouvel Observateur, tan mal leído e interpretado en Cuba cuando el primer ‘caso Padilla’... [fue] que... unos pocos nos vimos solos frente a una ofensiva que hablaba de torturas, presiones, de campo de concentración, de estalinismo, de dominación soviética, y tanta basura que conocés de sobra... busqué en la embajada cubana en París una base que me permitiera responder a las preguntas incesantes que me hacían. Y fue entonces que lo único que encontré... fue un silencio,... evasivas... que equivalían por parte de cuba a ignorar o despreciar el amor y la inquietud de sus sostenedores en Francia... la carta... fue enviada porque así debía ser, porque no hay derecho de ignorara hasta tal punto la preocupación y el interés de los amigos de Cuba en el exterior.[62]

Lo que Cortázar no podía entender es que al firmar dicha carta había cometido, a los ojos de los cubanos, su primer error, relacionarse con Carlos Franqui,[63]. El segundo fue convertir en carta de intelectuales una petición de información sobre las críticas a Padilla.
No obstante ser uno de los escritores más reconocidos de habla hispana, Cortázar siempre sobrellevó sus relaciones con Santamaría y Fernández Retamar, los dos miembros más importantes de la jerarquía cultural revolucionaria. A ambos escribió rotundas cartas para analizar su comportamiento en el mencionado caso, donde no deja de advertirse a un hombre angustiado por la incomprensión cubana. En ellas buscaba aclarar malos entendidos con los isleños, aunque el tono de las mismas hablaba, más bien, de intolerancias habaneras.
Lo enmarañado del contexto en que se desarrollan los eventos que pretendemos abordar, se hace evidente en Mea Cuba de Guillermo Cabrera Infante. Allí el escritor aporta nuevas líneas investigativas y abre nuevas interrogaciones cuando refiere cómo la heroína revolucionaria Haydée Santamaría, el 26 de julio de 1980, se puso su pistola de 45 milímetros en la boca y se suicidó. El escritor asumió, por la fecha y la decisión, una actitud crítica letal hacia la Revolución Cubana.[64] Haydée, todo un símbolo, mujer valiente - lo demostró cuando los soldados de Batista le presentaron en bandeja los ojos de su hermano y los testículos de su novio -[65] después del triunfo de la revolución, solía esgrimir esta inhumana manifestación como metáfora de su firme carácter revolucionario y su capacidad de resistencia mental. Pero en el fondo, se trataba de una mujer quebrada, con un dolor del que no pudo escapar nunca.
Reseñamos este episodio porque, por una parte, reflota ciertos asuntos que aún permanecen sin dilucidarse y, por otra, en correspondencia con los mismos, porque nos permite entender el insólito silencio cortazariano acerca del suicidio de Yeyé,[66] que comprensiblemente pasó inadvertido en sus textos y en sus cartas.[67] Apenas registró el hecho en diciembre de 1980 en una carta a la poetisa salvadoreña Claribel Alegría para desearle feliz viaje a Cuba: “Abrazos a los amigos, sin Haydée desgraciadamente”.[68]
Pero a pesar de los conflictos, de los agotamientos y heridas, Julio se fortalece, haciendo ostensible su condición de "intelectual latinoamericano" que, a partir de su vinculación con la causa cubana, la revolución sandinista y la lucha contra los regímenes dictatoriales sudamericanos, emprende un proceso ascendente de politización ecuménica. Así lo revela la siguiente aserción:
Si las circunstancias me sitúan en ese contexto y dentro de él debo hablar, prefiero que se entienda claramente que lo hago como un ente moral, digamos lisa y llanamente como un hombre de buena fe, sin que mi nacionalidad y mi vocación sean las razones determinantes de mis palabras.[69]

De cualquier manera, no debe extrañarnos la intensa eticidad que emana de este creador a lo largo de toda su obra y su existencia. Conforme a un hombre que ratifica:
... escribir asomará siempre una voluntad de contacto con el presente histórico del hombre, una participación en su larga marcha hacia lo mejor de sí mismo como colectividad y humanidad... convencido de que sólo la obra de aquellos intelectuales que respondan... a esa rebeldía se encarnará en las conciencias de los pueblos y justificará con su acción presente y futura [el] oficio de escribir...[70]

El pensamiento y la praxis política sui géneris de Cortázar se hace ostensible de manera constante en su accionar plural. Intenta escapar, no siempre con éxito, de modelos, esquemas y estereotipos. Entrevistado por la revista Life, señaló que su idea del socialismo latinoamericano era profundamente crítica y su humanismo, socialista. Dijo no ser un militante político y que su compromiso político e intelectual excedería nacionalidades y patriotismos, de manera que lograra servir a la causa latinoamericana, allí donde consiguiera ser más útil.
Esta postura crítica y comprometida fue la que sostuvo frente al “caso Padilla” y provocó posiblemente el profundo hueco en la comunicación con sus amigos cubanos. No obstante, pasado algunos años, en 1975, mantiene el mismo pensamiento que tuviera en el momento en que sucedieron los hechos. Sigue creyendo que la única manera de ayudar a Cuba es haciéndolo críticamente, fraternalmente, pero sin caer en maniqueísmos o en posiciones extremas. Asevera que a raíz del asunto vio alejarse a muchos amigos, asistió a una oleada de pequeñas venganzas de resentidos. Concluye que su crítica, por más solidaria que fuese, le valió siete años de silencio y de ausencia, pero ayudó a franquear el paso del esquema ilusorio a otro en el que la necesidad de renovación no ignorara las pulsiones que hacen de un hombre lo que verdaderamente es.
A pesar de la ocurrencia de ciertos acontecimientos (dentro de la revolución cubana) que provocaron la desilusión de aquellos intelectuales que la habían apoyado, Cortázar continuó siendo su defensor incondicional. Especialmente cuando el sonado “caso Padilla” se convirtió en el primer resquebrajamiento dentro del grupo de intelectuales latinoamericanos. Frente a todo esto, el escritor mantuvo una postura crítica aunque menos política. De este modo evidencia lo apasionado de su compromiso sentimental y amistoso con la causa socialista; guiado por el sentido de sus valores intelectuales y morales, dejando lo estrictamente político en la superficie.
El cariño es a veces más fuerte
Poeta / Antipoeta
Culto / Anticulto
Animal metafísico cargado de congojas
Animal espontáneo sangrando en sus problemas

Vicente Huidobro
En 1976, Julio Cortázar llega a La Habana. Era la primera vez que lo hacía, después del llamado "caso Padilla". Aprovechó para recorrer la isla y ponerse al tanto de los progresos alcanzados en los casi cinco años de ausencia, observó grandes y profundas transformaciones, muy positivas según su criterio. Pudo comprobar hasta qué punto ese despegue no era solo económico sino que se manifestaba en toda la obra revolucionaria, tanto en los planes educacionales como en el desarrollo de un sentimiento patriótico basado en una conciencia política.
Cuba es un país donde a mí me produce infinito placer observar que cada vez se usa menos la primera persona de singular para utilizar el plural. Los cubanos hablan de lo que se está haciendo y dicen siempre nosotros. El yo se ha ido quedando atrás. Ese sentido comunitario es otro de los grandes factores que ha logrado la Revolución.[71]

Cortázar era de la idea de que en Europa la información sobre Cuba debía ser más extendida y mejor difundida. Considera que en el exterior había mucha gente que quiere tener información sobre lo que está pasando en el país y, a veces, no la recibía con la amplitud necesaria. Tal criterio estaba basado en sus propias experiencias. Suponía que estas falencias informativas eran utilizadas por los enemigos de la Revolución y sus maniobras desestabilizadoras.
Resulta ciertamente admirable la visión sosegada y perspicaz del escritor en relación con la figura del líder revolucionario Fidel Castro, teniendo en cuenta sus desencuentros anteriores. En relación con el líder cubano, sin animadversión enfatiza:
... es un hombre que interpreta a la Revolución en sí mismo. Como dirección, orientación, fisonomía. Es evidente que para el conjunto del pueblo cubano, al margen de sus cualidades, de su eficacia como dirigente, es ya un símbolo que adquiere un valor fuera de lo humano, fuera de lo cotidiano. Cuando se oye la palabra Fidel en la boca de un niño, de un adulto, además del valor directo, tiene una serie de resonancias como en la música de armónica que toca las fibras de la sensibilidad, de la conciencia. Yo creo que Fidel es el escultor de la Revolución cubana.[72]

Derivado de esta nueva experiencia y luego de varios años de ausencia, la visita de Cortázar a la isla es una inyección de porvenir. Con premura se encarga de difundir, nuevamente, en todos los ámbitos los logros revolucionarios. Su compromiso sigue intacto, su fidelidad es a prueba de tiempo, como podemos constatar en una carta que le envía a Retamar, donde pronuncia:
Tal vez hayas leído en El Sol de México los dos textos que le di después mi maravilloso mes en Cuba. Creo que puse en ellos mucho amor y mucha objetividad al mismo tiempo, aunque como es natural ya he oído los rumores consabidos. Cortázar vendido a Cuba...[73]

No cabe la menor duda de la fascinación del escritor por la Revolución Cubana y su epopeya, por “ese rayo latinoamericano que partió en dos el monocorde y siniestro cielo de la década del cincuenta”[74] después del proceso que entrañó, para él, la entera acepción de dos palabras: realidad y esperanza. Pero tal exaltación no le subyuga. Su conciencia irredenta le intima a “... no [creer] en modelos pero sí en ejemplos; [a] no [creer] en cristalizaciones sociales pero sí en una dialéctica revolucionaria hacia la libertad y la felicidad del hombre.”[75]
Y dentro de toda esa vastedad de hombre, acurrucado se hallaba el eterno niño, lleno de ternura. El prójimo de las pequeñas grandes cosas; el compañero leal; el amante que no quema las naves;[76] el lector apasionado, el bebedor de güisqui, el amigo de los gatos y las bellas mujeres, el escritor empedernido, el individuo minucioso. El mismo que realiza acuso de recibo de una encomienda de Haydée desde Cuba:
El cesto de frutas le hará tanto bien a Carol[77] como el tratamiento médico que le están aplicando. El cariño es a veces más fuerte que las drogas, y se lo agradecemos con todo nuestro corazón.[78]

Al año subsiguiente, ya gravemente enfermo, no abandona su compromiso y mantiene la relación epistolar con sus amigos cubanos. En carta a Fernández Retamar expresa con ese fino humor porteño que le caracteriza, su interés por nuevos proyectos y no deja de reconocer las limitaciones resultantes de la enfermedad:
Estoy, como dice el tango, ‘anclao en París’ y lo que es peor, sine die, o sea, que por el momento he tenido que cancelar mi hermoso proyecto de ir, en diciembre, a Cuba... Pero ya saldré de todo eso, y nos veremos en tu isla que sigue siendo la mía”[79]

Acaso porque lo merecía, posiblemente porque la vida casi siempre otorga segundas oportunidades, Cortázar pudo viajar por última vez a su “isla” y despedirse de su “Casa”. El encuentro se efectuó en enero de 1983, “... para asistir a la reunión del Comité Permanente de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra América.”[80] Allí estuvo rodeado de admiración y afecto; ya Carol había muerto y la soledad compartida sabía a menos. El propio escritor, en carta a Mariano Rodríguez, expresa la conmoción que le provoca ésta, su última visita al país:
Quiero agradecerte a ti y a todos los compañeros de Casa la gentileza y el afecto con que me rodearon estos días. Mi estado de ánimo, lo sabes, estaba por el suelo, y tanta amistad me hizo mucho bien... Todo fue muy bello esta vez en La Habana, y no olvidaré la noche que pasamos con Fidel... y el hecho de que por primera vez en más de veinte años yo sintiera tan de cerca la amistosa confianza de Fidel, su tuteo.[81]

Así se despide Cortázar de un país y de un pueblo al que amó, respetó y defendió con todo el ímpetu de su inmenso talento. Después vendrían los homenajes y las evocaciones, pero lo mejor de él quedaba imperturbable en los sueños de quienes aspiramos a una vida mejor. Su cualidad revolucionaria, su lealtad a la causa latinoamericana y su enorme confianza en la utopía del hombre, permanece modélica en un mundo escaso de referentes.
Evocación
Tú me recuerdas las calles de La Habana Vieja
la Catedral sumergida en su baño de tejas
Tú me recuerdas, quién sabe, ciertos sentimientos
que nunca se saben qué traen en las alas
si vivos o muertos, si vivos o muertos...

Silvio Rodríguez. “Amor a La Habana”


Usted podría preguntarse ¿dónde y cómo encontrar a Julio Cortázar? Podría hallarse entre las muchas páginas de sus preciados libros, en el recuerdo de sus compañeros, en las apasionadas enseñanzas de una profesora de literatura, en una parejita de adolescentes o, en su defecto, “... si saben ver, [le] reencontrarán... vestido con su ‘cara de sol’, a la vuelta de una callejuela de la Habana Vieja... Si saben escuchar, lo oirán a través de Silvio Rodríguez o Pablito Milanés y de todos aquellos que cantarán después de ellos... Lo oirán tararear un tango, si aman el cielo y el mar, si miran pasar las muchachas bonitas bajo los árboles del Prado [habanero].”[82]
Esta evocación es para Cortázar, “... defensor valiente y eficaz (aunque alguna vez inexacto) de la Revolución Cubana.”[83] Un escritor injustamente castigado por algunos medios de comunicación, por ciertos sectores de la crítica y hasta por varios de sus colegas en virtud de su decisivo apoyo a los movimientos revolucionarios de Latinoamérica y su tajante denuncia de las dictaduras del Cono Sur. Un creador que a pesar de sus incontables esfuerzos por reformar la literatura, por no ceder a las presiones imperialistas, estuvo ausente de una larga lista de premios internacionales que tenía más que merecidos. El mismo que cuestionado sobre el futuro de la novela, contestó: “No me preocupa tanto el futuro de la novela como el futuro del hombre”. Autodefinido como alguien que sin militar en partido se ubicó siempre sin vacilaciones en defensa de los pueblos, de las revoluciones latinoamericanas. Hombre comprometido con su tiempo, no fue un incondicional. Si bien nunca lo explicitó públicamente, su desacuerdo con los revolucionarios aparecía cada vez que predominaba el pragmatismo ideológico y las libertades eran conculcadas. Pero al evitar la ambigüedad, supo impedir que sus críticas fueran recuperadas por el imperialismo al que tanto había combatido.
Cometió errores, por supuesto, pero fue el primero en criticarse y aceptar sus equivocaciones. Fue leal con sus ideas y sus amistades. No quiso regalarle su literatura a nadie y por eso la preservó renovadora y libre hasta el final.[84]

Según Luis Suardíaz refiriéndose a la posible visita de Cortázar a Cuba a fines de febrero y principios de marzo de 1984, “Íbamos a verle dos semanas después, de nuevo en La Habana...”[85], pero la muerte se adelantó y el viaje no llegó a realizarse.
Cortázar “Murió a mediodía de un domingo de sol esplendoroso, rarísimo en el invierno de París”[86], el 14 de febrero de 1984. “No tenía hijos... Lo heredarán por generaciones millones de lectores y un país - la Argentina - que nunca terminó de aceptarlo porque le debía demasiado.”[87]




Bibliografía

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Soriano, Osvaldo “Un escritor, un país, un desencuentro” en Revista Casa de las Américas. Op. Cit
Suardíaz, Luis, “Estar lejos y no decir mañana” en Revista Casa..., Op. Cit.

Teitelboin, Volodia, “Julio Cortázar” en Revista Casa..., Op. Cit


[1] Hemos consultados más de ochenta cartas y otros artículos (además de los citados) de los autores siguientes: Tomás Borges, Rubén Stoyanov, Manuel Díaz Martínez, Carmen Waugh, Augusto Roa Bastos, Cintio Vitier, Juan Gelman, Fina García Marruz, Eduardo Galeano, Jorge E. Adoum, César Fernández Moreno, Sergio Ramírez, Rogelio Sinán, Claribel Alegría, Emengarda Palumba, Omar Cabezas, Fernando Silva, Reynaldo González, Julio Valle-Castillo, Fernando Butazzoni, Manuel López Oliva, Luis Rogelio Nogueras, Luis Rocha, Manuel Pereira y Gerardo Mario Goloboff.
[2] Paráfrasis de la dedicatoria de José Lezama Lima - en su libro Tratados en La Habana - dirigida a Julio Cortázar. El texto íntegro de la misma es el siguiente: "A Julio Cortázar, por su ardido traspasar del paredón en ancho".
[3] Cf. Martínez Dasi, Olga “Julio Cortázar. Datos biográficos” http:/www.google.com.ar
[4] Pablo Armando Fernández reconoce que antes de la llegada del argentino a la isla, sólo había leído alguno que otro cuento publicado por la revista Sur, compartido, en Nueva York, con el intelectual cubano Enrique Labrador Ruiz. Por su parte, Antón Arrufat recuerda como en 1962, frente al inminente arribo de Cortázar al país, recorrió numerosas bibliotecas, librerías y puestos callejeros de venta de libros en La Habana y solamente pudo conseguir apenas un ejemplar de su obra. Cf. Fernández, Pablo Armando “La plenitud del ser” en Cuba-Literaria. 2004 y Antón Arrufat “Amistad con el perseguidor” en revista Casa de las Américas, julio-octubre 1984, año XXV, Nº 145-146.
[5] Se trata del traductor cubano Ricardo Bidón, compañero de Julio Cortázar en la UNESCO.
[6] Revista trimestral de arte y literatura, cuyos números se identificaban con las estaciones del año. Circuló desde la primavera de 1944 hasta el número 40 correspondiente al año 1956, sin mes de publicación. Agrupó a importantes intelectuales nacionales: José Lezama Lima, Mariano Rodríguez, José Rodríguez Feo, Eliseo Diego, Ángel Gaztelu, Fina García Marruz, Cintio Vitier, Julián Orbón y Octavio Smith. A partir del Nº 36 es dirigida por Lezama. Colaboraron en sus páginas los cubanos: Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar, Fayad Jamís, Samuel Feijoo, Eugenio Florit, Enrique Labrador Ruiz, Lydia Cabrera, Virgilio Piñera, Pablo Armando Fernández y los escritores extranjeros Juan Ramón Jiménez, Aimé Césaire, Paul Valery, Vicente Aleixandre, Luis Aragón, Robert Altmann, Luis Cernuda, Albert Camus, Paul Claudel, Macedonio Fernández, Paul Éluard, Carlos Fuentes, Jorge Guillén, Gabriela Mistral, Octavio Paz, Alfonso Reyes y Theodore Spencer.
[7] Cf. Fernández, Pablo Armando “La plenitud del ser” en Cuba-Literaria.
[8] Julio Cortázar visitó Cuba por primera vez en 1961 invitado por Fidel - estuvo junto al Che Guevara y otros dirigentes revolucionarios - como lo narra el propio escritor en una charla con Omar Prego aparecida en La fascinación de las palabras de Omar Prego y Julio Cortázar (1985). ©1997 Alfaguara.
[9] Cf. Montanaro, Pablo Cortázar, de la experiencia histórica a la Revolución Rosario: Homo Sapiens Ediciones, 2001.
[10] Cf. Cortázar, Julio Carta del 22 de septiembre de 1976 en revista Casa de las Américas, Op. Cit., p. 172.
[11] Entendido como un movimiento [proceso] revolucionario que había comenzado el año 1953 con el fallido Asalto al Cuartel Moncada y reanudado, en 1957, con la expedición del Gramma, momento a partir del cual se combate contra la dictadura batistiana tanto en la sierra como en el llano hasta el triunfo revolucionario el 1º de enero de 1959.
[12] Cf. Cortázar, Julio Carta del 10 de mayo de 1967 en revista Casa de las Américas, Op. Cit., p. 62.
[13] Poeta, ensayista e intelectual revolucionario. Director de la revista Casa de las Américas. Uno de los dirigentes históricos, forma parte de la más alta nomenclatura del gobierno revolucionario y del Partido Comunista de Cuba.
[14] Cf. Cortázar, Julio Carta del 10 de mayo de 1967 en revista Casa..., Op. Cit., p. 62.


[15]Carta del 10 de mayo de 1967. Revista Casa... Op. Cit. p. 63
[16] Cf. Charla entre Omar Prego y Julio Cortázar aparecida en La fascinación de las palabras..., Op. Cit. p. 134.
[17] La historia revolucionaria está plagada de agresiones que van desde la prohibición de comerciar medicamentos hasta los arteros sabotajes al país y sus ciudadanos. Múltiples atentados terroristas, explosiones en escuelas, hospitales, jardines de infante, el ataque a embarcaciones pesqueras como el Alecrín y los Landa 110, por citar sólo unos pocos.
[18] No sólo se enfrentaba a los posibles ataques externos sino también a problemas internos como los relativos al sectarismo y la micro-fracción dentro de las propias filas revolucionarias.
[19] Nótese que para algunos (Pablo Armando Fernández y Antón Arrufat) esta es la primera visita del escritor a la isla. Al respecto, hemos encontrado diferentes versiones, inclusive la de Olga Martínez Dasi que sitúa este viaje en 1962. Por la naturaleza del trabajo, tomamos la referencia primaria, antes citada, que aporta el autor en la entrevista con Omar Prego. No obstante, somos conscientes que tales discordancias deben ser subsanadas.
[20] Cf. Fernández, Pablo Armando “La plenitud del ser” La Habana. Cuba-literaria.
[21] Cf. Arrufat, Antón “Amistad con el perseguidor” en Casa... Op. Cit., p.205.
[22] Ibíd.
[23] El autor fiel su decisión de no asistir a congresos ni formar parte de jurados, realiza una excepción cuando se trata de su ”Casa”.
[24] Famoso club nocturno habanero, localizado muy cerca del malecón habanero, frente al Hotel Nacional, en la barriada del Vedado.
[25] Cf. Fernández Retamar, Roberto Extraído de la revista Proa número 43, Septiembre / Octubre de 1999 ("Vigencia de Julio Cortázar"). Ediciones Proa S. A.
[26] Carta de Julio Cortázar a Paul Blackburn (poeta y traductor) Viena, 1º de abril de 1963. Extraído del suplemento Cultura del diario argentino La Nación, ejemplar del 7 de mayo del 2000.
[27] Cf. Revista Casa de Las Américas. Nº 145-146. Op. Cit., p.19.
[28] Cf. Carta a Retamar. París, 3 de julio de 1965. Revista Casa... Op. Cit. p. 21.
[29] Cf. Kurvelis, Ugné, “Julio Cortázar: cara de sombra y cara de sol” Revista Casa... Op. Cit. p. 176.
[30] Se trata del escritor y crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal, director de la revista Mundo Nuevo.
[31] Publicación patrocinada por el Congreso por la Libertad, organismo pagado por la CIA, según investigaciones publicadas por el New York Times. Cf. Nota del editor en Revista Casa... Op. Cit. p. 44.
[32] Cf. Carta a Retamar. Saignon, 21 de julio de 1965. Revista Casa... Op. Cit. p. 41.
[33] Cf. Carta a Retamar. Saignon, 1º de julio de 1967. Revista Casa... Op. Cit. pp. 72-73.
[34] Heberto Padilla (1932-2000), poeta y narrador cubano. En 1968 su libro Fuera del juego, premiado por el Concurso de la UNEAC, fue considerado portador de algunos poemas contrarrevolucionarios. Tal incidente provocó el sonado “caso Padilla”.
[35] Cf. Benedetti, Mario “Situación actual de la cultura cubana”, tomado de la revista Marcha, núm. 1431, diciembre de 1968. Montevideo. En Literatura y arte nuevo en Cuba (Colectivo de autores) Barcelona: LAIA, 1977. p. 27.
[36] Novelista cubano. Vicepresidente, por esa fecha, del CNC (Consejo Nacional de Cultura). Actualmente reside en México.
[37] Escritor cubano, autor de Tres tristes tigres, Delirio por bailar el cha-cha-chá, entre otras obras. Opositor al régimen revolucionario. Reside desde hace muchos años en el Reino Unido.
[38] Unión de escritotes y artistas de Cuba.
[39] Órgano oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y del MININT (Ministerio del Interior).
[40] Los artículos en cuestión firmados por el periodista Leopoldo Ávila atacaban también los aspectos generales de la vida literaria cubana.
[41] Director de la revista uruguaya Marcha.
[42] Lo cierto es que este principio guevariano en muchos casos no se pudo implementar. Algunas veces por perentoriedades otras por conductas extremistas, rencillas personales o luchas de poder.
[43] Consideramos que la polémica entre Cortázar y Collazo se enmarca dentro de esa línea, pero tal disputa no forma parte de nuestra investigación.
[44] Cf. Cabrera Infante, Guillermo Mea Cuba Madrid: Editorial Alfaguara, 1999.
[45] Cf. Carta a Retamar. París, 15 de enero de 1969. Revista Casa... Op. Cit. pp. 72-73.
[46] Boris Leonidovich Pasternak (1890-1960), escritor ruso disidente, ganador del Premio Nóbel de Literatura en 1958, al que renunció. Su obra más conocida, Doctor Zhivago, es un relato épico de la Revolución Socialista de Octubre.
[47] Cf. Carta a Retamar, 15 de abril de 1969. Revista Casa... Op. Cit. p.94.
[48] Cf. Carta a Retamar. Saignon, 16 de agosto de 1970. Revista Casa... Op. Cit. p.109.
[49] Escritor colombiano. Premio Nóbel de Literatura, desde la década del 70’ ha sido uno de los intelectuales más comprometidos con la revolución y de los más cercanos a su líder Fidel Castro Ruz.
[50] Ibíd.
[51] Tal vez ciertas aseveraciones necesariamente contenidas en este trabajo, deberían ser sometidas a próximas exploraciones; la complejidad de la relación que abordamos lo amerita. Somos de la opinión de que ciertas verdades subrepticias continúan allí agazapadas entre la enorme bibliografía temática, a la espera de que un acucioso investigador las revele.
[52] Nos referimos a la poetisa y escritora cubana Belkis Cuza Malé. Tal encuentro es bastante sintomático y contiene aristas muy interesantes para comprender, sin maniqueísmos, la confusa atmósfera que había generado el conflicto Padilla.
[53] Cf. Fernández, Pablo Armando “La plenitud del ser” La Habana. Cuba-literaria.
[54] Carta dirigida el 30 de marzo de 1971 al profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Toulouse, Francia, en Ramírez, Carlos (2004) “De cómo Cuba y Fidel Castro castraron literariamente a Cortázar.” Cubadebate, tomado de Cartas / 1, 2 y 3, editorial Alfaguara. Madrid.
[55] Cf. Ramírez, Carlos (2004) “De cómo Cuba y...” Op. Cit.
[56] Cf. Carta a Retamar. París, 10 de abril de 1971. Revista Casa... Op. Cit. p.117.
[57] Nada ilustró el conflicto personal e intelectual de Cortázar frente al autoritarismo de la Revolución Cubana que su relación personal con Mario Vargas Llosa. Luego de una amistad entrañable, hermanados por la literatura. Cuba y Castro los dividió y llevó a la ruptura. Dolido por la posición crítica inflexible de Vargas Llosa hacia Fidel Castro y a la Revolución Cubana y cansado de intermediar entre una burocracia intelectual cubana intolerante y el escritor, Cortázar decide romper con él. En su carta a Vargas Llosa del 29 de abril de 1972, aprovecha su invitación a escribir en la revista Libre para deslindarse, pidiendo al colombiano Plinio Apuleyo Mendoza que lo quitara de la lista de colaboradores porque no quería malos entendidos con los cubanos.

[58] Cf. Crespo, Antonio (compilador) Confieso que he vivido y otras entrevistas, Buenos Aires, LC Editor, 1995 Entrevista por Elena Poniatowska. La vuelta a Julio Cortázar en (cerca de) 80 preguntas. Publicada en Revista Plural, Nº 44, mayo de 1975, México.
[59] Cf. Ramírez, Carlos (2004), “De cómo Cuba y Fidel Castro castraron literariamente a Cortázar.” Op. Cit.
[60] Carta a Paul... en Op. Cit.
[61] Cf. Carta a Retamar. París, 14 de enero de 1972. Revista Casa... Op. Cit. p. 140

[62] Cf. Carta a Haydée Santamaría. París, 4 de febrero de 1972. Revista Casa... Op. Cit. pp. 147-148.
[63] Uno de los participantes en la guerrilla, amigo cercano a Fidel Castro, dirigente del periódico oficial Revolución. Muy pronto chocó Franqui con la burocracia socialista y salió exiliado de Cuba en 1968.
[64] Llama poderosamente la atención, la fecha que Haydée elige para suicidarse, el 26 de julio de 1980, XXVII Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada. Cabrera Infante, intrigante como siempre, esta vez con cierta razón, se cuestiona: ¿desengaño, desilusión total o simple suicidio como una respuesta moral a la derrota que no ve derrotero?.
[65] Referimos a los asaltantes al Cuartel Moncada, Abel Santamaría Cuadrado (su hermano) y Boris Luis Santa Coloma (su prometido).
[66] Mote cariñoso y familiar con que era conocida Haydée Santamaría.
[67] El suicidio de Haydée no fue bien recibido por las autoridades revolucionarias, para quienes esta decisión extrema era vista como síntoma de debilidad. De hecho su cadáver no recibió los honores correspondientes a su jerarquía. Quizás, esta vez, Cortázar aprendió la lección y quiso ser consecuente con el silencio del gobierno cubano.
[68] Cf. Ramírez, Carlos “De cómo Cuba...” Op. Cit.
[69] Carta del 10 de mayo... Revista Casa... Op. Cit. p. 59.
[70] Carta de Julio Cortázar a R. F. Retamar: Situación del intelectual latinoamericano. Saignon (Vaucluse). 10 de mayo de 1967. en revista Casa... Op. Cit., p. 66.
[71] Cf. Entrevista a Julio Cortázar por el periodista Luis Báez. Reproducida en la revista digital Cubadebate. 2004.
[72] Ibíd.
[73] Cf. Carta a Retamar. Nairobi (of all places!), 29 de octubre de 1976. Revista Casa... Op. Cit. p. 172.
[74] Cf. Carta a Retamar. Sin lugar no fecha. Revista Casa... Op. Cit. p. 186.
[75] Ibíd.
[76] Tanto con Aurora Bernárdez, su primera esposa, como con Ugné Karvelis, la segunda, sostuvo excelente relación hasta el fin de sus días.
[77] Carol Dunlop su tercera esposa, de apenas treinta años, que en el momento referido se hallaba agonizante, víctima de leucemia. Años más tarde el escritor fallece de la misma afección.
[78] Cf. Carta a Haydée Santamaría, 22 de enero de 1980. Revista Casa... Op. Cit. p.209.
[79] Cf. Carta a Retamar. París 1º de noviembre de 1981. Revista Casa... Op. Cit. p. 186
[80] Cf. Teitelboin, Volodia “Julio Cortázar” en Revista Casa, Op. Cit., p. 48.
[81] Cf. Carta a Mariano Rodríguez. Managua, 22 de enero de 1983. Revista Casa... Op. Cit. p. 230
[82] Cf. Karvelis, Ugné. “Julio Cortázar: cara de sombra y cara de sol” Revista Casa... Op. Cit. p. 177.
[83] Cf. Otero, Lisandro “Cortázar” en Revista Casa, Op. Cit., p. 141.
[84]Cf. Soriano, Osvaldo “Un escritor, un país, un desencuentro” en Revista Casa, Op. Cit., p. 113.
[85] Cf. Suardíaz, Luis “Estar lejos y no decir mañana” en Revista Casa, Op. Cit., p. 124.
[86] Cf. Gaveta, Carlos Alberto “La vuelta al pago en ocho días” en Revista Casa, Op. Cit., p. 163.
[87] Cf. Soriano, Osvaldo “Un escritor, un país, un desencuentro” en Revista Casa de las Américas. Op. Cit., p. 115.

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