De Cuba y otras hierbas

miércoles, 14 de enero de 2009

Tránsito de la hispanidad a la cubanía

Tránsito de la hispanidad a la cubanía: un verdadero proceso revolucionario
Lic. Miguel Leyva Ramos
Hay cubanos tan prietos que parecen negros
y hay cubanos tan claros que parecen blancos
Fernando Ortiz
Los cubanos somos musicales por idiosincrasia. Cada palabra que expresamos rebota grácil, cual repique de tambor en nuestras cubanas bocas. Ritmo ora rápido-rápido que luego se desliza aspirado en ciertas letras, contrayéndolas. Abusamos de las apócopes y de la agudeza de nuestros interlocutores, reverberando eufóricas letanías en un rápido compás; pretendiendo siempre – desde luego - que se nos entienda. Nuestra gestualidad nos hace simpáticos e identificables, transitamos la vida dentro de una música tan ancestral como eterna. En algunos momentos ese repiquetear nos invade la sangre, como descarga erótica, manifestándose en nuestros cuerpos. Sensualidad heredada de las cálidas noches de negros en carnaval, de negros en día de Reyes, donde los Cabildos habaneros salían a desfilar con rítmico y mítico frenesí. Tiene razón Guillén, el poeta, cuando expresa en su “Canción al bongó”refiriéndose a Cuba y los cubanos:
Aquí el que más fino sea,
Responde, si llamo yo.
Unos dicen: ahora mismo
Otros dicen: allá voy.
Pero mi repique bronco
Pero mi profunda voz,
Convoca al negro y al blanco,
Que bailan el mismo son.
El fragmento anterior enuncia uno de los elementos que nos caracteriza y conforma como nación "La fusión de las diferentes culturas africanas con los elementos de las culturas hispánicas que dio inicio a un complejo proceso de transculturación (término dado por Fernando Ortiz) al cual, con el tiempo, se le añadieron elementos de otras culturas en posteriores migraciones (franceses, chinos, haitianos, jamaiquinos y mexicanos)
Sin lugar a dudas, tales gestos, comportamientos, decires y aptitudes no son el resultado azaroso del destino. Los mismos han sido gestados y conformados a través de siglos de historia. Construido por hombres de ideales muy firmes, que supieron anteponer la patria a los intereses mezquinos de quienes la deseaban oprimida y vejada. Una simple mirada a la producción cultural cubana nos pone sobre aviso, cuan temprano se establecen los primeros rasgos de regionalidad en Cuba, así como la pronta evolución de tal tendencia hacia otras formas más radicales.
“Lo imposible al actuar sobre lo posible
engendra un potens, que es lo posible
en la infinidad”
José Lezama Lima.
Estamos en condiciones de afirmar que la nacionalidad cubana emanó de una intrincada fusión racial, histórica, económica, religiosa, social y cultural entre los colonizadores españoles y los esclavos negros - arrancados de sus praderas africanas - introducidos en la isla, cuando comenzaron a extinguirse sus primitivos habitantes. A este crisol se sumaron, entre otros, elementos asiáticos, también esclavizados, y colonos franceses, que se establecen en Cuba tras la revolución de Haití.
No tardarían en llegar a nuestras costas, los ecos de la insurrección haitiana, de la Revolución Francesa y sus ideales, del despegue industrial inglés, de la independencia de las Trece Colonias británicas en Norteamérica y de la rebeldía independentista sudamericana, ejerciendo las mismas, enormes influencias en los criollos que ya comenzaban a sentir el orgullo de ser un grupo social que desea diferenciarse del y de lo español.
En el regionalismo o criollismo que surge encontramos los primeros rasgos de una identidad no española, lo que expresa que en él, están implícitos los primeros síntomas de la cubanidad, los cuales se van a hacer más evidentes a medida que se profundicen las contradicciones entre criollos y peninsulares. De cara a las ideas luminosas del Siglo XIX y con el fracaso de diferentes corrientes políticas - como el autonomismo y el anexionismo - queda libre el camino al ideal independentista, y con él, la consolidación de un sentimiento nacional que se ve sustentado desde el ámbito mundial por la constitución y desarrollo de la modernidad y la conformación de los nuevos estados nacionales burgueses en esta parte del hemisferio occidental.
Frente al desarrollo alcanzado por la cada vez más sólida sacarocracia cubana y su exclusión del poder político por parte de la metrópoli española, se planteó la alternativa de seguir siendo colonia o tener Patria, de vivir independientes o en anexión. De tal decisión dependería el destino de Cuba como país independiente y el destino de todo un pueblo que sentía muy diferente del español. La contienda se hacia inevitable. La guerra fue el crisol de donde emergió una nación que abolía la esclavitud y clamaba por la paulatina integración a su seno de aquellas grandes masas marginadas. La nacionalidad cubana continuó desarrollándose también durante el siglo XX ante la violenta invasión de la política, la economía, la ideología y la cultura norteamericanas en la vida de los cubanos. Se fogueó combatiendo el plattismo de algunos nacidos en esta tierra con vocación para la sumisión, la servidumbre o, cuando menos, dispuestos a la anexión y a la asimilación por los Estados Unidos. Batalla que se sigue librando hasta nuestros días. Así fue como se gestó un arquetipo humano de rasgos bien definidos, capaz de tomar en sus manos las riendas de su propia historia, de emprender la transformación revolucionaria de un país y la fundación de una Patria nueva. La historia de Cuba está repleta de signos que hacen evidente el sentido verdaderamente revolucionario de los procesos de formación nacional, sobre tales signos y discursos se sostendrá este trabajo.
Para una mejor comprensión histórica de tan complejo y largo discurrir hemos realizado un recorte a través de las diferentes manifestaciones artísticas las cuales estuvieron fuertemente interrelacionadas con los acontecimientos sociopolíticos de la colonia y que constituyen una muestra fehaciente del verdadero carácter revolucionario de la cubanidad desde sus orígenes. Dividiéndolo en cinco períodos cronológicos:
1. De 1492 a 1836 Tránsito de la hispanidad al regionalismo. Desde el descubrimiento y colonización de la Isla de Cuba al fracaso del Autonomismo.
2. De 1837 a 1867 Evolución del pensamiento político cubano. Los ideales independentistas.
3. De 1868 a 1901 Gestación de la nacionalidad cubana.
4. De 1902 a 1958 La República Mediatizada o Neocolonial.
5. De 1959 a la actualidad. Revolución Cubana.
De vital importancia han sido las numerosas, aunque dispersas bibliografías consultadas. Adentrarse en los legados de Arango y Parreño, Félix Varela, José Martí, Enrique José Varona, Carlos Baliño, Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena, Fernando Ortiz, Alejo Carpentier, Emilio Ballagas, Juan Marinello, Ángel Augier, Pichardo Moya, Henríquez Ureña, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Fidel Castro, Samuel Feijoo, Lidia Cabrera entre otros, no es tarea fácil, pero toda vez que nos sumergimos en estos legados, no se puede ni quiere dejar de profundizar en el largo y fructífero tránsito de la hispanidad a la cubanía. Obviamente, por razones de espacio y tiempo nos hemos visto en la necesidad de elegir entre ese amplio material, evitando dar al tema un carácter reductivo, que dista mucho de ser nuestro objetivo, exponiendo aquellas obras en que manifiesten de manera elocuente, cómo se fueron produciendo los movimientos culturales, sociopolíticos y económicos que dieron lugar a la formación de la nacionalidad cubana, como verdadero proceso revolucionario.


Primer período: 1492 – 1836 Tránsito de la hispanidad al regionalismo. Desde el descubrimiento y colonización de la Isla de Cuba al fracaso del Autonomismo.
El 27 de octubre de 1492, Cristóbal Colón llega a Cuba, impresionado por su exhuberancia exclamó: "Esta es la tierra más hermosa que ojos humanos vieron". Dieciocho años después, en 1510 y luego de un Bojeo para determinar si se trataba de tierra continental, Diego Velázquez inicia la conquista de su territorio. A partir de esa fecha se fundan las primeras villas: Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa (1512), San Salvador de Bayamo (1513), La Santísima Trinidad (1514), Sancti Spíritus (1514), Santiago de Cuba (1515), San Cristóbal de La Habana (1514) y Santa María del Puerto del Príncipe (1515) Sirviendo la isla de base de operaciones para la conquista y colonización del continente americano. De Cuba partieron Ponce de León, Cortés, Pizarro entre otros.
El establecimiento de los españoles significó el exterminio masivo de los diferentes complejos culturales aborígenes: los guanajatabeyes, siboneyes y taínos con diferentes grados de desarrollo, tenían algo común: vivían en una sociedad sin clases, por lo que la llegada de los conquistadores y su posterior sometimiento fue de una violencia tal que no fueron capaces de soportar. En sus crónicas el Padre Fray Bartolomé de las Casas narra la ocurrencia de suicidios múltiples introduciéndose deliberadamente en el mar. El maltrato y su incomprensión del mismo fueron las causas que llevaron a su total exterminio, dejándonos no más que algunos vocablos perdidos, sus cosmogonías, asentamientos arqueológicos tardíamente investigados, ciertos instrumentos y una enorme nostalgia de los tiempos en que en la isla era habitada por seres pacíficos que vivían de lo recolectaban, cazaban, pescaban o sembraban. La necesidad de sustituir su fuerza de trabajo hizo que desde tempranas fechas, algunos autores creen que para 1518, comenzaran a introducir africanos de la región occidental subsahariana. La llegada masiva de las diferentes étnias, - yorubas, congos, mandingas, malinkés, carabalíes, bantúes, etc. - que a su vez traían consigo sus antiguas y complejas tradiciones orales, otorgaba riqueza y heterogeneidad al proceso de reproducción de sus respectivas culturas en las nuevas tierras y con posterioridad a la mixtura derivada de la convergencia cultural.
Luego del fracaso en la extracción de oro y con una ganadería poco desarrollada a fines del siglo XVI se introdujo el cultivo de la caña de azúcar, apareciendo los primeros ingenios azucareros, que dos siglos después serían el sostén económico de la Isla. Sin lugar a dudas, el azúcar se convertiría en la forjadora de la nacionalidad cubana, como bien nos explica en su monumental obra "El ingenio", el historiador cubano Manuel Moreno Fraginals: "Con clara visión política (el Capitán General Marqués de Someruelos, en 1799) constató que la oligarquía azucarera de La Habana era gobierno y que cualquier prohibición comercial desembocaba en la independencia. El proceso azucarero había creado una nueva y potente clase: la de los productores, dueños de tierra, criollos, con raigal sentido nacionalista"(sacarocracia criolla) Y continúa: "Cuba adelanta a España en la recepción de muchos inventos modernos. Donde quiera que se implanta, el ingenio crea el mismo cuadro físico y social. La sacarocracia se planteó con angustiosa premura la inmediata construcción de caminos. El ferrocarril fue la gran solución a los largos estudios y preocupaciones viales (para trasladar el azúcar y las mieles de forma rentable) El primer tramo de ferrocarril se inauguró el 19 de noviembre de 1837. A partir de entonces, y en un rápido período de 20 años, las líneas férreas comunican todas las áreas azucareras de Cuba. Y los ingenios modernos establecieron desde 1854 sus telégrafos Morse. En 1860 La Habana tiene comunicación con las principales ciudades de toda la Isla. Cuba ha alcanzado su unidad física y por el bajo pueblo hay un creciente proceso de integración social... Los azucareros ya piensan en Cuba y emergen los proyectos de centrales gigantes hacia zonas vírgenes de Camagüey y Oriente. El azúcar ha unido a Cuba... De igual forma que las cañas unificaron los campos, el azúcar dio un especial sentido igualitario a nuestras ciudades...".
Para el desarrollo de la industria azucarera, comenzaron a introducirse una mayor cantidad de esclavos y poco a poco comenzó a desarrollarse la plantación esclavista, que influyó notablemente en las primeras ideas independentistas y en el surgimiento incipiente de la nacionalidad cubana. A partir de la llegada de esas grandes masas esclavas, estaban presentes en Cuba los elementos que al mezclarse dieron origen a lo criollo. La escasa sangre aborigen, la africana, la china y la española se fundieron, gestándose el proceso "transcultural" que diera lugar, en un primer momento, a lo criollo y con posterioridad a la cubanidad como ente cultural consolidado a mediados del siglo XIX.
Sin lugar a dudas la evangelización forzosa de los esclavos africanos llegados a la isla y la imposición de la cultura y la religión española, contribuyó a acelerar y caracterizar el inevitable proceso transcultural a producirse entre dos culturas con una fuerte presencia, una desde el dominio y la imposición, la otra desde una fuerte tradición oral que permitía su reproducción y adaptación a las nuevas realidades. El establecimiento de un idioma común, fue un vehículo cultural invalorable, que no sólo permite la descripción de la realidad sino que favorece la comunicación, traducción y recomposición de nuevas propuestas culturales adaptadas a las condiciones físicas de la región donde se establecen, determinando en parte, la manera en que hemos de aprender esa realidad. El camino recorrido por la lengua española durante siglos, desde el llamado "Descubrimiento" hasta devenir en nuestro idioma nacional ha sido complejo. En su evolución adquirió ciertos rasgos peculiares, especialmente en la pronunciación, que diferencian al hablante criollo del peninsular. Así surge la modalidad cubana del idioma que nos identifica, y refleja todo el proceso de mestizaje biológico y cultural que nos engendró. Conviene rememorar que, precisamente el idioma junto con la cultura, las tradiciones, la convivencia cotidiana, la sicología social, el sincretismo religioso y el mestizaje, integraron desde el siglo XVIII el conjunto de elementos que identificaba a sectores poblacionales de origen diverso, pero con afinidades e intereses comunes. Se establecía en ellos una manera de ser y de pensar que los diferenciaba del peninsular. Esos criollos eran ya una primera expresión de la nacionalidad.
El establecimiento de las medidas centralizadoras de Felipe V, entre ellas la del monopolio real del tabaco entre 1717-27 y el estanco derivado del mismo, produce cuantiosas pérdidas económicas motivando varias sublevaciones de vegueros con saldo de muertes y ejecuciones. Estos hechos, no sólo traslucen un conflicto económico, sino que también ponen en evidencia la agudización de las contradicciones entre los criollos y las autoridades españolas. El cada vez mayor poder económico de los primeros contrasta con su imposibilidad de poder participar en las decisiones políticas que atañen a la isla. El germen de la ruptura está sembrado y dentro de él está creciendo la cubanidad.
Otro aspecto a atener en cuenta es el desarrollo alcanzado por el pensamiento científico en Cuba durante el siglo XVIII como parte del proceso de integración de la nacionalidad cubana. Favorecido en lo económico por el incremento de la producción azucarera y el libre comercio y en lo cultural por la propagación y asimilación de sistemas filosóficos antiescolásticos así como por la generalización de métodos modernos en la enseñanza en general. Todo lo cual propició el florecimiento de las letras y las artes en el país. De vital importancia es la fundación de la Universidad de La Habana en el año 1728. Un enorme caudal intelectual emanaría de sus prestigiosas aulas que contribuirían a la gestación y consolidación de lo cubano.
Con el advenimiento del siglo XVII empezó la decadencia española. Francia, Inglaterra y Holanda le disputaban a España sus conquistas de ultramar y las aguas y costas cubanas se llenaron de corsarios y piratas que hicieron florecer el comercio de contrabando, hecho que repercutió sobre la incipiente economía cubana al incrementar el ganado, la producción de azúcar, café y tabaco, tres renglones fundamentales que perduran hasta el presente. Además, la piratería aportó una historia rica en leyendas. Tal es el caso de la obra Espejo de paciencia (1608) una de las más importantes obras literarias de la Cuba del siglo XVII escrita por Silvestre de Balboa, natural de Islas Canarias, reconocido escribano público del Cabildo de la Villa de Puerto Príncipe, hoy Camagüey. Su lectura es la mejor muestra de los conocimientos literarios que Balboa poseía. Esta obra, constituye el primer intento de hacer literatura en nuestro país y revela un episodio de la historia cubana ocurrido el año 1604: la isla, dentro del marco económico de la factoría, se veía frecuentemente asolada por los ataques de corsarios y piratas. A través de esta crónica rimada que es Espejo de Paciencia, su autor cuenta el arribo a las costas de Manzanillo de una nave pirata al mando del capitán francés Gilberto Girón; del secuestro, en tierras cercanas, del obispo Fray Juan de las Cabezas Altamirano, de su rescate por los vecinos de la villa y de la destacada actuación del negro libre Salvador Galomón. De escaso valor poético, sin embargo, la narración resulta agradable, penetrada por ciertos elementos de cubanidad. Tiene un lenguaje impregnado de sabiduría popular, haciendo referencia a los recursos económicos y a los elementos de nuestra naturaleza, designados por su nombre. Además, como la obra en sí, es una descripción muy vigorosa y realista de la época, constituye un documento inestimable en el que el autor realiza una excelente representación de la vida cubana de hace cuatro siglos atrás, aportándonos datos acerca de los primeros rasgos de criollismo entre los naturales de la isla, advertidos ya en los primeros años del siglo XVII.
En la segunda mitad del siglo XVIII, un hecho inesperado sacudió fuertemente el panorama económico, político y social de Cuba: la ocupación de La Habana por los ingleses en 1762. Durante once meses entraron en el puerto habanero más de mil barcos que establecieron un amplio comercio con las Trece Colonias norteamericanas, a la vez que los ingleses introdujeron más de diez mil esclavos para impulsar el desarrollo de la industria azucarera.
Fue durante la Toma de La Habana cuando Guanabacoa, villa ultramarina cercana a La Habana, demostró sus auténticos colores. Tan pronto se detectaron las intenciones de los invasores, fueron las milicias criollas guanabacoenses a hacer “acto de presencia” en los fuertes de Cojímar y Bacuranao. Frente a los dos mil hombres que se movilizaron desde Guanabacoa iba el Alcalde Mayor Provincial, don José Antonio Gómez “Pepe Antonio”. Dos intentos de desembarco fueron rechazados pero eventualmente el 8 de junio de 1762 los ingleses lograron pisar tierra. Aun cuando estos se encontraban en posesión de La Habana, Pepe Antonio organizó una guerra de guerrillas contra los ingleses, los que habían cometido todo tipo de barbaridades en la Villa de Guanabacoa en su paso invasor. Los principios por los que luchaban las milicias criollas caracterizan al pensamiento rector del “regionalismo” o “patria chica” estos criollos luchan en principio, por defender el suelo que les vio nacer, por la madre patria España y por sus majestades reales. El simple reconocimiento de los criollos, naturales de la isla, del concepto de “patria chica” hace que se diferencien de los peninsulares y en ese criollismo esta potenciada la futura cubanidad. No obstante, no hay que pecar de ingenuo, pues, como hace mención Carpentier, la mulata del Carraguao no se sentía muy aludida por aquella disputa entre los reyes de Inglaterra y España, sentimiento que refleja una cuarteta callejera de la época:
Las muchachas de La Habana
no tienen temor de Dios
y se van con los ingleses
en los bocoyes de arroz
Luego de once meses de ocupación inglesa es recuperada La Habana en 1763 a través de la firma del Tratado de paz en París donde España cede la Península de La Florida (descubierta y conquistada por España en el siglo XVI), a cambio de la parte occidental de la isla, ocupada por las tropas inglesas. Con posterioridad, España se vio obligada a introducir en Cuba numerosas transformaciones en todos los órdenes. A la política de cambio imperial ultramarina impuesta se le denominó Despotismo Ilustrado y la misma favoreció al desarrollo intelectual y político de la sacarocracia criolla, inspirada también con los pensamientos ilustrados que circulan en Francia. En las postrimerías del siglo XVIII, se profundizan las contradicciones entre criollos y peninsulares. El desarrollo económico y el poder que ostentan los primeros entra en tensión al no poder ejercer práctica política alguna, mucho menos aspirar a ejercerla. En esta “tensión revolucionaria” esta dado el germen de la nacionalidad. Y a medida que la tensión aumenta se desarrolla el sentimiento nacional. Durante el siglo XVIII muchas tendencias políticas se manejaran, todas y cada una de ellas, encaminadas a tratar de solucionar el conflicto. El fracaso de estas corrientes: autonomistas, reformistas y anexionistas, ponen de manifiesto que el único camino posible para resolver el conflicto es la lucha armada revolucionaria por la independencia. Faltaba muy poco para que “La siempre fiel Isla de Cuba” y sus principales actores políticos perdieran el fatídico “miedo al negro” y despertasen dispuestos a luchar por romper sus cadenas.
En el período de 1791 a 1819 la voz de la burguesía criolla de hacendados y fabricantes de azúcar se deja oír en:
el Papel Periódico de La Habana
la Sociedad Económica de Amigos del País
el Seminario de San Carlos y San Ambrosio
Los problemas cubanos y muy singularmente los que tienen que ver con la tierra y la industria fundamentalmente afloran en la nueva publicación y preocupan centralmente a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, mientras que el Seminario de San Carlos y San Ambrosio es semillero de los más importantes pensadores cubanos.
En la lírica las figuras de Manuel de Zequeira y Arango (1764-1846) - Oda a la Piña - y Manuel Justo de Rubalcava (1769-1805) - Silva Cubana - siguiendo los modelos neoclásicos cantan a la naturaleza tropical y los frutos del país, así como a la feracidad y hermosura de la tierra de la Isla.
Oda a la Piña
Del seno fértil de la madre Vesta,
en actitud erguida se levanta
la airosa piña de esplendor vestida,
llena de ricas galas.
Zequeira quiere acercarse con los medios expresivos del neoclasicismo español y francés, a la naturaleza de la Isla, su tierra nativa a la que llama patria:
... Y así la aurora con divino aliento
brotando perlas que en tu seno cuaja,
conserve tu esplendor, para que seas
la pompa de mi patria.
Silva Cubana o Las frutas de Cuba
Más suave que la pera
en Cuba es la gratísima guayaba
al gusto, lisonjera,
y a la que en dulce todo el mundo alaba...
El marañón fragante
más grato que la guinda si madura,
el color rozagante...
Con preciosismo, Rubalcava, refleja la fragancia, el gusto, el peso, el sabor y las delicias de las cosas de la tierra. Hay ya, en este cesto de frutas cubanas, una punta polémica frente a la Metrópoli. Se inicia el contrapunteo de las frutas. Las de la isla son más suaves, más fragantes y exquisitas, pero esta retórica superioridad lo que en el fondo perfila es el primer contraste sensible: el de la naturaleza. El separatismo empieza inconscientemente por la idiosincrasia de los dones. (Vitier, 1970, p.50)
La Tierra, como expresión primaria del concepto patria, es tema central en los escritos del mejor economista y prosista hispanoamericano del momento, el fisiócrata Francisco de Arango y Parreño (1765-1837); toda su vida estuvo dedicada a defender la industria, la libertad comercial, el fomento de los intereses morales y culturales de la comunidad cubana. También está presente en el antiescolaticismo del padre José Agustín Caballero (1762-1835) Maestro de alumnos tan brillantes como Félix Varela y José de la Luz Caballero, su sobrino. Desde las aulas del Seminario de San Carlos como profesor de filosofía, sabio en cuestiones eclesiásticas, orador consumado y dueño de amplios conocimientos, comenzó en Cuba a explicar las teorías de los más modernos filósofos. Su amor por la lengua castellana lo impulsó a proponer su estudio. Luchó por el progreso de Cuba. La "Tierra", "el país", al pasar por la conciencia de los hombres, se estaba convirtiendo en "patria". El presbítero José Agustín Caballero "padre de los pobres" porque de su educación se ocupó en la Sociedad Patriótica, "y de nuestra filosofía" porque la encauzó por vías modernas. Junto con sus tres principales discípulos -Varela, Saco y José de la Luz- son considerados más tarde por Martí no sólo como parte del patrimonio mayor de nuestra cultura en la primera mitad del siglo XIX, sino como iniciadores de una tradición ética y patriótica hondamente asumida por él. Partiendo de una de sus tesis fundamentales, el principio de la continuidad histórica y moral de la nación (Vitier, 1995, p.14) El rechazo del criterio escolástico de autoridad, caballo de batalla en el plano filosófico y docente, ocultaba una raíz moral en aquellos hombres - señaladamente Caballero, Varela y Luz- que, al no querer someterse a ningún señorío intelectual, estaban echando las bases en su enseñanza para la rebeldía frente al señorío político y no se proyectaban como señores, sino como servidores de la comunidad. (Vitier, 1995, p. 15) Dimensión que Martí percibe y subraya, ligándola a una autoctonía espiritual que define como "dote de la tierra".
"...pero siempre será honra de aquellos criollos la posición que, desde el abrir los ojos, mostraban por el derecho y la sabiduría, y el instinto que, como dote de la Tierra, los llevó a quebrantar su propia autoridad, antes que a perpetuarla". José Martí
Félix Varela (1787-1853) Si importante fue su labor política, su quehacer en las aulas del Seminario San Carlos - donde explicó Filosofía en sustitución de su maestro José Agustín Caballero - lo hicieron famoso. Fue quien sustituyó el latín por el español. En estas clases en lugar de explicar la vieja e ineficaz filosofía, introdujo en sus cursos el estudio de los filósofos más modernos. Constituyó una verdadera revolución en el campo de la educación.
Modernizador del pensamiento, renovador de la enseñanza, sembró desde su cátedra de filosofía los basamentos ideológicos del independentismo y expresó los intereses de su clase insertándolos en las necesidades históricas reales de la colonia. Fue figura esencial e ideólogo del independentismo. Su campo de acción fue múltiple y rico. No fue sólo "el primero que nos enseñó a pensar", sino el primero que nos enseñó a pensar como cubanos en la independencia. Representa la figura más relevante y digna de admiración de la historia cubana durante todo el proceso histórico anterior a las guerras de independencia. En su exilio en EE.UU. realiza lo más importante y trascendental de su labor revolucionaria: la publicación de "El Habanero", primer periódico revolucionario cubano, que editó de 1824 a 1826 en Nueva York; redactado enteramente por él y en el que expresa su pensamiento político. Varela plantea en sus "Lecciones de Filosofía" lo que considera es el patriotismo. En 1827 en Nueva York reproduce este breve ensayo en su "Miscelánea filosófica". Sus ideas sobre el patriotismo tienen aún vigencia. Sólo la entrega absoluta del individuo en beneficio de la patria sin pensar en beneficios personales, es digna de este nombre. "La patria es ara, no-pedestal", como expresará luego José Martí. José de la Luz y Caballero (1800-1862) Sustituyó en 1824 a Saco en la cátedra de Filosofía inaugurada por Varela en 1811. Hombre influyente en sus contemporáneos, dejó una huella honda y perdurable en la sensibilidad moral cubana. Martí -que recibió su legado espiritual desde el tránsito a la adolescencia, en el Colegio de Rafael María Mendive, discípulo de Luz - lo llamó "el padre, el silencioso fundador". José de la Luz y Caballero quería inculcar en la juventud cubana, más que ninguna otra sabiduría, la conciencia de lo justo y de lo injusto. El sentimiento de justicia era el sol del mundo moral; quien veía en silencio una injusticia, afirmó, se convertía en cómplice de ella. Y expresaba casi al final de su vida:
Antes quisiera yo ver desplomadas,
no digo las instituciones de los hombres,
sino las estrellas todas del firmamento,
que ver caer del pecho humano el sentimiento
de justicia, ese sol del mundo moral.
Un moralista activo en su época, vio en ese combate una senda para formar en la juventud valores morales que enfrentaran el individualismo y la falta de solidaridad entre los cubanos. Para él la fraternidad humana, era sinónimo de amor, de igualdad y de justicia entre los hombres. El hombre - según sus palabras - debía pensar para obrar pero también para no obrar. Hablar como se siente, afirmó, y obrar como se debe. Confesar la propia falta era -para él- la mayor grandeza. Luz y Caballero, combatió la tendencia del ser humano -sobre todo en la juventud- de dejarse arrastrar por los placeres banales, físicos, porque mientras que el placer cansa, el trabajo fortifica el espíritu. Sus mensajes a las nuevas generaciones estaban impregnados de patriotismo, de optimismo, porque tenía fe en la juventud. Insistió en la necesidad de ahuyentar el desaliento ante la adversidad: si se cerraba una puerta -decía Luz y Caballero - solían abrirse dos. Para él, sólo el que persevera triunfa. Valoró la voluntad como una fuerza motriz más poderosa que el vapor y la electricidad. Combatió la indiferencia, el egoísmo y la envidia como rasgos negativos de la personalidad. Los hipócritas eran para Luz sepulturas blanqueadas. (Cartaya, 1988, p.19) Desarrolló una actitud intelectual, moral y pedagógica de máxima fecundidad para la generación del 68, cuyas semillas espirituales, a través de Mendive, llegan a Martí. Luz comprendió que todos los problemas de Cuba convergían en uno solo: la esclavitud; que este era, esencialmente, un problema ético, un pecado colectivo, un cáncer social y que para atacarlos desde la raíz había por el momento una terapia efectiva: la educación moral de la clase privilegiada, a la que él mismo pertenecía. Se trataba, mucho más humilde y hondamente, de la enseñanza primaria y secundaria concebida, no como mera información, sino como "formación" humana de la minoría beneficiaria de la esclavitud, destinada a cobrar conciencia de su terrible responsabilidad individual y colectiva y a configurar de un modo u otro, contra la corriente podrida del sistema colonial, los destinos de la patria. (Vitier, 1995, pp. 30-31)
"La moral del interés nos abre un abismo de males: he aquí sus consecuencias forzosas: 1ª. El olvido de nuestros derechos. 2ª. La pretensión de contentar al hombre sólo con goces físicos. 3ª. La degradación del carácter nacional”. (Proposición 143 del Elenco del Colegio de San Cristóbal de Carraguao, 1835)
Luz y Caballero ansió iluminar las conciencias en la verdad y serenarlas en la virtud. Hizo lo justo, no sólo en el sentido moral, sino también, en el sentido histórico. Él "el padre amoroso del alma cubana" como diría José Martí:
“Pudo ser abogado, con respetuosa y rica clientela, y su patria fue su única cliente... Supo cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para trasmitirlo. Sembró hombre”.
Se afirma y crece también el relieve de la nacionalidad cubana con la figura de José María Heredia (1803-1839) Poeta, patriota, precursor y símbolo del independentismo. Es el primer cubano capaz de golpear con su calidad poética inigualable en la emoción de sus lectores. Primer poeta de la patria, ningún poeta expresó como Heredia el paisaje cubano, especialmente a través de la nostalgia del destierro, en toda su hermosura y misterio. Asimismo refleja el sentir ante el desgarramiento de la injusticia, la desarmonía de la humillación, el latigazo y el gemido infamando los campos "vestidos de genial belleza". Se pone de relieve la profunda vinculación de la poesía con la eticidad, lo que será uno de los centros irradiantes del pensamiento revolucionario de Martí. Caballero, Heredia, Varela y Luz muestran la continuidad moral de los hombres de pensamiento que más se vinculan al devenir creador de la nacionalidad y a la obra futura de José Martí. La patria pedía continuidad de la obra de estos fundadores, la naturaleza fue generosa una vez más con nuestra historia. Un mes antes de la muerte del Presbítero Félix Varela (febrero de 1853) nace José Martí quien con los años se convertiría en el mayor pensador y político cubano de todos los tiempos, gestor de la Guerra “Justa y necesaria” que pondría fin al colonialismo español en Cuba.
A medida que el criollo se ligaba fuertemente a Cuba, su tierra de origen, fue perdiendo cada vez más su contacto con España y no estuvo dispuesto a ocupar un lugar secundario frente a comerciantes y gobernantes metropolitanos que lo obligaban a negociar sólo con ellos. Fue surgiendo así un sentimiento nacionalista que encontró su máxima expresión en el siglo XIX con el inicio de las guerras de independencia, teniendo como antecedentes a José María Heredia y Félix Varela entre otros, de Heredia tenemos un fragmento de su Himno al desterrado que nos da cuenta de su profunda conciencia independentista.
Cuba, Cuba, que vida me diste,Dulce tierra de luz y hermosura,¡Cuánto sueño de gloria y venturaTengo unido a tu suelo feliz!Mas, ¿qué importa que truene el tirano?Pobre, sí, pero libre me encuentro:Sola el alma del alma es el centro:¿Qué es el oro sin gloria ni paz?...Aunque errante y proscrito me miro,Y me oprime el destino severo,Por el cetro del déspota iberoNo quisiera mi suerte trocar...
Vale más a la espada enemigaPresentar el impávido pecho,Que yacer de dolor en un lecho,Y mil muertes muriendo sufrir...¡Cuba! Al fin te verás libre y puraComo el aire de luz que respiras,Cual las ondas hirvientes que mirasDe tus playas la arena besar.Aunque viles traidores le sirvan,Del tirano es inútil la saña,Que no en vano entre Cuba y EspañaTiende inmenso sus olas el mar.
José María Heredia. Septiembre 1825.
ED. 1832
En las primeras décadas del siglo XIX, los acontecimientos históricos que se suceden, hacen posible la agudización de las contradicciones y la consolidación de las ideas independentistas, por derivación se acelera el proceso de formación de la nacionalidad cubana. El agotamiento de las diferentes corrientes de pensamiento político que trataban de solucionar los problemas entre la burguesía criolla y la metrópoli colonial, allanan el camino a los sectores revolucionarios más radicales. El fracaso del reformismo y el autonomismo al disolverse las Cortes, la poca acogida del ideal anexionista y el evidente sentido antiesclavista, hacía evidente la profunda crisis por la que atravesaba el sistema plantacionista y el debilitado sistema colonial español. No obstante, la primera mitad del referido siglo se ve signada por una serie de acontecimientos que demuestran de manera fehaciente la necesidad de radicalizar el proceso revolucionario. En el escenario político cubano hay un profundo sentido patriótico, las autoridades españolas han cosechado vientos y están por recoger violentas tempestades. Hay voluntad de hacer amanecer, y la alborada se produce un 10 de octubre de 1868 en el ingenio La Demajagua. Un nombre esta por escribirse en la historia de la nación cubana, Carlos Manuel de Céspedes un abogado bayamés que al dar la libertad a sus esclavos inicia las gestas independentistas poniendo fin a años de sometimiento y apatías. Comienza el largo camino hacia la concreción de la constitución nacional.
La presencia de elementos nacionales en la música cubana.
“La música popular ha proporcionado quizás la más clara y continua seña de identidad nacional, y ha sido a pesar de la comercialización, una zona de resistencia y afirmación...”
( Díaz Quiñónez, Arcadio. Memorias, 131)
Un capítulo aparte merece en este trabajo la música. “Huérfana de tradición artística aborigen, muy pobre en cuanto a plásticas populares, poco favorecida por los arquitectos de la colonia... Cuba ha tenido el poder de crear una música con fisonomía propia que desde muy temprano conoció un extraordinario éxito de difusión. (Carpentier, 7)
Ya entre los aventureros segundones que colonizaron la isla se contaban unos pocos músicos: Porras, el cantor, Alonso Morón, vihuelista y Ortiz el músico fueron los primeros, de los que se tiene noticia, en hacer sonar sus instrumentos en las quietas selvas de Cuba, de ellos se recibía desde fechas muy tempranas el legado musical de la Península.
Tan pronto llegaron los colonizadores se mezclaron diversos elementos del mosaico étnico español que se enfrentaban a los estadíos primitivos -quizá sólo un neolítico temprano- de nuestros pobladores originales. No era posible una asimilación en culturas tan disímiles y una de ellas debió desaparecer aniquilada. Para sustituir a los aborígenes se trajeron esclavizados miles de individuos de distintas etnias africanas. Vinieron por oleadas, igual que los pobladores españoles o de otros lugares de Europa, para enriquecer el caldo social al que Don Fernando Ortiz ha llamado ajiaco ( puchero) Cada uno de estos grupos trajo su música y los modos de hacerla sonar, sus instrumentos, sus narraciones, sus idiomas. La transculturación de sus instrumentos, ritmos, modos de hacer fue conformando nuestra música nacional. Pero no fue hasta muy entrado el siglo XVI, establecidas varias ciudades, identificados los distintos elementos sociales mediante un idioma común, el castellano, cuando se establecieron relaciones de tipo social y económico entre grupos que poblaron tanto en zonas rurales como urbanas en conglomerados que se fueron mestizando biológica y culturalmente.
Las relaciones de trabajo, la dependencia de un grupo numeroso de dominados por el sector dirigente no fue óbice para que se estableciera una interrelación cultural, una transculturación continuada por la cual los negros, esclavos o libertos, asumieron muchos oficios de los blancos, entre ellos el de músicos, y que de inmediato asimilaran instrumentos, formas de tañerlos, géneros musicales, danzas, a las cuales le imprimieron su propia expresión, su dengue, por lo cual pronto serían reconocidos como cubanas.
Por otra parte, mientras España se unificaba se generaban nuevos estilos de música, se recibían influencias de otros pueblos europeos. Estos cambios se recibirían en Cuba. Hacia España y Europa también regresaban las novedades de América y de La Habana, ritmos como la chacona, la zarabanda, la petenera " que se cantaba como punto de La Habana, se extendieron por Latinoamérica “bayles” de las clases “baxas” que escandalizaron a las autoridades eclesiásticas hasta el punto de castigar con la excomunión a la que los ejecutara. El arzobispo de Cuba Antonio María Claret escribía al respecto: “Niñas que vais bailando, al infierno vais saltando”
Las fiestas y los bailes de negros eran prohibidos, y si se permitían era dentro de su cabildo o barracón, pero la influencia de su música se transculturaba en la sonoridad del tiple que ellos asumían y en sus puntos y zapateos. Las pequeñas orquestas que amenizaban igualmente los bailes de la alta burguesía oficial, las fiestas de la Iglesia, el teatro y las fiestas populares también estaban integradas indistintamente por blancos y por negros que interpretaban la misma música, con características criollas, cubanas. La guaracha y el punto cubano, presentes en nuestras fuentes históricas desde el siglo XVIII, alcanzan su desarrollo definitivo a través del siglo XIX, al que podemos titular también el siglo de la contradanza cubana, popular y de concierto. Cerca de un centenar de autores de toda la nación entre los que se pueden mencionar Manuel Saumell, José Lino Fernández de Coca, Tomás Buelta y Flores, Vicente Díaz de Comas, Silvano Boudet, Miguel Failde y muchos otros dejaron un enorme legado de contradanzas y otras piezas bailables como valses, polkas, rigodones, lanceros y danzones.
Aunque en los siglos anteriores "pudieran rastrearse otros vislumbres del amanecer de la conciencia criolla,... esa conciencia sólo empezaría a hacerse visible de un modo indudable, coherente y continuo, a partir de la última década del siglo XVIII y las primeras del XIX" (Vitier; 1995). Junto a la primera generación de patricios nativos hasta José Martí, surgieron músicos como Esteban Salas, autor de música sacra. Con posterioridad, se destacan Antonio Raffelin, Juan París y otros autores de música religiosa. Por la vía de la música de concierto se conocieron músicos con una obra de evidente identidad cubana con canciones, obras para piano, música de cámara, óperas, que abarcan todo el siglo y establecen pautas en las que se van reconociendo unos evidentes elementos nacionales: Manuel Saumell, Fernando Arizti, Nicolás Ruiz Espadero, Laureano Fuentes Matons, Gaspar Villate y Eduardo Sánchez de Fuentes -que realiza su mayor obra en este siglo XX que concluimos. * Habanera tú. Bella cubana (Tema 2)
Pero el músico más importante, que en su obra desarrolla y resume el estilo que definirá nuestra música nacional es Ignacio Cervantes. Si bien tempranamente en nuestra historia aparecen rasgos de criollez en nuestros géneros musicales, Saumell pasó "del mero instinto rítmico a la conciencia de un estilo. Había nacido la idea del nacionalismo" (Carpentier, 1946) No es hasta Cervantes que se confirma esta idea. En él se consolidaban la nación y la nacionalidad de nuestra música.
Quehacer literario
Otra de las manifestaciones culturales que tiene vuelo propio durante este período es el quehacer literario y el mismo desde los inicios, fue fraguado esencialmente en las revistas. Ya desde sus mismos orígenes, la prensa ( El Papel Periódico, 1790) recogió en sus páginas el abigarrado acontecer cultural de la Isla. Dedicado esencialmente a tratar asuntos económicos, el primer periódico cubano no se mantuvo al margen de lo que ocurría en los predios del pensamiento o de la creación artística. Y junto a los "retazos de literatura" que anunciaba su primer editorial, aquellos versos contagiados de la decadencia española del XVIII, compartían el espacio con la cubana prosa de un José Agustín y Caballero que exhibía sus dotes de ensayista en su "Carta de un amigo sobre las tareas literarias" o en el "Teatro histórico, jurídico, político, militar de la Isla Fernandina de Cuba". Más tarde, con el desarrollo de la imprenta, la discusión filosófica, la creación o la crítica literaria se alejaron de los periódicos - más dedicados a las cuestiones puramente políticas y administrativas de la colonia - en busca de su justo sitio en publicaciones de una mayor frecuencia periódica. Así aparecieron, entre otras, la Revista Bimestre Cubana dirigida por el enciclopédico sabio José Antonio Saco y valorada por la crítica de la época, dentro y fuera de la isla, como la mejor publicación de su tipo en lengua española. Del mismo período son también El Argos publicación que recogía el pensamiento revolucionario hispanoamericano de su época; El Observador Habanero con un cuerpo abierto a la ciencia, el arte y la literatura y donde aparecieron algunas de las importantes disertaciones que pronunciara el filósofo Félix Varela en la Cátedra de Constitución del Seminario de San Carlos; o El Revisor Político y Literario, en cuyas páginas, además del padre Varela, colaboraron Francisco de Arango y Parreño, Domingo del Monte y José María Heredia. Más adelante, en pleno auge del romanticismo, prolifera toda una lista de florecientes títulos como El Colibrí y El Artista, La Guirnalda de Cuba, Brisas de Cuba, Floresta Cubana, El Cesto de Flores, El Kaleidoscopio. Especial valor tuvo en esa etapa la aparición de La Revista Habanera (1853-1857) dirigida por Rafael María de Mendive entre cuyos objetivos se encontraba encauzar la creación literaria del país y afirmar el gusto de sus contemporáneos. Ya en las postrimerías de la centuria, junto a La Habana Elegante, donde Julián del Casal - pionero del modernismo - publica sus deliciosas crónicas sobre La Habana y El Fígaro - de prosistas de la talla de Manuel Sanguily, Justo de Lara, Nicolás Heredia y Rafael Montoro -, surge fundada por el filósofo Enrique José Varona la Revista Cubana con la intención de ofrecer un "campo neutral a todas las opiniones y todas las escuelas" y de mantener "siempre vivo el sentimiento cubano contra los desfallecimientos de la hora presente y ante las seducciones falaces de un incierto porvenir."
Los artículos costumbristas cubanos del siglo XIX
La fundación del Papel Periódico de La Habana tuvo mucho que ver también con el auge de artículos costumbristas en el siglo XIX cubano. Los hacendados criollos se sirvieron del papel periódico de La Habana para expresar sus ideales de reformismo. La expresión conservadora de las clases criollas de los dos primeros tercios del siglo fue el reformismo, que nutrió el inicio del proceso de formación de la conciencia nacional y el del sentimiento de la nacionalidad cubana. El artículo de costumbres, crónica de nota pintoresca e intención moralizante, sirvió de expresión a un enfoque reformista de la realidad. Las soluciones a los problemas de la isla se desprendían de las reformas morales y educacionales propuestas. El desarrollo del artículo de costumbre contribuyó, al brindar un cuadro de la época, a resaltar valores, eliminar errores y vicios y a promover el autoreconocimiento de una conciencia nacional en período de formación. Escribieron artículos costumbristas "El Lugareño" (Gaspar Betancourt Cisneros), quien tocó según su gusto temas locales de Camagüey. Pero lo más señalado en ellos fue el destacar los caracteres precisos que luego identificarían a los cubanos, al exponer al hombre en sus tipos y hábitos. José María de Cárdenas y Rodríguez, José Victoriano Betancourt y Anselmo Suárez y Romero son sólo tres de los más destacados. Gracias a las descripciones de paisajes, de costumbres y de personajes, estos autores nos legaron la riqueza, las penurias y las contradicciones de la comunidad cuyo mejor producto histórico fue el descubrimiento de la identidad nacional cubana

Segundo período: 1868 – 1894. La República en Armas y la Tregua Fecunda: crisol donde se constituye la cubanidad.

El 10 de octubre de 1868 se inició la lucha por la independencia nacional, cuando el hacendado y abogado bayamés Carlos Manuel de Céspedes, y un grupo de manzanilleros que conspiraban por la libertad, incendió el ingenio azucarero de su propiedad, "La Demajagua", dio la libertad a sus esclavos y junto con ellos se lanzó a los campos de Cuba a pelear por la libertad. Iniciándose así la primera guerra independentista, que duró diez años (hasta 1878)
Declaración de Independencia
Manifiesto de la junta revolucionaria de la isla de Cuba, dirigido a sus compatriotas y a todas las naciones
Al levantarnos armados contra la opresión del tiránico gobierno español, siguiendo la costumbre establecida en todos los países civilizados. Manifestamos al mundo las causas que nos han obligado a dar este paso, que en demanda de mayores bienes, siempre produce trastornos inevitables, y los principios que queremos cimentar sobre las ruinas de lo presente para felicidad del porvenir.
Nadie ignora que España gobierna la isla de Cuba con un brazo de hierro ensangrentado; no sólo no la deja seguridad en sus propiedades, arrogándose la facultad de imponerla tributos y contribuciones a su antojo, sino que teniéndola privada de toda libertad política, civil y religiosa, sus desgraciados hijos se ven expulsados de su suelo a remotos climas o ejecutados sin forma de proceso, por comisiones militares establecidas en plena paz, con mengua del poder civil. La tiene privada del derecho de reunión, como no sea bajo la presidencia de un jefe militar; no puede pedir el remedio a sus males, sin que se le trate como rebelde, y no se le concede otro recurso que callar y obedecer.
...Viéndonos expuestos a perder nuestras haciendas, nuestras vidas y hasta nuestras honras, me obliga a exponer esas mismas adoradas prendas, para reconquistar nuestros derechos de hombres, ya que no podemos con la fuerza de la palabra en la discusión, con la fuerza de nuestros brazos en los campos de batalla.
Cuando un pueblo llega al extremo de degradación y miseria en que nosotros nos vemos, nadie puede reprobarle que eche mano a las armas para salir de un estado tan lleno de oprobio... No nos extravían rencores, no nos halagan ambiciones, sólo queremos ser libres e iguales, como hizo el Creador a todos los hombres...
Manzanillo, 10 de octubre de 1868. El general en jefe, Carlos Manuel de Céspedes.
* La Bayamesa, escrita por el bohemio trovador Sindo Garay en el 1867. (Tema 1)
El inicio de la guerra de independencia se produce en la región centroriental del país, lo cual no es casual si tenemos en cuenta que la burguesía terrateniente de esta región, la más atrasada del país, se encuentra endeudada y sin posibilidades de revertir la profunda crisis que atraviesa. Sin otra solución posible, deciden pasar a la acción armada. Durante la Guerra de los Diez Años las figuras destacadas corresponden a la burguesía terrateniente, figuras como el propio Céspedes, Ignacio Agramonte y Loynaz, quien organizó la famosa caballería camagüeyana y cayó en combate en 1871; Calixto García, Vicente García, Gaspar Betancourt Cisneros, Salvador Cisneros Betancourt, son los caudillos que lideran la contienda en sus inicios, las limitaciones propias de su extracción social no sólo causaron el fracaso de la guerra sino que provocó la radicalización del proceso revolucionario hacia los sectores más populares destacándose las figuras del dominicano Máximo Gómez Báez, quien organizó la primera carga al machete (la cual se convirtió en lo adelante en la principal arma del Ejército Libertador cubano) y combatió por la independencia de Cuba hasta 1898; del mestizo Antonio Maceo, conocido como el "Titán de Bronce" y Guillermón Moncada.
La Guerra de los Diez Años no tuvo un final feliz, influyó en ello un incontrolable caudillismo y regionalismo desatado entre los dirigentes cubanos que hicieron fracasar la unidad y por ende, la independencia, la indisciplina, las fuertes disputas en el seno de la República en Armas así como la falta de ayuda del exterior ponen fin a diez años de lucha y deja inconclusos los ideales independentistas.
En 1878, el general español Arsenio Martínez Campos propuso al mando cubano el llamado "Pacto de El Zanjón" por medio del cual cesaba la guerra. Muchos de los criollos en guerra no aceptaron las enmiendas del pacto, la voz de Maceo se alzó enérgica al realizar la Protesta de Baraguá a través de la cual expresa su disconformidad con el pacto por considerarlo una paz sin independencia, pero tal gesto era simbólico, lo cierto era que los que protestaban constituían la minoría y finalmente se vieron obligados a claudicar.
La Constitución de Guaímaro, primera Ley Suprema que regía los destinos de la República en Armas construyó los cimientos de la nacionalidad y sirvió de elemento aglutinador del pueblo cubano y le proveyó al mismo de sus principales atributos, sus símbolos patrios así como de las leyes fundamentales que regirían los destinos de la patria y de sus ciudadanos. En fin, los diez años de lucha no hicieron más que consolidar la cubanidad y a profundizar las diferencias irreconciliables entre la metrópoli española y las fuerzas vivas del país. En los años subsiguientes la labor conspiradora continúa y las fuerzas revolucionarias en el exilio comienzan a organizarse. No faltarían nuevos intentos de levantamientos y expediciones que terminarían en el fracaso: el plan de la Fernandina y el Gómez - Maceo así como la Guerra Chiquita (1879: iniciada por el General Calixto García y que dura apenas un año), caracterizaron años de intensa frustración que debido a la constante actividad revolucionaria y a la labor promisoria de José Martí ha sido denominada como la Tregua Fecunda, años en que a través de la actividad de los patriotas en los clubes revolucionarios y con la constitución del Partido Revolucionario Cubano, se logra aunar voluntades y consolidar los posibles actores revolucionarios en la unificación de todas las generaciones de patriotas. Con la firma del Manifiesto de Montecristi se definen los últimos detalles y se concreta la unidad revolucionaria de los principales líderes revolucionarios. Con la llegada de Martí, Maceo y Gómez a la isla se inicia la Guerra del 95.
Como hemos mencionado con anterioridad durante la República en Armas, se establecieron nuestros atributos nacionales, que como símbolos patrios que son, llevan implícitos verdaderos rasgos que nos caracterizan. La bandera cubana fue enarbolada por primera vez en 1850 en la ciudad de Cárdenas por un grupo de insurrectos contra la corona española. Sus tres listas azules representan los departamentos en que se hallaba dividida la Isla en aquellos momentos. Las dos listas blancas evocan la pureza de las ideales independentistas del pueblo cubano. El triángulo equilátero representa la libertad, la igualdad y la fraternidad, ideales revolucionarios de fuerte ascendencia en los cubanos. El rojo del triángulo es el anuncio de la sangre que sería necesario verter para alcanzar la independencia. La estrella solitaria es símbolo de absoluta libertad entre los demás pueblos. Por su parte, nuestro Escudo Nacional tiene la forma de una adarga ojival. La llave dorada que aparece en el campo superior hace referencia a la posición de Cuba entre las dos Américas (de ahí el nombre de "Llave del Golfo") El Sol simboliza el nacimiento de un nuevo Estado. Las tres franjas de color azul turquesa separadas por listas blancas representan los departamentos en que estaba dividida Cuba en épocas de la colonia. La palma real que aparece en el tercer espacio o cuartel simboliza el carácter indoblegable del cubano, ya que este árbol soporta en pie los más furiosos vendavales.
El Himno Nacional de Cuba, por su parte, es el anteriormente llamado Himno de Bayamo. El abogado y músico bayamés, Pedro Figueredo, compuso en 1867 la melodía y un año después, el 20 de octubre de 1868, cuando las tropas independentistas tomaron la ciudad de Bayamo, escribió su letra. En la misma se confirman las ansias de obtener una verdadera independencia.
Al combate corred bayamesesque la Patria os contempla orgullosano temáis una muerte gloriosaque morir por la Patria es vivirEn cadenas vivir, es viviren afrenta y oprobio sumidosdel clarín escuchad el sonidoa las armas valientes corred.

Tercer período: 1895 – 1900 La Guerra justa y necesaria: La revolución inconclusa. Guerra hispano – cubano – norteamericana.
En 1878 surgió la figura culminante de las luchas cubanas por la independencia: José Martí (1853-1895), quien fundó el Partido Revolucionario Cubano y dirigió guerra de 1895. Máximo Gómez y Antonio Maceo continuaron luchando y extendieron la guerra desde el oriente del país a toda Cuba. España nada pudo hacer ante el avance de las tropas independentistas.
Martí y la revolución democrática en Cuba. El 5 de enero de 1892 se aprobaron las Bases del Partido Revolucionario Cubano. Este partido fue, en primer lugar, el producto de los esfuerzos de José Martí para cohesionar las fuerzas sociales cubanas interesadas en la independencia nacional y para dotar al nuevo movimiento redentor de un órgano de dirección política y de coordinación de las acciones insurreccionales. Definiéndolo, el propio Martí apuntó: “El Partido Revolucionario Cubano es el pueblo de Cuba”.Los fines que perseguía el PRC están claramente expuestos en sus Bases, redactadas por Martí, y eran los siguientes: Lograr la independencia absoluta de Cuba y contribuir a la de Puerto Rico; Preparar, a ese efecto, la guerra necesaria, “generosa y breve”, mancomunando las voluntades y los esfuerzos de los distintos sectores separatistas; y establecer los fundamentos democráticos de la república que nacería al desaparecer la dominación colonial. Las Bases del PRC aluden a un enemigo externo que ponía en peligro a la soberanía de la futura república. Ese enemigo, con el que la prudencia aconsejaba mantener “relaciones cordiales” en los instantes en que se gestaba la guerra independentista, era el imperialismo norteamericano, que se hallaba en una etapa de ascenso vertiginoso. En el artículo 3 de las Bases se subraya que la revolución no debía contraer “compromisos inmorales con pueblo u hombre alguno”. En las labores del PRC, Martí tuvo la colaboración de dos eminentes cubanos: el socialista utópico Diego Vicente Tejera y el marxista Carlos Baliño.Tejera fundaría, en 1899, el primer partido socialista cubano. Por su parte, Baliño, que fue uno de los fundadores del PRC, organizó en 1903 un Club de Propaganda Socialista, mediante el cual desplegó campañas de divulgación del “socialismo científico”. En 1925, Baliño fundaría, junto al líder estudiantil Julio Antonio Mella, el primer partido comunista de Cuba. La presencia de Tejera y Baliño en el PRC fue posible, ante todo, porque éste funcionaba como un “frente nacional”. En el triunfo de la causa del PRC -la independencia del país y la fundación de una república soberana y democrática- estaban interesados diferentes clases y sectores de la sociedad cubana, desde la alta burguesía azucarera, cafetalera y ganadera (en gran parte depauperada por las guerras independentistas), el campesinado y la mediana y pequeña burguesía urbana, hasta el proletariado. Éste último había alcanzado, en las postrimerías del siglo XIX, un notable crecimiento en número y en conciencia de clase. No olvidemos el elocuente detalle de que, en la emigración, la base social del PRC la constituían mayoritariamente los trabajadores de las factorías tabaqueras de Tampa y Cayo Hueso. El fundado y dirigido por Martí era, pues, como se diría hoy, un partido de frente amplio, con objetivos situados por encima de clases y tendencias ideológicas. En él se reconocían todas las fuerzas sociales que convergían en el anhelo de sustituir el asfixiante autoritarismo de la colonia por un régimen democrático que, en una república soberana, garantizase el desarrollo de las fuerzas productivas de la nación. Martí, fuente de inspiración política y ética que continúa manando, nuevamente nos señala el camino que debemos seguir.
Guerra del 98: la cara oculta de una resolución
En la madrugada del 18 de abril de 1898, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la llamada Resolución Conjunta sobre la situación cubana, sancionada dos días después por el presidente William McKinley. En su cláusula primera, la citada resolución reconocía el derecho de Cuba a la independencia. La segunda exigía a la Corona española renunciar a sus impuestas prerrogativas en la isla y abandonar su territorio. Seguidamente se autorizaba al presidente McKinley para hacer cumplir el documento con el uso de la fuerza. Por último, Washington declaraba no abrigar propósitos expansionistas sobre Cuba y se comprometía a retirarse del país caribeño una vez establecida la paz, dejando a los cubanos la administración de sus asuntos. A pesar de la mayoría de votos favorables alcanzada por la Resolución Conjunta en el Congreso norteamericano, se ha dicho que la inclusión de las cláusulas que reconocían los derechos de Cuba y de sus naturales a la soberanía se debió, por una parte, a las gestiones de la Junta Cubana de Nueva York, la cual recompensó espléndidamente a varios influyentes congresistas. También, razones de índole política y económica movieron a algunos miembros de la Cámara y el Senado a promover dichas cláusulas, que no podían ignorar la determinación de los cubanos por la independencia. Sin embargo, el Congreso estadounidense eliminó del texto una disposición que reconocía la legitimidad del Gobierno de la República en Armas (proclamado por los independentistas de la isla), soslayando así las aspiraciones de la revolución iniciada en 1868, continuada en los 80 y luego reanudada en 1895.
Peligrosas deudas
No era por alardes chovinistas que, pese a haber manifestado su disposición a apoyar a las fuerzas norteamericanas en la guerra contra España, el general cubano Calixto García, del Ejército Libertador, advertía: "quiero que el cañón cubano suene antes de que el de los yanquis". Los patriotas de la isla sabían bien con quiénes habrían de verse una vez derrotados los españoles. Prevenidos estaban sobre el peligro de contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.
El 21 de abril se declaraba el estado de guerra y se rompían las relaciones diplomáticas entre Washington y Madrid. Estados Unidos, que desde el principio relegó a los cubanos, se ocupó más tarde de incumplir su propia resolución. Los años posteriores de intervención y de carboneras justificarían los recelos de los cubanos. El verdadero fin de la Resolución Conjunta aprobada por el Congreso yanqui en abril del 98 era dar visos de legalidad a la intervención estadounidense en el conflicto hispano-cubano, a la vez que refrendar la nulidad de la parte mambisa (los independentistas), ignorando la representatividad de su gobierno en armas. Tal procedimiento, desempolvado muchas veces después por la Casa Blanca, inició una historia que se alarga hasta 63 años más tarde, hasta abril de 1961 en Playa Girón, cuando nuestro pueblo reafirmó con su victoria en menos de 72 horas, la voluntad de llevar hasta el final la obra revolucionaria que pretendía echar por tierra el Imperialismo con su invasión militar, precedida y luego sucedida por incontables acciones desestabilizadoras, sabotajes, atentados, bloqueo y maniobras de desinformación. Cien años de menosprecio yanqui explican el sentimiento antimperialista de los cubanos, para quienes independencia y soberanía van ligados al respecto y a la dignidad.
El 4 de abril de 1898 el Journal, de Nueva York, lanzó su primera plana con grandes titulares en tinta roja sobre la guerra de Cuba, a la cual dedicaba las tres primeras páginas. En esa edición, dicho periódico (que días atrás había anunciado la inminente declaración de guerra estadounidense contra España) sugería la entrada inmediata de Washington en la contienda que el mambisado cubano le iba ganando al ejército colonialista de Madrid. Ya en febrero del propio 1898, la prensa norteamericana había levantado gran revuelo alrededor de la explosión del acorazado Maine (auto sabotaje) en el puerto de La Habana. Era innegable que se atizaban los ánimos y se preparaba a la opinión pública para la intervención yanqui en el conflicto hispano-cubano, ya virtualmente decidido a favor de los antillanos. Ya en 1898, ante la inminente victoria cubana sobre España, Estados Unidos veía peligrar la oportunidad de anexarse a Cuba si la isla alcanzaba por sí misma la independencia. Para Washington era apremiante involucrarse en el conflicto, poniendo a su favor el esfuerzo de los cubanos. La prensa norteamericana se esmeró entonces en manifestar el destino de la fruta madura. La historia posterior es conocida. Aniquilada la escuadra española en la bahía de Santiago de Cuba, el arrogante ejército norteamericano ignoró a las tropas mambisas que comandaba Calixto García.
Los arreglos entre Estados Unidos y España, soslayando la voluntad cubana, revelan en cada documento y en cada gesto el propósito colonial norteamericano sobre la ínsula antillana. La guerra hispano- cubano-norteamericana, primera de carácter imperialista en la historia contemporánea, revela cómo son manipulados en el capitalismo los órganos de información para condicionar la opinión pública. Lo mismo sucedió en Vietnam, Panamá de 1989, o más recientemente en la Guerra del Golfo e Iraq.
Fue la contienda hispano-cubana-norteamericana la que desencadenó una permanente injerencia yanqui en la vida cubana. Injerencia que aún hoy, desde el territorio ilegalmente ocupado por la base naval de Guantánamo, alerta a los cubanos contra los aullidos de la sirena propagandística de Estados Unidos. Con la ocupación militar de la isla por el ejército norteamericano se inicia una nueva etapa, la república neocolonial, con símbolos patrios, pero dependiente política y económicamente, con gobiernos corruptos y entreguistas realizando los designios de los intereses norteamericanos.
Inclinación Patriótica de Músicos Populares Cubanos
El fin de siglo pasado marca el inicio de una época de definición en el quehacer musical cubano, donde en lo popular afloran y toman cuerpo los principales géneros de nuestra música. Coincide en lo social, y se nutre, del momento de maduración de la nacionalidad cubana que se enfrascaba en su lucha contra el dominio de España.
Pepe Sánchez nacido en Santiago de Cuba en 1856 e iniciador del bolero tradicional cubano, se destacó por sus actividades patrióticas. Fue amigo personal de los principales Generales Santiagueros de las Guerras de Independencia y a Guillermón Moncada dedicó su bolero "En el calabozo", cuando este se encontraba recluso. El mas grandioso trovador cubano Sindo Garay, también nacido en Santiago de Cuba un año antes del inicio de las Guerras de Independencia nadó en varias ocasiones la bahía de Santiago de Cuba trasladando proclamas independentistas, desde el ferrocarril hasta la Boca de Caimanes para entregar mensajes de las tropas del General Antonio Maceo. Emiliano Blez otro gran trovador santiaguero nacido en 1879 dijo en entrevista al Musicógrafo santiaguero Alberto Muguercia “... al poco tiempo de eso que estoy contando estalló la Guerra de Independencia y yo me fui para el monte... ". En 1898 con solo 19 años, Patricio Ballagas natural de Camagüey, se alista en el Ejército Libertador y compuso en ese año su canción "Despedida del Recluta" inspirado en ese momento de su vida. Ramón Ivonnet conocido trovador Santiaguero en 1896, cuando contaba también con solo 19 años, se une al Ejército Libertador en el Estado Mayor de Maceo y en ese mismo año muere en combate. Por su parte la Soprano Ana Aguado quien en 1889 partió hacia los Estados Unidos, tomó parte en numerosos festivales con el fin de recaudar fondos para la guerra de independencia, participando en otras actividades junto a José Martí. El compositor y director de orquesta holguinero, Manuel Avilés, combatió en la guerra de independencia alcanzando el grado de sub-teniente del Ejército Libertador. Hubert de Blanck, el gran músico cubano-holandés, en la emigración contribuyó artísticamente a las fiestas patrióticas y a las colectas de fondo para la lucha. Participación similar tuvo el compositor, profesor y organista santiaguero Rodolfo Hernández. Uno de los iniciadores del bolero tradicional cubano, Nicolás Camacho, participó en las guerras de Independencia contra España uniéndose a las tropas del General Antonio Maceo en 1985 llegando al grado de teniente. Rafael Inciarte Ruiz, multifacético músico guantanamero, organizó y dirigió la Banda del Estado Mayor del Ejército de Oriente, en plena Guerra de Independencia, bajo el mando de José Maceo, terminando la guerra con el grado de capitán. El padre de Manuel Corona combatió en Cienfuegos en las tropas del Brigadier González. El padre de Miguel Companioni trovador espirituano (autor de Mujer Perjura) alcanzó el grado de Capitán del Ejército Libertador. De igual forma Lorenzo Hierrezuelo, integrante del legendario dúo "Los Compadres" fue hijo de un teniente del Ejército Libertador y nieto materno de una india siboney.
Tratado de París
En 1898 España estaba exhausta, sin recursos ni energías para continuar la guerra que durante tres décadas sostuvo contra los patriotas cubanos. El desenlace a favor de los cubanos era sólo cuestión de tiempo, según reconocían incluso jefes del ejército colonial. Entró entonces en la guerra hispano-cubana una potencia que marcaría la historia de la isla en el próximo medio siglo: Estados Unidos. Llegada su derrota, las fuerzas de Madrid, no tenía otro camino que aceptar la capitulación y solicitar la paz. Tras la firma de un armisticio y de maniobras diplomáticas, representantes españoles y de Estados Unidos se reunieron en Francia para establecer un acuerdo de paz entre ambas naciones beligerantes. Así estaban las cosas el 10 de diciembre de 1898 cuando, a espaldas de los cubanos, fue suscrito el tratado de París, documento que ponía fin a la dominación colonial española en la Isla, pero al mismo tiempo la ataba de pies y manos para que el vecino del Norte hiciera de ella lo que quisiera. Los representantes del pueblo cubano fueron excluidos de las negociaciones del Tratado de París, documento que en ninguno de sus artículos mencionaba la independencia de Cuba. En uno de sus párrafos plantea que, "en atención a que la Isla cuando sea evacuada por España va a ser ocupada por estados Unidos, mientras dure su ocupación tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que por el hecho de ocuparla les impone el derecho internacional para la protección de vidas y haciendas".
Hombres como Bartolomé Masó, Manuel Sanguily, Enrique Collazo, Salvador Cisneros Betancourt y otros patriotas manifestaron su justo repudio a la política intervencionista yanqui dirigida contra la legítima independencia cubana.
Además de imponer un régimen militar encabezado por un general norteamericano, el tratado de París le otorgaba a Estados Unidos la posesión de territorios pertenecientes al colonialismo español como las islas de Puerto Rico, Guam y el archipiélago de las Filipinas. Ese era el botín de guerra de una potencia vencedora que imponía las condiciones con las que intervenía en esas tierras, demostrando abiertamente su voracidad imperialista. Las intenciones del poderoso vecino del norte eran evidentes desde el primer momento bajo el disfraz de una supuesta ayuda generosa del pueblo cubano. Con el Tratado de París, el gobierno de la Isla no pasó a manos de los patriotas cubanos, quienes habían librado dos guerras de liberación por su absoluta y total independencia. El sueño de los grandes próceres cubanos quedó pospuesto hasta enero de 1959.

Cuarto período: 1901 – 1958. La república mediatizada.

El inesperado fin de la guerra del 95 cercenó no sólo la posibilidad de construcción de una República independiente y el sueño martiano de un país “Con todos y para el bien de todos”.
En 1901, el Senado y la Cámara de Representantes norteamericanos aprobaron la Enmienda Platt, la cual permitía la "soberanía" de Cuba, pero autorizaba al gobierno norteamericano a intervenir en cualquier momento en el país, y dejaba establecido que el gobierno de Cuba debía arrendar a los Estados Unidos "las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el presidente de los Estados Unidos." El 20 de mayo de 1902 a Cuba se le concedió, después de tres años bajo tutela estadounidense, una independencia formal controlada por una oligarquía dependiente de Washington que convirtió al país, de hecho, en neocolonia de Estados Unidos. Desde entonces, se sucedieron gobiernos entreguistas y corruptos e intervenciones norteamericanas que cumplían la misión de conceder cada vez más las riquezas de la nación a intereses foráneos.La música en la República.

“Mamá yo quiero saber
¿De donde son los cantantes?
Que los encuentro galantes
y los quiero conocer.
Con sus trovas fascinantes
que me las quiero aprender”.
Canción popular.
Al instaurarse la república en l902, se inauguraron varios teatros: El Tacón, el Albisu y el Irijoa en La Habana, el Sauto en Matanzas, el Terry en Cienfuegos, La Caridad en Santa Clara y el Principal en Camagüey en los cuales se escuchaban zarzuelas españolas, óperas italianas y francesas y solistas que venían desde varios países europeos. Muchos músicos cubanos habían viajado a París "como José Domingo Bousquet, violinista, José White, violinista y compositor, Claudio Brindis de Salas, también violinista que fue llamado el Paganini negro y el compositor y pianista José Manuel (Lico) Jiménez, entre otros. En aquel momento se conocieron obras de autores cubanos que dieron vida, a aquellos teatros que fueron visitados por numerosos artistas, compositores, pianistas, sopranos, bailarinas, y compañías de teatro que venían de Europa en gira por toda la América, y hacían escala en nuestra Capital y las otras ciudades de provincia.
En otros niveles de la población se conocían fiestas populares tradicionales como los carnavales, las fiestas de la Cruz de Mayo, las fiestas patronales o de carácter familiar que atraían a grupos musicales que amenizaban los bailes; o a grupos de cantadores como las Tandas de Guaracheros, los trovadores y los campesinos decimistas. En los salones elegantes y en bailes más populares se habían bailado valses, polkas, rigodones, galops, de origen europeo pero también contradanzas y danzas cubanas que dieron origen al danzón. El carácter privado de las fiestas daba lugar a una sectorialización por la división de clases existentes, pero cada uno de estos sectores tenía ya definida su música desde los primeros años del siglo XIX en los que apareció un teatro vernáculo con definiciones nacionales en la música, los temas y personajes, desde donde se desarrolló la guaracha como primer género musical del teatro y se afianzaron los estilos de la canción lírica cubana y la canción popular. Allí también se fueron perfilando los conjuntos instrumentales, como la orquesta típica o de metales, los dúos y tríos, los órganos de cilindros, los conjuntos de acordeón timbal y güiro y los de tiple y güiro que acompañaron a decimistas.
Los rasgos nacionales en nuestra música estaban ya definidos, de manera que durante el siglo XX se produjo una identificación de sus caracteres principales y un proceso de transculturación que llevó al desarrollo de algunos de los géneros de danza y canto y a la desaparición de otros.
En las dos primeras décadas del siglo, apenas si en poblaciones de campo se bailaban polkas ejecutadas por organillos o conjuntos de carnaval "como en Remedios y Camajuaní--, se dejó de bailar un gran número de danzas, como la habanera y el vals. La cuadrilla, el galop y el rigodón desaparecieron sustituidos por el pasodoble español, los One y Two step norteamericanos y el tango argentino.
Un acontecimiento importante fue el invento del disco fonográfico y el establecimiento en La Habana, en l906, de la primera agencia distribuidora para la América Latina. Comenzaron a grabar artistas populares: orquestas de danzón, trovadores campesinos, cantadores de canciones populares, artistas del teatro vernáculo, y cantores líricos, la primera de los cuales fue la soprano cubana Chalía Herrera. Este medio de comunicación amplió la posibilidad de creación musical, del desarrollo y expansión de nuestra música por toda Ibero América y el intercambio con otras naciones americanas de géneros nacionales como fue el tango, el bambuco "adoptado por casi todos los trovadores de importancia cubanos en aquella época como Rosendo Ruiz, Sindo Garay, Manuel Corona, María Teresa Vera y otros.
En aquel mismo momento de inicios de la República se dio a conocer por dos compositores de danzones, Papaíto Torroella y Antonio María Romeu, una nuevo conjunto para ejecutar danzones a los que se le llamó charanga francesa, en le que se eliminaban todos los instrumentos de viento excepto la flauta y se cambiaba el timpani por una pailita, incluyendo el piano, cambió su estructura y sonoridad al adoptar el montuno de son y cambiar su formato instrumental hasta introducir un cantante solista en los años treinta. Este cambio fue fundamental por la anuencia que recibió de inmediato. El piano había sido desde el siglo anterior un instrumento concertante presente en todas las casas elegantes, y proliferaban los maestros de piano que interpretaban danzones a petición de las familias. Al ser un pequeño grupo - así lo definen los diccionarios antiguos -, la charanga se prestaba para ejecutar danzones en pequeños locales o casas de familia, y la presencia del piano en ella permitió el desarrollo de un virtuosismo, no sólo del piano sino de la flauta y otros instrumentos que a través del siglo XX demostrarían su importancia.
* Danzón descarga“Como canta el contrabajo” y La Rosa Oriental. Danzonete)
En estas dos primeras décadas también se desarrolló el son, género que se conocía en las zonas rurales de la antigua provincia de Oriente y cuyos elementos de estilo fueron integrándose en la música urbana. El son se conocía desde principios de siglo, pero fue aceptado como género bailable de fuerza pujante al organizarse el Sexteto Habanero en l920 y grabar los primeros discos. Ya se habían grabado discos de trovadores con todos los estilos de canción, y los soneros comenzaron a sumar a sus sones ancestrales, la fusión de canciones conocidas con un montuno final, que dio como resultado el bolero-son, la guaracha-son, la guajira son, etc. para quedar luego como formas diferenciadas dentro de la gran expansión de lo son. La ampliación del sexteto al conjunto, la adopción de los elementos del son por los jazz band y las charangas, la entrada de un cantante a éstas a través del danzonete y los cambios posteriores del danzón clásico al danzón de nuevo ritmo, establecieron una serie de cambios en la música bailable, que se exportaba a través del disco, giras de grupos y artistas, que sentaron base para los cambios que ha tenido la música cubana a partir de los cincuenta.
*Escuchar Huellas del pasado en las voces de Compay Segundo y Pablo Milanés, Guántanamera y Échale salsita
La canción popular, con distintos estilos o especies, cantada por intérpretes creadores, solistas o en grupos acompañados de guitarra, tuvo una amplia difusión en teatros y cines silentes con creadores venidos de otras provincias como Sindo Garay, Rosendo Ruiz, Alberto Villalón, Manuel Corona y María Teresa Vera. La canción lírica ocupó los escenarios de los teatros habaneros con obras de Jorge Anckerman, Gonzalo Roig, Jaime Rodrigo Prats, Eliseo Grenet, Moisés Simons y Ernesto Lecuona, el compositor más prolijo y reconocido mundialmente. Para interpretar las obras de estos autores se distinguieron artistas líricos que participaban en los conciertos de música cubana, organizados primero por Sánchez de Fuentes y Anckerman, luego por Ernesto Lecuona, promotor importante de artistas para los que escribía obras especialmente, en los que se destacaron Caridad Suárez, María Fantoli, Rita Montaner, Tomasita Núñez, Esther Borja, María de los Ángeles Santana, Miguel de Grandy y muchos otros que promovieron la excelencia de nuestro teatro lírico.
Junto a este desarrollo, que puede centrarse en las tres primeras décadas del siglo XX, surgían inquietudes intelectuales contradictorias con la política imperante, que producían movimientos como la Protesta de los Trece, el Grupo Minorista y el movimiento hacia la valorización presente en nuevos aspectos de la cultura nacional, como fue el Afro cubanismo, liderado por pintores, literatos, músicos y poetas que representaron en su obra aspectos importantes de la cultura material, el pensamiento y la música del negro como parte de nuestra integración nacional. Fernando Ortiz y sus estudios etnográficos y sociales, Nicolás Guillén, con sus Motivos de Son, Amadeo Roldán y Alejandro García Catarla, con obras sinfónicas en las que integraban elementos raigales de la música afrocubana, los pintores Mariano Rodríguez, Carlos Enríquez, Eduardo Abela y otros, Alejo Carpentier que realizó investigaciones con Amadeo Roldán, y luego escribió los libretos para la Rebambaramba y el Milagro de Anaquillé, y el libreto de Manita en el Suelo, de A.García Caturla, fueron índices destacados de un inicio y desarrollo de la vanguardia en las artes y letras cubanas.
La creación en los primeros años de los veinte de dos orquestas sinfónicas, una por Gonzalo Roig y Ernesto Lecuona, y otra por Pedro Sanjuán y Amadeo Roldán la fundación de la radio por Luis Casas Romero y luego la de una Coral por María Muñoz de Quevedo fueron los instrumentos que posibilitaron el estreno de grandes obras de autores cubanos y universales como Lecuona, Roig, Roldán, García Caturla. Se estrenó en Cuba la IX Sinfonía de Beethoven, La Vida Breve y Noches en los Jardines de España, de Manuel de Falla, La Obertura sobre temas cubanos, de Amadeo Roldán, entre otras. Este fue el inicio de una serie de cambios favorables a la cultura que se desarrollaba por instituciones no oficiales en las que tomaban parte grupos, y sociedades y patronatos que apoyaron económicamente estos esfuerzos. La Sociedad Pro Arte Musical, La Sociedad Lyceum Lawn Tennis Club, y otras, tuvieron un rol importante que favoreció la presencia de artistas extranjeros de primer nivel, la Fundación de grupos, como el de ballet que culminó en el Ballet de Cuba bajo la dirección de la bailarina Alicia Alonso y el coreógrafo Fernando Alonso, el de guitarra, dirigido por Isaac Nicola, de donde surgió la Sociedad Guitarrística, además de la formación de cuartetos, conjuntos de cámara, la Orquesta de Cámara de la Habana, etc.
La cancionística también encontraba nuevos medios de expresión. La radio, el disco y el cine sonoro nos comunicaban con sonoridades novedosas que adoptaban los creadores e intérpretes. El bolero había cambiado su estructura rítmica al sonearse, y los compositores creaban arreglos instrumentales para conjuntos, bandas de metales con piano -un jazz band cubanizado--, y buscaban intérpretes con nuevas formas de expresión. Luego, la presencia de autores-intérpretes que se acompañaban de guitarra y creaban melodías y armonías novedosas, textos intimistas, de clara influencia norteamericana, iniciaron el movimiento llamado feeling, que llegó para quedarse y definir luego los siguientes cambios
El danzón de nuevo ritmo abría posibilidades de cambios que determinaban nuevas coreografías y surgían el mambo y el chachachá como nuevos estilos de baile de pareja desenlazada, con participación colectiva en ruedas de casino. Mientras las orquestas introducían coros cantados por los propios músicos en sustitución del solista que había representado un amplio cancionero de danzones cantados. La docencia de la música, sostenida por instituciones y conservatorios privados y el Conservatorio Municipal de La Habana, en el que fue director y profesor de composición Amadeo Roldán había iniciado una revisión de los planes de estudio, que fue continuada sus seguidores y en aquel plantel, creando José Ardévol con sus alumnos el Grupo de Renovación Musical, continuador de los postulados de la vanguardia iniciados por Roldán y Caturla. Este grupo se unía estéticamente al Grupo Orígenes, que vinculó poetas y escritores, pintores, y músicos. Otra institución que agrupa intelectuales, de vanguardia, es la Sociedad Nuestro Tiempo, que promueve exposiciones, cine de arte, conciertos de música de vanguardia, conferencias, funciones de teatro y danza.
Es importante señalar que a partir de estos conjuntos y otros muchos, el repertorio de sones se incrementó con el de los distintos estilos de canción que ellos habían cantado, cambiando el ritmo al del son y sumándole un montuno. De modo que muchas canciones con un ritmo definido como el bolero, la criolla y la guaracha, se convirtieron en bolero-son, criolla-son, guaracha-son, etc. trasladando la función cantable de aquellas a la función bailable de éste. A partir de estos préstamos, primero en el danzón y luego de los estilos de canción, este género ha estado presente en todos los cambios de estilos, fusiones, innovaciones que han trascendido como línea evolutivas de aquel germen integral de la música bailable cubana que fue el primitivo son hasta los estilos más actuales que han llegado a la salsa.
El conjunto de jazzband que se introdujo en Cuba para ejecutar la música norteamericana, nos relacionó de nuevo con los instrumentos de aliento que habían sido eliminados de la orquesta típica de danzón sumando la banda de saxos, la guitarra, el banjo y la batería, pero muy pronto comenzó a ejecutar música cubana y pasodobles alternando con los fox-trot, el charlestón y más tarde el swing y otros estilos más modernos.. Estos conjuntos quizás por la influencia de las grandes orquestas norteamericanas que ejecutaban música cubana muy estilizada -al estilo de Xavier Cugat-, comenzaron a utilizar en sus repertorios rumbas y congas "de salón", eliminando los tambores, cajones o instrumentos que se utilizaban en sus fases más primarias y populares. El incremento de sus repertorios incluyó boleros, guarachas, sones montunos, y las antedichas congas y rumbas. Estas orquestas se nutrían de músicos técnicamente cultivados, instrumentistas virtuosos, y orquestadores que realizaban arreglos a géneros cubanos de moda. Por esa vía, el jazzband, contaba pianistas como Anselmo Sacasas, Armando Oréfiche, Pedro Jústiz (Peruchín), Bebo Valdés, Joseíto González, o trompetistas y trombonistas como Manolo Castro, Alejandro el Negro Vivar, Chico O’Farrill, el guajiro Mirabal, Generoso Jiménez, saxofonistas como Osvaldo Rodríguez, Emilio y Osvaldo Peñalver, Armando Romeu; percusionistas como Guillermo Barreto, Tata Güines y Changuito. Con músicos como éstos las características del jazzband fueron cambiando hasta llegar a castellanizar el nombre con la Banda Gigante de Beny Moré.
Mata Siguaraya, Yo soy el punto cubano y Cumbanchero
Por otra parte, elementos de la canción norteamericana se habían asumido por otro grupo de jóvenes que reunidos en peñas para crear y cantar. Buscaban nuevas formas de tañer la guitarra, con acordes alterados y aumentados, con nuevos textos intimistas que se "decían" más que cantarlos. La influencia llegó al nombre: "cantar con feeling" y fueron sus precursores: José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Ñico Rojas, Luis Yáñez. Coincidentemente con el nuevo ritmo y el filin se había desarrollado de nuevo el bolero cantable, por autores que a la vez eran repertoristas de grupos armónicos y de cantantes solistas. Se mantenía el estilo de bolero-son introducido por Miguel Matamoros veinte años antes, las orquestas tradicionales de danzón mantenían un cantante para ejecutar boleros, canciones, etc., en tiempo de danzón, y los llamados Conjuntos de Son, como Arsenio Rodríguez con Miguelito Cuni, el Conjunto Casino, a Roberto Espí, y Roberto Faz, la Sonora Matancera a Bienvenido Granda y Celia Cruz. Las orquestas jazzband tenían cantantes que ejecutaban boleros, guarachas, guajiras: Riverside con Tito Gómez, la Orquesta Casino de la Playa con Miguelito Valdés, la Orquesta de Julio Cueva con Manuel “Puntillita” Licea.
Todo este panorama ocurría en las décadas del 40 y 50 cuando la radio había alcanzado un alto nivel, con radioemisoras que tenían estudios en los que se realizaban grabaciones de artistas nacionales y extranjeros. Para el trabajo de estas emisoras los repertoristas- compositores como Orlando de la Rosa, Adolfo Guzmán, Aida Diestro, Isolina Carrillo, Rafael Somavilla, hacían arreglos instrumentales. Así la radio organizó una orquesta sinfónica que acompañó los cantantes líricos y los cancioneros de toda esta etapa, que alcanzó mayor desarrollo en l952 al iniciarse los programas para la televisión.
Orlando de la Rosa había organizado un cuarteto de voces que él acompañaba con Elena Burke, Omara Portuondo, Roberto Barceló y Aurelio Reynoso. Facundo Rivero tuvo el Conjunto Siboney en el que participó Isolina Carrillo y Marcelino Guerra. Los dúos, tríos y cuartetos armónicos ocuparon un período amplio, destacándose el Dúo Hermanas Martí y el Trío de Las Hermanas Lago, El Trío Taicuba, el Cuarteto D’Aida, el Cuarteto de Orlando de la Rosa, el Cuarteto Los Modernistas, Meme Solís.
Todo este movimiento cancionistico se reflejó en otras ciudades latinoamericanas, ya que la música que se elaboraba para cubrir las necesidades de la radio en todas las capitales tenía características homogéneas por su carácter cosmopolita. Eran muy semejantes los estilos de Agustín Lara y María Grever, Pedro Flores y Chelo Velázquez, Rafael Hernández Bobby Capó o de Osvaldo Farrés, Pedro Junco, Bobby Collazo, Julio Gutiérrez, Orlando de la Rosa, que interpretaban igualmente Pedro Vargas, Lucho Gatica, Alfredo Sadel, como Olga Guillot, Fernando Albuerne, Blanca Rosa Gil, o, José Antonio Méndez, Elena Burke, Omara Portuondo, Martha Justiniani, tantos, muchos, artistas cubanos que se dedicaron a esta variedad de la cancionística. La radio y la televisión fueron los medios que propiciaron el desarrollo de una serie de cambios en la proyección de la música cubana.
Los músicos que integraban orquestas jazzband, conjuntos de son, orquestas danzoneras con el nuevo ritmo, asistían a bailes populares y oficiales, participaban en pequeños cabaret o clubes nocturnos, y aún existían "academias de baile" o los bailables de los jardines de las cervecerías. En estos lugares se reunía la juventud bailadora, siempre en demanda de lo más novedoso, y así se habían trasladado elementos del nuevo ritmo del danzón a otros grupos que introducían variantes. La Orquesta Aragón, que había surgido, en l939 en Cienfuegos, la Orquesta América, la Banda Gigante de Beny Moré - luego de regresar de México, donde participó en la Orquesta de Pérez Prado -, estaban en la cima de la preferencia cuando comenzó a extenderse en Cuba la moda del mambo, una variante de aquel danzón Mambo de Orestes López, que influyó en toda la etapa del nuevo ritmo hasta iniciarse, con Enrique Jorrín y la Orquesta América, el auge del chachachá.
* A mi manera (19), Rico mambo, La engañadora, Compay Gallo (16) y Ese sentimiento que se llama amor
“Alza tu voz sobre la voz sin nombre
de todos los demás, y haz que se vea
junto al poeta, el hombre.”
Nicolás Guillén. “Palabras fundamentales.”

La situación político–social que se vive en la Isla en las dos primeras décadas del siglo XX influye vivamente en la intelectualidad cubana. La primera generación republicana, que se desarrolla de 1910 a 1920, tiene entre sus aspiraciones el interés americanista, el cultivo cuidadoso de la obra literaria y elevar a lo universal la creación artística. Los intelectuales se sienten inmersos en un ambiente de mediocridad, no obstante penetrarán con postura crítica la realidad circundante. El nuevo estatus de República neocolonial, paradójicamente mientras imponía la dependencia estructural contribuía a la profundización de un sentimiento popular, nacional y antimperialista. Los manifiestos de la joven vanguardia intelectual nucleada en el Grupo Minorista son la respuesta a la situación histórica que vive el país. La preocupación por lo mestizo y lo negado de un pueblo es parte integrante del discurso de la vanguardia y una necesidad emergente de las fuertes contradicciones sociales. Guillén resume con exactitud este proceso: “...de la periferia arrancó la marcha hacia la entraña”. De esa entraña nace la cultura nacional, tal vez la representación más emblemática de la zona en que se interceptan la serie histórica y la literaria.
Es en el periodismo donde se logra mayor libertad en la expresión de estas ideas. Aunque en La Habana se encontraba la mayor actividad intelectual y en sus publicaciones e instituciones culturales se difundía la producción literaria de toda la Isla, en las primeras décadas del siglo XX existían, en cada una de las provincias, revistas consagradas a las letras, que agrupaban a los escritores y poetas de las nuevas tendencias literarias.
En las publicaciones aparecen figuras consagradas de la literatura nacional como José Martí, Julián del Casal, Plácido, Mendive, Bonifacio Byrne y Sánchez Galarraga; así como otros de renombre universal, dentro de los cuales se destacan: Manuel Machado, Gutiérrez Nájera, Santos Chocano, Amado Nervo, Rubén Darío y Ricardo Palma, entre otros; además de las traducciones de Sully Prudhomme y Rabindranat Tagore.
A pesar de contar con una nueva camada de jóvenes intelectuales comprometidos con su tiempo, se destaca la obra de Alejo Carpentier y en particular la poesía del camagüeyano Nicolás Guillén, cuando leemos a Guillén estamos reviviendo los primeros gritos, resultados del parto de la conciencia nacional. Puede ser la reencarnación de los Cantos anónimos del Negro José Caliente, o una fuerte evocación a la lírica rectora de Varela, o los Zequeiras, tal vez el canto byroniano de Heredia, o el modernismo de Martí y Casals, quizás el hijo pródigo de las calurosas tertulias en lo de Domingo del Monte, o el exorcista de las voces fantasmagóricas de Poveda, Fornaris y el Cucalambé, voz negra del esclavo Manzano o de mulatos - como él - libres en Plácido. Guillén tiene la magia del villancico negro y la verdad que está extraviada en Creto Ganga, es la denuncia antiesclavista de Tejera, o el costumbrismo de Pichardo Moya, Ballagas o Guirao. La lucha eterna y sin cuartel lo convirtió en compañero de convicción, letras y sueños del mismísimo Alejo Carpentier. Como hombre de su tiempo, se emparenta con una pléyade de poetas como Langston Hughes, Palés Mato, Jacques Roumain, Andrés Eloy Blanco, Luis Cané, Jorge de Lima entre otros que comenzaron a ocuparse del legado cultural mestizo, transgrediendo los perjuicios sociales de la época, abordando lo emergente y lo residual de estas poblaciones.
En el escenario político cubano de los primeros años de república neocolonial sólo había gobiernos entreguistas, lacayos de los intereses norteamericanos, hombres corruptos sin patriotismo ni escrúpulos. Razón por la cual, un pequeño grupo de patriotas creó en 1923 el movimiento estudiantil de la Reforma Universitaria, tras la creación en diciembre de 1922 de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) destacándose como líder, el martiano y marxista Julio Antonio Mella, fundador también de la Liga Antimperialista, la Universidad Popular "José Martí" para obreros, y otras organizaciones. En agosto de 1925 nacen la Confederación Obrera de Cuba y el Partido Comunista, fundado por el propio Mella y el socialista Carlos Baliño, entre otros. Estas inquietudes juveniles contra la corrupción, pronto abarcaron un amplio temario y sectores de la sociedad, lo cual contribuyó al desarrollo de una tendencia independentista de inspiración martiana, y más tarde antimperialista, de gran auge en la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, durante los años veinte y posteriormente contra la de Fulgencio Batista. Después de la contienda del 95 que obligó a lo más valioso y brillante de la intelectualidad cubana a marchar a la insurrección o al exilio, el siglo recién terminado abrió sus puertas con algunos ejemplos antológicos de revistas culturales cubanas. Después de una Cuba Contemporánea, la que a pesar de las barreras impuestas por la república neocolonial, se logró mirar la realidad a partir de enfoques honestos y una mirada nacionalista y abierta. A la clásica El Fígaro y Social; del dibujante Conrado Massaguer y del historiador Emilio Roig de Leuchsenring le sucede la Revista de Avance en nuestro panorama cultural. Entre sus muchos méritos, Avance (1927) fue una ventana al convulso mundo artístico de la primera posguerra a través de la cual los lectores cubanos conocieron la obra y el pensamiento de destacadas figuras del arte universal de la época como Pablo Picasso, Bertrand Russel, Máximo Gorki, John Dos Passos, César Vallejo, Santayana, Miguel de Unamuno, Cocteau, Valery y Alfonso Reyes por solo citar a unos pocos de una lista interminable. De igual forma la revista no dejó durante su existencia de mirar hacia adentro a través de la visión de colaboradores entre los que se encontraban lo más valioso de la intelectualidad de la isla: Varona y Fernando Ortiz, Ramiro Guerra, Juan Marinello, Chacón y Calvo, Medardo Vitier, Félix Ichaso, Jorge Mañach y Alejo Carpentier, Eduardo Abela Carlos Enríquez, Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, entre muchos otros. Exactamente una década después de fundada Avance un joven estudiante de derecho llamado José Lezama Lima junto a otros condiscípulos fundaría Verbum, un presagio de lo que después sería la mítica Orígenes. Encabezada por Lezama y sufragada mayoritariamente por Rodríguez Feo, Orígenes hizo "de la poesía una doctrina" al tiempo que algunos de los principales integrantes del llamado grupo origenista como el propio Lezama, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Gastón Baquero y Virgilio Piñera "fundaron - de acuerdo con el criterio de Jorge Luis Arcos, lo que puede considerarse un movimiento - dentro de la crítica y ensayística nacionales, el cual esperaba todo conocimiento de un saber o razón poéticos".En 1955, Ciclón, patrocinada por Rodríguez Feo luego de romper con Orígenes, fue, hasta cierto punto, una suerte de hija rebelde que escapó - según su primer editorial - de las fauces del saturno origenista. Ciclón compartió los nefastos años de la dictadura batistiana con Nuestro Tiempo, órgano de la sociedad izquierdista del mismo nombre que consideraba, como lo hizo saber en el primer editorial de la publicación, que "no había medio hostil ni escepticismo valedero ante el ímpetu de una juventud decidida a ganar la batalla".
Considerando la época - inicios del siglo XX -, fueron notables las medidas organizativas esbozadas y que llegaron a expresarse para las cuestiones sanitarias, a las que tenían acceso, primordialmente, las clases pudientes. Sin embargo, muchos de estos esfuerzos y presupuestos se frustraron en turbios manejos gubernamentales, y otros languidecieron por falta de respaldo oficial. En la medicina se destacan las figuras del eminente epidemiólogo Juan Gutiérrez y del notable parasitólogo Pedro Kourí.
A pesar de los esfuerzos de Enrique José Varona el sistema educacional cubano, bajo la égida neocolonizadora, no absorbió las ideas educacionales más modernas, que ya se ponían en práctica en Estados más avanzados. Así lo puso en evidencia Julio Antonio Mella, al encabezar la lucha por la reforma universitaria. Con un solo centro universitario -la Universidad de La Habana-, la educación superior no estaba preparada para satisfacer las demandas que el desarrollo reclamaba al país en la primera parte del siglo XX. ¡Cómo iba a estarlo, si en 1958 en Cuba había más de un millón de analfabetos, recibían educación primaria sólo 700 mil alumnos y más de la mitad de los niños en edad escolar no contaban con maestros o escuelas!
Los esfuerzos investigativos realizados desde la Universidad eran el resultado de los intereses y esfuerzos personales y estaban asociados, fundamentalmente, a las tesis universitarias. En algunas ramas, como la matemática, la física y otras disciplinas, la investigación era, sin dudas, insuficiente, a pesar de las destacadas labores de Pablo Miquel y Merino, Manuel Francisco Gran, Don Carlos de la Torre, Emilio Roig y Salvador Massip, entre otros.
Don Fernando Ortiz, verdadero enciclopedista, talento excepcional, dedicado a la afanosa búsqueda de nuestras raíces culturales, penetró en nuestras entrañas y puso sobre el tapete el tema de la nacionalidad cubana.
En el campo tecnológico estaban ausentes las facilidades necesarias para la experimentación y la investigación. La dependencia tecnológica implicaba no sólo la importación de tecnología, sino también de expertos, consejeros, profesores o el adiestramiento en el extranjero de determinados profesionales cubanos "claves". Las innovaciones tecnológicas de cierta envergadura se realizaban fuera del país y sin la participación cubana.
Como resultado de un desarrollo dependiente en extremo coexistieron contrastes de absoluta falta de desarrollo y de muestras de tecnologías de avanzada en una misma rama, mientras el pueblo esperaba por verdaderas soluciones. Estas contradicciones quedarían sintetizadas por el Comandante en Jefe, Dr. Fidel Castro Ruz, en la Historia me Absolverá, cuando afirmara:
"Salvo unas cuantas industrias, alimenticias, madereras y textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos, se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para importar arados... Todo el mundo está de acuerdo en que la necesidad de industrializar al país es urgente, que hacen falta industrias metalúrgicas, industrias de papel, industrias químicas, que hay que mejorar las crías, los cultivos, y las técnicas de elaboración de nuestras industrias alimenticias, para que puedan resistir la competencia ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, la leche condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas; que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría ser una enorme fuente de riquezas, pero los poseedores de capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el Estado se cruza de brazos y la industrialización espera por las calendas griegas".
La revolución de 1933 pone fin a la dictadura de Gerardo Machado, cuyo deseo de perpetuarse en el poder había provocado violenta oposición. Toma entonces el poder el sargento Fulgencio Batista y se organiza una pentarquía. A partir de este momento aparece una figura nefasta para los destinos del país, el hombre fuerte designado por los EE.UU. para defender sus intereses, luego de un período de inestabilidad política en el año 1940 durante la presidencia constitucional de Batista entra en vigor una nueva Constitución.
Durante los gobiernos Auténticos de Grau San Martín y Carlos Prío, se profundiza la crisis del sistema neocolonial y la dependencia norteamericana, el clientelismo político, la corrupción, la malversación de fondos, el gangsterismo, toman un carácter oficial. Cuba necesita un cambio y para las elecciones de 1952 el mismo viene de la mano del líder del Partido Revolucionario Cubano (Ortodoxo) Eduardo Chibás, que con su lema y su conducta cívica prometía tal y cómo rezaba su slogan político “Vergüenza contra dinero” eliminar los males que aquejaban al país, un país sumido en la miseria, el juego y la prostitución. Con el suicidio de Chivas y el posterior golpe de Estado en 1952, encabezado por el ya general Batista, se pierden las esperanzas de cambios. Es precisamente entre los jóvenes ortodoxos que se destaca la figura del abogado Fidel Castro Ruz, que frente a la falta de espacio constitucional decide conformar un grupo de acción revolucionaria y en el año del Centenario del natalicio de José Martí, que según palabras del propio Fidel “Parecía que... iba a morir en el año de su centenario” el 26 de julio de 1953 atacan en Santiago de Cuba, en el oriente del país, el Cuartel Moncada, segunda fortaleza militar cubana, con el objetivo de armar al pueblo e iniciar una insurrección general. El asalto terminó en derrota militar, pero destacó a Fidel Castro como líder de la futura revolución. La Historia me Absolverá, alegato de autodefensa de Fidel Castro en el juicio por el hecho, en el que se convirtió de acusado en acusador, devino el mejor argumento para la incorporación de decenas de miles de cubanos a la lucha antibatistiana. Fidel Castro y los asaltantes supervivientes fueron condenados a prisión en el Presidio Modelo de Isla de Pinos (hoy, Isla de la Juventud) Una fuerte campaña popular consiguió la amnistía de los prisioneros, quienes se exiliaron en México en 1955. En México, Fidel Castro organizó a sus compañeros del ataque al cuartel Moncada y a otros revolucionarios que se le unieron, entre ellos el argentino Ernesto "Che" Guevara. Salió del puerto mexicano de Tuxpan hacia Cuba a bordo del yate "Granma" y desembarcó el 2 de diciembre de 1956 por la playa Las Coloradas, al sur de la región oriental, reiniciando la lucha armada, esta vez como guerrilleros en las montañas de la Sierra Maestra. Al mismo tiempo se organizó en todo el país la lucha clandestina en las ciudades en apoyo al Ejército Rebelde.
Los universitarios pusieron en jaque a Batista
Para muchos habaneros, el 13 de marzo de 1957 transcurría sin novedad alguna, aunque ese día el Directorio Revolucionario (una de las facciones que luchaban contra la dictadura) se propuso realizar una acción que decapitara a la tiranía de Fulgencio Batista. El Secretario General de esa agrupación, José Antonio Echeverría presidente de la FEU, organizó la acción que tenía la estrategia de golpear arriba. Esta acción no contaba con la participación del Movimiento 26 de julio pero si había entre ambos sectores una alianza en la lucha contra el enemigo común. El propósito de ajusticiar a Batista estaría correlacionado con la ocupación de la emisora Radio Reloj, la toma de la Universidad de La Habana, la irrupción en cuarteles y el cierre de las comunicaciones. Mediante esta acción en la ciudad, los jóvenes cooperaban con los guerrilleros que combatían en la Sierra Maestra. El máximo líder cubano Fidel Castro ha calificado el asalto al Palacio Presidencial del 13 de marzo de 1957 como una operación bien organizada, un acto de extraordinaria audacia y valentía, en el que también hubo fallos e imponderables. Aquel 13 de marzo de 1957 quedó en la historia cubana como el día en que por unos segundos casi es ajusticiado el tirano Fulgencio Batista por un grupo de estudiantes. En su propia oficina. Nuevamente la juventud asumía un papel protagónico en el acontecer de la Isla -no se debe olvidar que eran también jóvenes Fidel y sus compañeros en la Sierra Maestra. Nuevamente el pueblo demostraba que estaba despierto, vivo y sembrado en las raíces de su nacionalidad, la misma de los mambises del siglo XIX, de Martí, Maceo y Mella, hombres que habían muerto en la lucha por la libertad.
Años después, en la actualidad, los jóvenes que protagonizaron aquella acción, y la acción misma, continúan reuniendo cada 13 de marzo a los universitarios y a toda la juventud cubana en un ejercicio consciente de lealtad a la historia. Muchos se preguntan cuál es el secreto de la resistencia de los cubanos: es simple el secreto, tener una historia cuajada de hechos como el de José Antonio y sus seguidores del Directorio Revolucionario, rendir tributo a esa sangre derramada, tener el mismo objetivo que antes, igualdad, justicia, independencia y libertad.
En el año 1957 con la invasión llevada a cabo por las Columnas del Ejercito Rebelde dirigidas por Camilo Cienfuegos y el Ché se logra extender las acciones revolucionarias a todo el territorio nacional. El avance revolucionario pone en crisis a la dictadura batistiana hasta la huida del dictador el 31 de diciembre de 1958, quien evidentemente había perdido el apoyo del gobierno norteamericano. Con la llegada del Nuevo Año, llegaba la esperanza del cambio. El triunfo de las fuerzas revolucionarias y la instauración de nuevo proyecto nacional independiente, ponía a Cuba, por primera vez, como país libre en el panorama mundial.

Quinto período: La Revolución cubana.

El primero de enero de 1959, el dictador Fulgencio Batista, definitivamente derrotado por las fuerzas revolucionarias comandadas por Fidel Castro, abandonó Cuba. Había triunfado la Revolución Cubana y su avance sería indetenible. Muchas fueron las acciones y muchos los héroes de la guerra de liberación. Hombres desconocidos totalmente, se hicieron adorados por el pueblo gracias a su valentía e inteligencia en el combate, gracias a sus ideas populares y su respeto a las masas, por eso Fidel estuvo bien acompañado durante toda la contienda, porque hombres como el humilde sastre Camilo Cienfuegos, o el médico argentino Ernesto Guevara de la Serna, lo siguieron siempre y estuvieron a su lado en los momentos más difíciles, tanto en la guerra como en los primeros meses del triunfo revolucionario. Ese es el secreto de la increíble comunicación de los líderes de la Revolución con las masas, pues los líderes eran las masas mismas. El 7 de febrero de 1959 se restauró la Constitución de 1940, al aprobarse la Ley Fundamental de la República, a la cual introdujeron los cambios correspondientes a la nueva situación del país, como el otorgamiento del poder legislativo y facultades constituyentes al Consejo de Ministros. Tomó posesión el presidente Manuel Urrutia Lleó, un exmagistrado, y Fidel asumió el cargo de Primer Ministro el 16 de febrero. Posteriormente ocurrieron sucesos como la intervención de la Cuban Telephone Company, la Cooperativa de Ómnibus Aliados y de Ómnibus Metropolitanos y se firmó la Ley de Reforma Agraria. El camino estaba expedito para cumplir las promesas del Moncada y la Sierra Maestra, a pesar del incremento de la contrarrevolución organizada desde República Dominicana y Estados Unidos, a donde huyeron numerosos criminales y políticos batistianos. Comenzaba así la otra guerra, una guerra más solapada, más sucia. Las montañas del centro y occidente del país se llenaron de bandidos armados y financiados por la contrarrevolución exiliada en los Estados Unidos y luego ocurrió la Invasión por Playa Girón, donde participaron aviones del Ejército Norteamericano y fuerzas contrarrevolucionarias entrenadas por especialistas de ese país. Obreros, campesinos y estudiantes, integrantes de las Milicias Nacionales Revolucionarias y los Comités de Defensa de la Revolución -fundados en 1959 y 1960, respectivamente- tomaron las armas y derrotaron a los invasores en 72 horas, los bandidos también fueron aniquilados y continuó el proceso revolucionario.
Después de 1959, las revistas dedicadas al pensamiento y la cultura que hasta entonces atravesaron el firmamento de nuestro panorama cultural, aisladas y efímeras, se multiplicaron en las muchas publicaciones que durante estos cuarenta años le han servido de escenario a la discusión y reflexión de lo mejor y más valioso de la intelectualidad cubana de nuestro tiempo. Al igual que en los días primigenios de la nación y como en otros momentos de nuestra historia, la cultura bulle entre sus páginas. Las más antiguas Casa de las Américas, La Gaceta, El Caimán Barbudo, Unión, Marx Ahora, Caminos, Revolución y Cultura, Cine cubano, Criterios, Tablas comparten lectores y colaboradores con otras de más reciente aparición como Cúpulas, Temas, Contracorrientes, Debates Americanos, Arte Cubano, Opus Habana, SIC o Cauce, por sólo citar a las más conocidas de una larga lista que, como ya dije, al finalizar agosto, llegaban a 81 en todo el país. Cada una de ellas, enfocada hacia determinado perfil, le toman el pulso a un acontecer cultural en donde convergen diferentes criterios y puntos de vista. Habrá quien, no obstante, alegará que todas responden al criterio de La Habana. Y tiene razón. Los puntos de vista de Washington son, en todo caso, de su competencia, no de la nuestra.
Los cambios, variantes, modificaciones y fusiones que ocurrieron en cinco décadas, promovidos siempre por jóvenes, llegan a los sesenta con nuevas y revolucionarias transformaciones. Se crean las Escuelas de Arte, el Teatro Nacional de Cuba, y en él se reorganiza la Orquesta Sinfónica Nacional, un Departamento de Teatro, un Departamento de Folklore, otro de Danza Moderna, que después de un exitoso inicio de estrenos nacionales y mundiales se desglosan en grupos independientes, como el Conjunto de Danza Moderna, el Conjunto Folklórico Nacional, el Instituto de Etnología y Folklore, La Orquesta Sinfónica y El Coro Nacional. Se crea también el Instituto de Cine (ICAIC) que da la oportunidad de crear un cine cubano a jóvenes talentos, a músicos, a jóvenes actores y directores.
La televisión es el otro medio, que con el disco, ha contribuido a la divulgación y popularización de todos los cambios y transformaciones que ocurren en nuestra música.
La llegada de nuevas sonoridades "como la importante presencia de los Beatles" el arribo y aceptación de los instrumentos electroacústicos y la capacitación musical de los compositores e intérpretes musicales de forma masiva, ha permitido expresiones de la música cubana de todos los géneros, siempre liderada por los más jóvenes, que expresan una nueva canción: la Nueva Trova.
Nuevos estilos en la instrumentación, formatos y especies genéricas de canto y baile, recurrencia a estilos anteriores, siempre con un nuevo lenguaje, en la música bailable y la cancionística, por una parte, por la otra, las orquestas sinfónicas con integrantes de nueva formación en nuestras escuelas de arte, un sólido movimiento coral, con cantorías infantiles, el estreno de obras sinfónicas, solistas y corales de compositores jóvenes, son el resultado de un programa consciente, dirigido a cubrir las necesidades estéticas y creativas del pueblo cubano y realizado por las instituciones oficiales creadas luego del triunfo revolucionario en l959, y sostenido por aquellos intelectuales de pensamiento progresista que desde mucho antes, esperaban que el pueblo cubano alcanzara estos logros que disfrutamos hoy: La música cubana se reconoce en el ámbito mundial a través de la música popular y de la música de concierto. Nuestros músicos han alcanzado éxitos y premios internacionales, el virtuosismo actual es el producto de su alto nivel educacional, los maestros, que durante muchos años elevaron la calidad de la docencia, son reconocidos con grandes premios y estímulos que se han creado para calificar y enaltecer su obra.
* Hasta siempre Comandante, Cuba que linda es Cuba, Bruca Manigua, El buena gente, El vagabundo y El tren blindado.
Con el triunfo de la Revolución se revisaron los planes de enseñanza y se reorganizaron los conservatorios de música.. La Fundación del Teatro Nacional de Cuba, que ponía en uso el edificio con dos salas construido en la antigua Plaza Cívica, estaba organizado en varios departamentos: uno de Música que fundó la Orquesta Sinfónica Nacional, el Coro Nacional; otro de Teatro, otro de Danza Moderna y otro de Folklore. Más adelante se fundó el Movimiento Nacional de Aficionados y las brigadas que llevarían a toda la nación obras de teatro, de danza y conciertos de música. El Departamento de Folklore organizó un seminario para iniciar investigadores, y la presentación de espectáculos de origen afrocubano con practicantes de las religiones yoruba, conga y los grupos abakuá.
De estos departamentos surgieron instituciones independientes como el Conjunto Folclórico Nacional y el Conjunto de Danza Moderna. También se independizaron la Orquesta Sinfónica y el Coro Nacional. El entonces Consejo Nacional de Cultura regía los destinos de la Música a través de una Dirección Nacional que atendió a artistas y grupos, a la enseñanza artística y a los programas nacionales, no sólo de superación sino de promoción de la música y los intérpretes.
La importancia que alcanzó la creación de las escuelas de arte y su sistema nacional se comprueba hoy en la calidad que alcanzaron los miles de graduados, muchos de ellos haciendo los estudios superiores en distintos países hasta la fundación en l976 del Instituto Superior de Arte. El sistema realiza pruebas de aptitud en las edades apropiadas para comenzar la enseñanza. Hay escuelas de nivel primario, medio profesional y superior, de categoría universitaria, para acceder a los cuales hay que realizar pruebas de pase de nivel. De manera que los graduados, luego de quince años de estudios y prácticas, conciertos, concursos nacionales e internacionales, llegan a la culminación de sus carreras con un altísimo nivel técnico y teórico que otorga a la música cubana el reconocimiento y promoción que ha alcanzado.
La historia de Cuba con los Estados Unidos no terminó con esta hazaña, sino que al desaparecer el campo socialista en el este de Europa, y la URSS al borde de la desintegración, el Gobierno estadounidense entendió que había llegado el momento de iniciar, en 1990, una nueva fase del bloqueo económico contra Cuba En abril de ese año, legisladores de La Florida presentaron proyectos de leyes en el Congreso, con el propósito de interrumpir las transacciones entre filiales de transnacionales norteamericanas y nuestro país, aspecto que se había flexibilizado desde 1975. Pretendían, además, sancionar a los barcos que transportaran mercancías o pasajeros a la mayor de las antillas (180 días sin tocar puertos estadounidenses) El 23 de octubre de 1992, el entonces presidente republicano George Bush firmó la denominada Ley Torricelli y en 1997, como continuidad de esta política, se implementó el capítulo II de la Ley Helms-Burton.Desde el mismo momento de su aprobación, Washington no ha escatimado esfuerzos para conseguir internacionalizar la Ley, tratando de incorporar a la Unión Europea y otros aliados en su política contra la Isla. A lo largo de todos estos años la batalla ha continuado. Cuba enfrenta atentados, sabotajes, guerra bacteriológica, un bloqueo económico terrible y cada vez más novedosas formas de agresión, incluyendo campañas contra el país a través de todos los medios. A pesar de este injusto y cruel ensañamiento por parte de la nación más poderosa de la Tierra, el gobierno revolucionario inició un programa socialista para el desarrollo nacional, a la vez que impulsó un profundo programa de desarrollo social que ha hecho de Cuba, el país de mayores niveles de justicia social de todo el Tercer Mundo. Se destacan en este programa los altísimos logros de la salud pública en la que Cuba aspira a ser una potencia mundial; en la educación, gratuita a todos los niveles y obligatoria hasta la enseñanza media; en el deporte, donde obtiene los primeros lugares de los Juegos Panamericanos y en las Olimpiadas; y en la cultura, asequible a todos los cubanos y proclamada por nuestros artistas en todo el orbe.
Quisiera terminar esta conferencia con una canción aprendida en mis primeros años de vida y que de alguna manera resume el profundo sentimiento patriótico que se nos inculca desde pequeños, y que nos inunda eternamente el corazón a los cubanos. La canción en cuestión dice así:
Yo soy niño todavía, todo lo ignoro en el mundo
Pero siento amor profundo por la linda patria mía
Vislumbro en la lejanía, un sol de raros fulgores,
Paisajes llenos de flores, palmeras que se agigantan
Y pajarillos que cantan, himnos de los vencedores.
Yo amo a Cuba mi tierra, herencia de los mambises
Viviendo días felices, en el llano y en la sierra
Cuba y mi bandera son tan valiosas como el oro
y no quiero más tesoro que cantarle a la sabana
a mi bandera cubana y a Cuba que tanto adoro.

Es muy difícil quedar al margen, frente a tan fuerte legado cultural, histórico y patriótico. La dignidad, el valor, y los sueños de mis compatriotas son el resultado de intensos y fructíferos períodos de formación nacional y de más de 135 años de inclaudicable continuidad revolucionaria.

Muchas gracias.

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