De Cuba y otras hierbas

miércoles, 14 de enero de 2009

La cuestión agraria en la obra de Juan B. Justo

Universidad Nacional de Mar del Plata


Facultad de Humanidades




Programa de Maestría en Letras Hispánicas e Historia.



Alumno: Lic. Miguel Leyva Ramos








Seminario “El Partido Socialista y la política argentina: de la democracia restringida a la sociedad de masas, 1896 – 1955”

Docente: Dra. María Liliana Da Orden




Año 2004


Trabajo Final
Tema: La cuestión agraria en la obra de Juan B. Justo, 1894-1926: una peculiar mirada a la problemática del campo argentino.[1]
Justo no hace juegos malabares con teorías, doctrinas, escuelas ni fórmulas para asombrar a las buenas gentes con su vasta erudición. Con frases sobrias y llanas expone las verdades más grandes y los pensamientos más atrevidos. Intencional y conscientemente sacrifica lo subjetivo a lo objetivo. Su corazón es el primer motor de la obra; pero su cerebro es el freno consciente de sus impulsos y el crisol por donde pasan sus sentimientos, dejando en el fondo las escorias e impurezas, y dando a luz el oro puro de sus pensamientos.

Enrique Dicmann


Por su novedosa contribución al socialismo regional y, en particular, al socialismo argentino, la obra de Justo merece múltiples y reiteradas lecturas. La nuestra pretende atravesarla a través de ciertos interrogantes que nos permitan establecer un diálogo con aquella parte referida a la problemática rural. Con fines semejantes, se hace necesaria la búsqueda bibliográfica del o los temas a desarrollar, así como la interrelación de tales fuentes historiográficas con aquellos acontecimientos que incidan directa e indirectamente en el tema, dentro del período histórico a trabajar. Al delimitar nuestro estudio al período correspondiente a los años 1894-1926, lo hacemos coincidir con los tiempos reales en que se desarrolla el pensamiento y la acción revolucionaria de este político y pensador argentino.
I. Origen de la problemática agraria.
Para poder pensar mejor la génesis de la problemática agraria argentina resulta ineludible remontarnos a las reformas económicas implementadas a fines del siglo XVIII en el Virreinato del Río de La Plata.[2] Estas reformas además de propiciar la conexión de la producción agropecuaria regional con el comercio internacional, respaldaron la exportación de los productos cosechados en la fértil región pampeana. Situación ésta que atrajo la atención de los inversores locales hacia la tierra. No sólo los propietarios del suelo comenzaron a valorar la verdadera capacidad productiva de sus tierras -percibiendo sus enormes potencialidades económicas- sino que las mismas contribuyeron a la conformación y consolidación de la “naciente burguesía” local que, con posterioridad, lideraría el movimiento independentista, asegurándose de esta manera, tanto poder económico como político. Las posteriores luchas intestinas que se suceden a partir de 1815, no modifican la hegemonía de esta oligarquía terrateniente, sobre todo, entre otras cosas, debido a la incapacidad de las clases subalternas[3] e insurgentes de realizar la distribución de los grandes latifundios concentrados en manos de las familias más privilegiadas del país.[4]
Diversas fueron las razones que contribuyeron a la concentración de grandes latifundios en manos de un pequeño grupo hegemónico[5] que, a través de su poder económico, diseña las estrategias políticas encaminadas a reforzar su autoridad. La mala administración, la corrupción, la ineficacia y la incapacidad de los chacareros de tomar la tierra de manera sistemática[6], dieron al traste con los intentos reformadores implementados por Rivadavia, Sarmiento y Avellaneda para estimular la pequeña propiedad agraria.[7] Al realizar “(...) una interpretación diferente acerca de su percepción de las singularidades del país (...)”[8] Justo advierte que en el sistema de propiedad de la tierra está la raíz del problema agrario argentino.
La derrota de Rosas en Caseros genera un clima político que favorece el desarrollo económico argentino, consolidándose el país como nación y estableciéndose las bases de la estabilidad política necesaria para mantener este despegue económico.[9] La incorporación de nuevos consumidores y el auge de los ferrocarriles favoreció el crecimiento de la actividad comercial y la mecanización. Mientras que los nuevos métodos de producción y el crecimiento del mercado interno hicieron posible la transición de la producción doméstica a la manufactura y la entrada del país a la modernidad.[10] No obstante, la agricultura continuó siendo la clave en el desarrollo capitalista, situación muy tomada en cuenta por los fundadores del socialismo, encabezados por Juan B. Justo, a la hora de concebir y construir el partido moderno y líder que se proponían. Motivo esencial de la temprana presencia de la problemática agraria en la prensa socialista.[11]
En la década de 1890 se hacía evidente la necesidad de cambios estructurales profundos en la sociedad, la política y la economía argentinas. La constitución del partido socialista argentino[12] era una respuesta a tales insuficiencias, razón por la cual en sus líneas rectoras aparecen reflejadas las principales demandas de los trabajadores y la conciencia plena de que sus principales batallas tendrían que ser libradas en la arena política. La formación de un nuevo partido implicaría una severa crítica y el distanciamiento de las prácticas políticas establecidas. Desde sus orígenes, el socialismo toma distancia de la corrupción instalada por la “política criolla”.[13] Su visión “iluminista” favorece la realización de semejante empresa social que trascendió los límites nacionales para convertirse en uno de los referentes en el continente americano.
Durante la última década del siglo XIX, la Argentina se transformó en un país moderno[14]. La incorporación de tierras productivas[15] a través de la “conquista del desierto”, la expansión del ferrocarril, el masivo arribo de inmigrantes[16] fomentado desde el gobierno[17], y la creciente inversión de capitales extranjeros, fueron agentes directos de esta modernidad. Tal crecimiento económico-vulnerable y dependiente- vinculado al fluctuante mercado mundial al que la Argentina estaba conectada como exportador de materia prima e importador de productos manufacturados, favoreció el incremento productivo agrícola, profundizando el carácter parasitario de los grandes hacendados- tan criticados por Justo-, y su tendencia a la inversión suntuaria antes que a la productiva. Durante este período, la burguesía agraria argentina se fusionó con la clase política que ostentaba el poder, convirtiéndose el aparato estatal en un elemento indispensable para mantener los privilegios adquiridos por la oligarquía terrateniente y las empresas extranjeras al garantizar la continuidad de los mismos.
En el campo, el sistema de arrendamiento y aparcería permitía a los terratenientes no ocuparse de la explotación agropecuaria, vivir en la ciudad o fuera del país, desde donde podían aprovechar las oportunidades de comercialización y especulación financiera, generando así una sociedad rural singular.[18] Por debajo del grupo de los terratenientes sobresalía otro, conformado por arrendatarios y aparceros, extranjeros en su gran mayoría. Imposibilitados de convertirse en propietarios, los arrendatarios se veían obligados a arrendar sus campos que, por lo general, no superaban las 200 hectáreas. Por su parte los arrendamientos, que se pagaban en efectivo o como parte de la cosecha, eran a un plazo de dos o tres años y, además, ataban al agricultor a una serie de compromisos leoninos.
Sobre la temática agraria, aparezcan publicados en La Vanguardia dos artículos, los días 29 de julio[19] y 6 de agosto[20] de 1896, respectivamente. Asombra de los mismos, el profundo análisis y el conocimiento de Justo[21] sobre la temática que desarrolla, así como de su incidencia en el desarrollo socioeconómico y político del país. Al respecto en el mencionado artículo publicado el 29 de julio de 1896 opina:
“Un gran cambio tiene que producirse en nuestra política. Los partidos existentes ya no crecen; la población del país ha aumentado, pero apenas se nota el aumento en el número de electores, hay entre nosotros más de un millón de extranjeros que no se interesan (...) por la política argentina, (...) Las ideas políticas y la táctica electoral son las mismas que hace treinta años. Cada partido se propone por sí sólo la felicidad del país, y el resultado es que ninguno lo consigue. El prestigio de ciertos hombres y la confianza depositada en ellos es lo que mueve a nuestro mundo político.”[22]

De la cita anterior se infiere la preocupación de los socialistas en general, y de Justo en particular, de transformar el panorama político, despojarlo de viejas prácticas que no están a la altura del desarrollo y la modernidad que ha alcanzado el país en materia económica, y, a tal efecto, les propone tanto a los estancieros como a los agricultores que luchen por la defensa de sus intereses.[23]
- El Partido Socialista: el primer partido moderno de la Argentina
“Favorecido por la modernización económica de fin de siglo, por la expansión inmigratoria que revolucionó el perfil demográfico de la sociedad criolla, por el aire ideológico cosmopolita, universalista, que propició el movimiento generacional de los ochenta y en el marco de la aparición de la ‘cuestión social’, surgía, organizado como partido, el socialismo en nuestra vida política y cultural. Más allá de los avatares que fue acumulando desde entonces, ese hecho fue fundamental en la escena moderna de la Argentina (...)[24]

Según Aricó[25] el socialismo constituía un movimiento emergente de la modernidad argentina, con fuertes raíces en las luchas de las clases explotadas del país, y del mundo, situación que le permitió establecerse en la vida política y social de la Nación. No obstante, los éxitos logrados no pudieron superar los límites subyacentes en la propia hipótesis de Justo, límites que condicionarían su accionar político y su capacidad de conquista de las masas trabajadoras argentinas para su proyecto estratégico, límites que tendrían fatales consecuencias para el partido como analizaremos más adelante.
La intención y la necesidad del socialismo de tomar distancia y diferenciarse de los partidos tradicionales, alejándose de los vicios de la “política criolla”, le convirtió en una organización social[26] de enorme extensión que, a pesar de no poder trascender los límites urbanos, tuvo una formidable impronta en el ámbito regional, a la vez que proporcionó innumerables redes de identidad para los trabajadores y sus familiares, procurando actuar como agente modernizador y modelizador de la transformación, tan necesaria en el terreno ideológico y político del país[27] e instalando en la política argentina el tema de la justicia social.
En el discurso que Juan B. Justo dirige a los delegados presentes en el Congreso fundador del Partido Socialista, celebrado los días 28 y 29 de junio de 1896, se hace evidente la intención de los iniciadores del socialismo de crear una nueva forma de hacer política, que dentro del marco democrático responda a las demandas de la clase obrera y a las necesidades propias del país. Al respecto señalaba:
“Empezamos treinta años después que los partidos socialistas de Europa, y por lo mismo que empezamos tarde, debemos empezar mejor, aprovechando de toda la experiencia ya acumulada en el movimiento obrero universal (...)”

Si reconocemos la ductilidad proyectiva de la sociedad, comenzar tarde puede favorecer el proceso constitutivo, con el requisito de que exista un organismo de clase, un partido político de clase en condiciones de asimilar tales experiencias, de divulgarlas e implementarlas.
El Congreso fundador del Partido Socialista tuvo la enorme responsabilidad de establecer las principales líneas orgánicas de la estructura socialista. En su declaración de principios se planteaba: “ (...) Que en la República Argentina, a pesar de la gran extensión de tierra inexplotada, la apropiación individual de todo el suelo del país ha establecido de lleno las condiciones de la sociedad capitalista (...) estas condiciones están agravadas por la ineptitud y rapacidad de la clase rica, y por la ignorancia del pueblo.”[28]
Sin embargo, el programa mínimo[29], presentado por los socialistas en el Congreso fundador, no incluía a la compleja problemática del campo argentino. Justo, en el discurso que pronunciara en el Congreso, parece explicarnos las razones para semejante omisión: (...) En cuanto a programa, la poca educación política del pueblo argentino nos obliga a ser modestos, y presentar sólo las reformas más comprensibles para todos, y las de realización más urgente y más fácil (...)[30] Habría que esperar cinco años para que la cuestión agraria fuese objeto de discusión e implementación en el Partido Socialista. En este proceso, la labor del Dr. Juan B. Justo fue determinante. Arduos años de estudio, praxis sociopolítica y de análisis de la realidad, dieron encomiables frutos, que con eficaz rapidez fueron asimilados por el partido y convenientemente aplicados.
II. Disyuntiva paradojal de la experiencia socialista en el campo: una necesaria transformación no requerida. 1901-1912.
“Quien en épocas inciertas tiene el espíritu incierto, multiplica el mal y lo agrava cada vez más. Pero quien mantiene una idea firmemente crea un mundo nuevo”

Johann Wolfgang Goethe

Justo sostenía que la política rural era más relevante que la política urbana, pues, como ya hemos mencionado, consideraba la cuestión agraria como el eje del desarrollo capitalista nacional. Señalaba la necesidad de inversiones en el desarrollo científico técnico como condición imprescindible para conseguir la modernización del país, así como la elevación de la eficiencia del trabajo en el campo que permitiese un mayor desarrollo agropecuario. Pero enfatizaba que el problema básico y medular del agro argentino, estaba dado por la existencia de los grandes latifundios en manos de una reducida y contraproducente clase terrateniente, que satisfecha con sus rentas, sustraían la vida y la producción de toda la región, mientras que los verdaderos productores rurales vivían en total desamparo y absoluta miseria.
Para contrarrestar estos males endémicos, Justo proponía el incremento del número de chacareros, con vistas a la eliminación gradual de los latifundios y la asimilación de gran cantidad de inmigrantes, lo que proporcionaría el fin del nomadismo de los colonos y el consiguiente arraigo de los mismos al medio rural.[31] Todas estas transformaciones debían de lograrse por medio de leyes refrendadas por los trabajadores rurales. A tales efectos, el socialismo debía implementar formas de actividad que hicieran factible el desarrollo físico e intelectual de la población rural, motivo por el cual la propuesta socialista debía articular los reclamos de las fuerzas sociales rurales: mejoras salariales y de condiciones de trabajo, extensión de los contratos, indemnización de las mejoras, entre otras.
Para una mejor apreciación de la problemática agraria y conociendo la necesidad de confeccionar un programa que diera respuesta a la crisis del campo, Juan B. Justo se radica en Junín[32], en el corazón agrícola de la provincia de Buenos Aires, situación ésta, que le permite conectarse[33] con el problema en sí, conocer con profundidad las cuestiones rurales y constatar el nivel de factibilidad de las ideas que había comenzado a esbozar al regresar de su viaje por los Estados Unidos.
Aunque alejado de la capital, no se desvincula de la actividad política y partidaria, a la vez que trabaja como director del hospital local, colabora con La Vanguardia y realiza una intensa labor de alcances monumentales.[34] Estos años en Junín fueron muy fecundos y le proporcionaron una guía para el accionar dentro del Partido y en la Cámara, respecto a la temática agraria.
Resultado de tan fecunda experiencia[35] es El programa socialista del campo (21 de abril de 1901)[36], donde resumía las condiciones del campo argentino, la necesidad de eliminar el latifundio y proponía seguir el ejemplo de Nueva Zelanda, que había establecido un impuesto progresivo a la tierra.[37] Consideraba fundamental para el desarrollo de la democracia y el progreso del país, la intensificación de los chacareros, advertía con claridad la explotación del arrendatario por parte de los terratenientes. En fin, hacía referencia a los innumerables males que aquejaban al campesinado argentino y que durante su estadía en Junín había podido confrontar. Comprendía que el país no podría aspirar a tener una economía sana mientras persistieran estos problemas y el trabajador rural languideciera entre contratos leoninos, pésimas condiciones de vida y la indefensión que señoreaban el panorama rural de la nación. No es casual que en el cuarto Congreso del Partido Socialista, realizado en La Plata en el año 1901, Justo informara sobre la política agraria. Por primera vez, un socialista había estudiado e intentado determinar las verdaderas necesidades de los factores más importantes de la riqueza nacional; por primera vez, un partido político - el Partido Socialista-, adaptándose al carácter agropecuario del país, incorpora a su programa las reivindicaciones más perentorias de los obreros rurales. De esta manera, al Programa mínimo de 1896, se le incluyen nuevas cláusulas referidas a la problemática agraria.[38]
Pero no eran los socialistas los únicos interesados en la problemática rural. Ascolani en un artículo[39] describe cómo en los primeros años del siglo XX, en las llanuras pampeanas se comienza a gestar la movilización de los obreros ocupados en las labores asociadas a la producción agraria. Fueron los “gremios de la cosecha” los protagonistas de tal proceso[40], vinculados a las federaciones regionales y, en ese sentido, desde sus inicios, el movimiento estuvo signado por la fragmentación ideológica[41] – institucional producida entre anarco comunistas, socialistas, foristas y sindicalistas revolucionarios. La existencia de una organización gremial y la intervención anarco comunista entre los obreros rurales del interior pampeano surge como una extensión del fenómeno sindical urbano. Su falta de unidad, su intrascendencia fuera de los núcleos obreros conscientes, la miopía política con que analizan las condiciones reales a las que se enfrentan, así como las estrategias que establecen en sus prácticas revolucionarias, dieron al traste con su proyecto de incorporación de los sectores agrarios a sus respectivos movimientos. Sin embargo, los hechos demuestran que no es cierta la supuesta despolitización y desmovilización atribuida a los trabajadores del interior, específicamente a los obreros rurales.
- La polémica con el Profesor Ferri[42]
En su polémica alocución[43], el profesor Ferri acusa al socialismo argentino de “artificial”, advierte la imposibilidad de que en la Argentina pueda prosperar el socialismo por su propio desarrollo económico, caracteriza al socialismo, de manera superficial, como un partido “radical”[44], y niega la posibilidad de construir el socialismo sin la implantación de la propiedad colectiva.
El Dr. Juan B. Justo responde cada una de sus apreciaciones y comienza su intervención de esta manera:
“(...) el profesor Ferri, espontáneamente, sin que le planteáramos la cuestión, nos decía que el socialismo en este país es una flor artificial (...)
Para un observador imparcial y sobrio de juicio, este país ofrece el cuadro singular de una sociedad moderna, íntimamente vinculada al mercado universal, y cuya vida política está en manos de partidos políticos sin equivalentes ni afines en la política de ningún otro país moderno (...) frente a ese caso de facciones y camarillas (...) ha aparecido y se desarrolla el Partido Socialista, que sin excluir a nadie de su seno, se presenta ante todo como la organización de la clase más numerosa de la población, la de los obreros asalariados. Representa una corriente de opinión, extendida por el mundo entero civilizado; está en relación regular con los partidos afines extranjeros; sus costumbres son las de la democracia moderna, tiene centros organizados en los principales puntos del país; es la única agrupación política de vida progresiva y permanente, que sostiene un programa, celebra grandes asambleas y vota, despreciando por igual la inercia de la mayoría de los electores y las malas artes del gobierno. Es, en una palabra, para el observador sobrio e imparcial, el único partido que existe. ¡Pues para el profesor Ferri, inconmovible en su preconcepto, es el único que no tiene razón de ser!”[45]

Justo critica el dogmatismo rígido con que el socialista italiano estigmatiza al socialismo argentino y la evolución histórico-social del país, del que poco o casi nada conoce. A la posición de Ferri acerca de la inviabilidad del socialismo en la Argentina, por su escaso desarrollo económico-social, opone el concepto marxista “colonización sistemática”[46] desarrollado por Marx en el último capítulo de El capital, en el que desarrolla “la teoría moderna de la colonización” en la que “(...) expone y prevé con exactitud admirable lo que hace la clase gobernante para crear rápidamente un proletariado en países como éste.”[47]
Responsabiliza a Ferri de juzgar con ligereza y rigidez sus opiniones respecto de la situación de los trabajadores rurales, del programa mínimo del Partido Socialista local y del accionar de los socialistas, a través de partido, para lograr mejorar las condiciones del mismo pueblo trabajador, sin tener en cuenta las especificidades del país. Plantea cómo las opiniones del socialista italiano, robustecen el partido y contribuyen a reconocer hasta dónde una mirada ortodoxa puede limitar la perspectiva de un proceso distintivo, con rasgos propios.
Por último, asevera que si la economía agrícola representa un obstáculo al socialismo, entonces habrá que dedicar mayores esfuerzos a la política agraria que ha de acelerar la evolución científico-técnica, enrolando en el partido socialista a los trabajadores del campo.
La réplica de Justo contiene un sentido original. Su mirada está puesta en los problemas que aquejan al sector que intenta representar, y es la mirada de alguien que es conocedor de la realidad nacional. No busca soluciones fáciles y perentorias en los manuales. Pero donde su pensamiento político se hace excepcional es en relación con el tratamiento que da a la problemática agraria, basada en las especificidades del capitalismo argentino. Su singularidad agrega una mirada diferente, desde una perspectiva nacional y de esta manera, subvierte el dogmatismo estrecho con el que muchos partidos socialdemócratas de su época enfrentaron problemas semejantes.[48]
Da Orden expresa respecto a la singularidad del pensamiento Justino que aunque su discurso no sea claramente nacionalista, puede suponerse que su visión contribuía a reforzar la perspectiva de nación, desde una concepción diferente de la de quienes eran sus más evidentes sostenedores.[49]
- El conflicto agrario de 1912
Hacia fines de junio de 1912 los movimientos sociales urbanos se trasladaron al campo, suscitándose la revuelta campesina conocida como “el grito de Alcorta”, principal centro agrícola santafecino. Entre fin de la cosecha del aludido año y la preparación de la próxima[50], los chacareros, sujetos a arrendamientos brutales – cercanos al 40 % de lo producido – comenzaron a protestar por la situación de desamparo[51] en que se encontraban frente a los terratenientes. Pronto el movimiento se extendió por toda la región cerealera.[52]
Este conflicto tuvo la capacidad modificadora de romper con la modalidad habitual de las masas rurales quienes, a través de esta medida de fuerza, superaron su comportamiento individualista, la desconfianza y el aislamiento, y lo sustituyeron por la acción colectiva y la integración en una organización. Sin lugar a dudas, este cambio de conducta estuvo relacionado con la participación activa de algunos colonos socialistas, que desempeñaron un papel importante en la movilización.
Aníbal Arcondo[53] atraviesa el conflicto desde diversas aristas contribuyendo a su análisis y discusión. Dirige su atención hacia las causas que lo origina, las características de los grupos que participan, el escenario donde se desarrolla, así como la trascendencia histórica del mismo. Este ensayo de interpretación (como prefiere llamarlo el autor) contiene una serie de aclaraciones que arrojan luz sobre los hechos. El conflicto agrario se produce como respuesta a los elevados precios que se deben pagar en concepto de arriendo, en ningún momento sus participantes cuestionan el sistema, la lucha se limita a obtener una mayor participación de los ingresos agrícolas y ciertas libertades sobre lo producido, por estos motivos los agricultores y los subarrendadores identifican a los terratenientes y, en particular, a los intermediarios colonizadores como sus verdaderos antagonistas.
Otros grupos que participan en la distribución de los ingresos agrícolas pampeamos, no participan de manera directa en el movimiento. Los peones agrarios no se solidarizan con éste, al parecer su condición de migrantes estacionales y su antagónica relación laboral no favorece el vínculo. Por su parte, los comerciantes no vinculados a la actividad colonizadora concuerdan con el mismo, mientras que los propietarios de máquinas cosechadoras y desgranadoras, los exportadores de cereales, los dueños del transporte y los intermediarios, junto a los terratenientes, responsables de las causas que produjeron el conflicto se mantienen intransigentes[54], sin atender a los reclamos de los trabajadores, actuando a derecho, fundado en la existencia de leyes nacionales y provinciales que garantizaban el derecho de propiedad y la inviolabilidad de las cláusulas contractuales libremente pactadas. Como indicara el Ministro de Agricultura, la prolongación del conflicto no favorecía a los agricultores ni perjudicaba mucho a los terratenientes y colonizadores, que podían dar otro destino a las tierras abandonadas por los colonos.[55]
Arcondo aporta datos que ayudan a derrumbar ciertos mitos instalados en la historiografía tradicional, relativos al papel de los emigrantes en el conflicto. En tal sentido su criterio es categórico, la heterogeneidad étnica de los arrendatarios, contrario a lo que se piensa, no conspiró contra la unidad necesaria para enfrentar el conflicto.
Como no podía ser de otra manera, Juan B. Justo participó de este conflicto agrario[56], comprometiéndose a llevar al Parlamento los reclamos de los arrendatarios e interpelando al mismísimo Ministro de Agricultura, Dr. Adolfo Mújica.[57] Pero Justo pretendió ir más allá de lo que las fuerzas demandaban y dio a conocer su opinión respecto a la solución del conflicto, en particular, y del campo, en general. Propuso un programa socialista para el campo que implicaba la transformación de las relaciones de propiedad. Sin embargo, se encontró con la indiferencia de los arrendatarios que, en poco tiempo, no sólo moderaron el proceso sino que, expulsaron a los socialistas. Los agricultores pretendían mejoras más modestas que las propuestas por Justo. El Partido Socialista, eminentemente urbano y porteño, no pudo conquistar a los hombres del campo. El desencuentro no se superaría jamás.

III. La cuestión agraria en la práctica parlamentaria. Un paliativo a la problemática rural argentina. 1913 -1927.
Las incuestionables limitaciones del campesinado argentino como sujeto transformador social, su gregarismo y esencialmente su incultura política como resultado de años de abandono físico y mental por parte de las instituciones estatales, hace obvia la necesidad de desplazar este rol hacia la figura del “productor independiente” (arrendatarios y pequeños propietarios). A tales efectos, Justo toma como referencia el modelo de política agraria implementado por le gobierno neocelandés a instancias del Progressive Party.[58]
Las polémicas conferencias de Ferri (1908 y 1910) junto a la experiencia adquirida en su participación en la gran huelga de 1912 incentivaran al Dr. Juan B. Justo a continuar profundizando en le análisis de la cuestión agraria, como resultado de estas investigaciones, presentará varios proyectos en la Cámara de Diputados de la Nación, así como algunos artículos y discursos publicados con posterioridad.
El 4 de agosto de 1913, Justo presenta un proyecto relativo a las compensaciones para los arrendatarios que habían introducido mejoras en la tierra. Consideraba indispensable que el Estado tomara medidas para posibilitarles una existencia segura a los arrendatarios, y que incentivara el arraigo de los mismos a un lugar estable en optimas condiciones, lo que a largo plazo, redundaría en una mejor calidad de vida y un mejor aprovechamiento de los recursos naturales y humanos. Mientras que en su intervención del 5 de septiembre de 1914, destaca la importante tarea del Estado, en el diseño e implementación de un plan de enseñanza de lectura a los chacareros, de manera tal, que estos pudieran adquirir los mayores conocimientos posibles, que les sirvieran para poder tratar y trabajar eficazmente la tierra.

- La cuestión agraria[59]
En su artículo “La cuestión agraria”, Justo hace una exposición detallada acerca de los problemas intrínsecos del campo argentino. Publicado en 1917 por el diario La Vanguardia, insiste en la necesidad de dividir la tierra en chacras para su mejor aprovechamiento y rentabilidad. Los avances productivos que permitiría introducir este sistema, redundarían en el mejoramiento de las condiciones de los productores. Situación que favorecería el establecimiento sistemático de chacareros. Destaca como el latifundio genera la especulación, el vasallaje, el mal cultivo o abandono de los campos e impide la adquisición de una porción de suelo por parte de los trabajadores.
Para Justo la cuestión agraria desde 1912, ha tomado carácter y proporciones que imponen la atención pública, la solidaridad y la resolución de estos conflictos que causan perjuicios al pueblo trabajador del campo. Transformar la situación de insalubridad, gregarismo y desprotección que sufren miles de familias que habitan los campos argentinos, establecer leyes que protejan sus intereses y faciliten mejores condiciones de trabajo y de vida para Justo es una cuestión nacional.
Respecto a la forma en que se puede combatir el acaparamiento del suelo y la especulación, propone la imposición directa, anual y progresiva al valor de los latifundios. Este impuesto, tomaría una parte de los valores necesarios para el progreso de la sociedad argentina. Por ese motivo, el 16 de julio de 1917, propone otro plan de valuación de la propiedad cada diez años, una declaración del propietario sobre el valor de la tierra y un impuesto progresivo con la esperanza de que tales medidas asestaran un duro golpe a los latifundios. Como puede constarse la tarea de Juan B. Justo concerniente a la temática rural es una constante en su pensamiento y acción revolucionaria. Hasta su desaparición física va a recurrir una y otra vez al tema, por considerarlo medular para el desarrollo de la sociedad, del país y del socialismo.
Justo insiste con la propuesta diseñada a realizar la valuación nacional del suelo, para tales fines presenta en 1922 un proyecto a la Cámara de Diputados. En el mismo expone como la situación jurídica y fiscal del suelo argentino se opone a su población y cultivo. Declara como el latifundio arruina y hace desaparecer a los trabajadores rurales criollos, así como frena la inmigración. Explica la penosa situación del campesinado y su inestabilidad socioeconómica. Por último, advierte la necesidad de crear en el país condiciones de establecimiento para la población trabajadora del campo, de esta manera, se generarían condiciones atractivas para el establecimiento permanente de los trabajadores agrícolas tanto nacionales como de aquellos que estén dispuestos a emigrar.
Junto a labor como Diputado Nacional, Justo participa en numerosas reuniones partidarias y realiza una intensa labor proselitista. Dickmann relata[60] su participación, junto al dirigente socialista, a una reunión de chacareros convocada por dos obreros socialistas en la que participaban arrendatarios y algunos pequeños propietarios. Expone la manera sencilla en que Justo explicaba la problemática agraria argentina, la situación de las masas campesinas y las reformas legislativas[61] necesarias para poder revertir tan compleja situación. Los planteos de reforma agraria realizados en la asamblea se convirtieron, pocos años después, en importantes leyes gracias a la labor generosa y la iniciativa del Dr. Justo.
- La ley 11.170. Sus limitaciones.
Durante sus últimos años, Justo retoma el estudio de la temática rural pero lo realiza desde otra perspectiva. Son estos coincidentes con la preparación de un proyecto de ley que será sancionada en 1921, conocida como la ley 11.170.
Los movimientos gremiales que se han suscitado en al ámbito rural ponen en evidencia los enormes problemas que presenta este sector. Ante esta situación el Partido Socialista se da a la tarea de organizar y potenciar a los trabajadores del campo (peones) como fuerza política, como sujeto social transformador, lo que se hace evidente en las proposiciones legislativas promovidas por los socialistas durante este período. Más tarde, frente a la comprobada incapacidad de los obreros rurales de desempeñar el rol que se le había asignado, los socialistas trasladan su mirada hacia los arrendatarios.[62] Justo propone, ante este caso, “ (...) orientar la modelación de este sujeto en formación, insuflándole los principios del cooperativismo. Acción simultánea que a la par acelera el desarrollo de las fuerzas productivas, iría perfilando modalidades de comportamiento y una nueva conciencia colectivista.”[63]
Después de veinte años de lucha, el 28 de septiembre de 1921 se promulga la ley 11.170, que era una débil imitación del programa socialista, fue uno de los primeros intentos serios parra modificar el Código Civil en materia de arriendos rurales. La ley se aplicaba a campos de más de 300 hectáreas e incluía arriendos por cuatro años y compensaciones en efectivo por las mejoras, al tiempo que terminaba con la práctica de vender obligadamente la cosecha al terrateniente. Sin embargo, la ley era deficiente[64] en varios aspectos: regía sobre todo para campos dedicados a la agricultura, excluyendo a los establecimientos ganaderos, a las áreas de más de 300 hectáreas y a las tierras irrigadas.
Esta ley, cuya aplicación no ocasionaba erogación alguna al erario, fue burlada por los terratenientes de diversas formas, simulando los contratos por superficies mayores de 300 hectáreas, otorgando contratos sin fecha, escribiendo un solo contrato firmado por el arrendatario, imponiendo contratos de prendas por deudas no contraídas o diciendo lisa y llanamente a los chacareros que si querían ocupar sus tierras, debían aceptar las condiciones en que les eran ofrecidas. Por su parte los mismos chacareros, no trataron de informarse acerca de las ventajas que les acordaba la nueva ley, ni se empeñaron en acogerse a ella, ni realizaron tentativa alguna para arrancarles beneficios.
El 15 de mayo de 1925, Justo presentó sin éxito, un proyecto al Senado para reparar estos defectos. Comprendía empero que las leyes no resolverían el problema básico de los latifundios.
La modificación de la ley 11.170 demoró casi once años. Para asegurar y ampliar sus efectos, el Congreso se hizo cargo de todas sus deficiencias y procedió a un nuevo estudio de la misma, dictando luego la ley 11. 627, de fecha 28 de septiembre de 1932. La nueva ley suprimía la cláusula limitativa de las 300 hectáreas y se aplicaba a toda clase de trabajos agrícolas o ganaderos.
Del 21 al 23 de abril de 1923, Juan B. Justo cumplió su última tarea sobre la cuestión agraria. En el debate parlamentario de esa fecha, define a la comisión parlamentaria que trata el tema como lacaya de los intereses estrechos y mal entendidos de un gremio capitalista. Arremete contra la actitud servil del diputado Sánchez Sorondo. Destruyó hábilmente los argumentos de un proyecto presentado por los ganaderos para tratar la crisis ganadera del país. Justo contrarrestó este criterio, al exponer que el tema en discusión no era la crisis ganadera sino el problema agrario, “el problema nacional por excelencia”. Insiste en la necesidad de aumentar en el país las chacras, que son los centros de producción agrícolas en el verdadero sentido de la palabra. Expresa que esta no es solo una cuestión de chacareros, ni una cuestión de gremios, es una cuestión nacional. Para concluir vuelve a acusar la acción nefasta del latifundio, la influencia inapropiada de sus intereses, sobre lo que Justo denomina “votantes inconscientes” al servicio de algunos de los caudillos de la clase terrateniente.
Conclusiones.
Los escritos teóricos y la acción política de Juan B. Justo le otorgan un lugar de honor. Su peculiar mirada sobre la manera en que se debía realizar la transformación social, especialmente, su visón sobre la problemática agraria, lo establecen como un obligado referente. Su novedosa perspectiva regional, desde este otro lado de la planeta, atraviesa la realidad argentina desde una representación diferente, alejada de doctrinas y manuales extranjeros. Tal vez ahí radique la grandeza y valor de su extensa obra intelectual y su particular accionar político. Precisamente en la pluralidad de sus búsquedas y en la multiplicidad de las elucidaciones contrastadas por Justo, es donde podemos revelar la mayor singularidad de su pensamiento. Atreverse a pensar en una vía de modernización alternativa para la Argentina lo instala como referente del pensamiento político latinoamericano.
Justo desarrolla su labor política en un momento histórico crucial, donde el auge económico y productivo del país favorece la exacerban las contradicciones socioeconómicas y políticas. Frente a este singular momento, concibe al socialismo como la fuerza política capaz de llevar a cabo la transformación que supone el país necesita y demanda. No obstante, como para Justo la práctica política se restringe a lo que permitieran las fuerzas económicas, sin posibilidad de aplicar cualquier tipo de violencia. La transición hacia el socialismo requería el consentimiento de los miembros de la sociedad y, para garantizarlo, los medios de producción debían haber avanzado una escala de desarrollo que hubiera permitido tal nivel de conciencia. Fiel a esta convicción reductiva, Justo no pudo percibir la complejidad del proceso económico, social y político que hacía emerger la necesidad de la reforma como instrumento decisivo para la recomposición del Estado. No apreció la dilación de la capacidad de absorción del estado burgués y el acrecentamiento de los elementos de conservación del sistema capitalista que la reforma se proponía potenciar.
Dentro de todo este complejo mecanismo estatal, la problemática agraria ocupa un lugar fundamental. Para Justo es el principal problema del Estado, por eso la reiterada presencia del tema en su pensamiento político. Desde sus primeros escritos procura establecer reglamentaciones que contribuirían a proteger, estabilizar y defender los intereses agrarios, esencialmente los de los obreros rurales y a eliminar las trabas que frenan su desarrollo, como condición indispensable para el crecimiento de mismos y su consecuente incorporación a la labor transformadora socialista.
Si bien la intención los socialistas y Justo de realizar profundas transformaciones en el ámbito rural eran labor prioritaria, minimizaron la ductilidad del sector y no tomaron en cuenta la capacidad del sistema productivo agrario capitalista de mantener su estructura esencial. De esta manera, las manifestaciones obreras que se desarrollaron en el campo argentino nunca evidenciaron las profundas e irreconciliables contradicciones a las que apuntaban los socialistas.
El dilema socialista en el campo reflejó la dificultad de muchos proyectos reformistas y el grado en el cual la estructura socioeconómica argentina no conducía por sí misma al cambio social gradual y deliberado. En la sociedad rural de formada entre 1890 y 1914, pocos agentes pudieron internalizar las reformas: no tuvieron interés de cambiar su ubicación en el proceso productivo. Armados con una solución colectiva, los socialistas se toparon contra la pared de una sociedad que resultó capaz de transformarse. Obstáculo principal para la penetración socialista en el sector rural fue la preocupación de los agricultores por conservar una posición lucrativa, aunque inestable en la estructura productiva. De ahí su falta de interés por subscribirse a una alternativa de izquierda. No es casual que los conflictos agrarios se generen en el marco de la disputa por la distribución de la riqueza. Solamente los socialistas pudieron disfrutar de un apoyo efímero, donde se pudieron generar superposiciones de intereses entre el proyecto socialista y las demandas obreras.
No sería acertado pensar que el fracaso del proyecto rural socialista se debió a la falta de coherencia o esfuerzo por parte de los activistas, se produce porque el reclamo de transformación socioeconómica que promulgaba, no tuvo eco entre quienes nunca habían pretendido dichos cambios. Imputarles intereses a priori a estos arrendatarios y jornaleros rurales, como sí los primeros quisieran convertirse en propietarios, como si los trabajadores estacionales demandasen las concesiones normalmente otorgadas a los empleados permanentes, fue otro de los errores de los socialistas
No obstante todas estas limitaciones, y sin haber logrado incorporar grandes masas de los trabajadores rurales al partido, fiel a su criterio de no ejercer violencia y limitar la práctica política lo que consintieran las fuerzas económicas, Justo descartó la opción de socializar las grandes estancias en formas de granjas colectivas, forma que se había convertido en un sello distintivo de las socialdemocracias alemana y rusa.
Muchos de los problemas que debieron afrontar los socialistas en el campo argentino estuvieron relacionados con la eventualidad de las clases dominantes para establecer un poder con elevada capacidad hegemónica aprovechando el éxito logrado por la incorporación de la Argentina al mercado mundial y la potencialidad distributiva que dispuso la oligarquía terrateniente durante toda esta etapa de expansión de la renta diferencial obtenida de la fertilidad de la pampa húmeda.
A pesar de esta concentración de poder por parte de los dueños del país y de la incapacidad de Justo para entender en la teoría y en la práctica que la sustitución de un ordenamiento capitalista por otro ordenamiento económico social y político distinto, fundado sobre nuevas relaciones de producción y de propiedad, no sólo supone el ascenso al poder de la clase obrera, sino también, de un bloque de fuerzas sociales y políticas que modifican los contornos y funciones de todas las clases sociales, incluida la clase obrera. Su pensamiento tiene una vigencia excepcional.
Sin embargo, el punto fuerte de razonamiento de Justo, lo que hace de él un pensador moderno, reside en su reconocimiento de la necesidad y la posibilidad de la formación de un partido autónomo de las masas argentinas. En tal sentido el Partido Socialista es el punto de arranque del proceso de formación de los partidos modernos.
Su imposibilidad para diseñar una estrategia orientada a dilatar en la teoría y en la práctica las funciones de la clase obrera argentina, aquellas que podían convertirla en una clase nacional, en la fuerza dirigente de un nuevo bloque social y un nuevo proyecto de sociedad, no empaña la lucidez y la integridad moral con que defendió un proyecto de democratización radical de la sociedad argentina de la que el proletario y el partido político que contribuyó a fundar debían ser los protagonistas fundamentales.
A pesar de sus denodados esfuerzos, el Partido Socialista en la Argentina, no logró convertirse en el guía de la transformación de la clase obrera. “La reticencia de los trabajadores en dar su apoyo al socialismo, quebró el nexo casual entre la experiencia y la conciencia y, por lo tanto, el carácter automático del apoyo socialista.”[65] Desde ese momento, los socialistas dirigieron sus críticas hacia la sociedad, hacia la “democracia inorgánica”, encontrando algunos en esta falacia, el por qué la democracia “limitada” no abrió el camino al socialismo.



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[1] El marco del seminario “El Partido Socialista y la política argentina: de la democracia restringida a la sociedad de masas, 1896 – 1955” nos ha permitido profundizar en el origen, evolución y conformación del socialismo argentino. De todas las intervenciones, las discusiones y los materiales consultados emerge, desde la etapa fundacional del partido, la figura de Juan B. Justo estampando su talento y su fuerza creativa en todas y cada una de las decisiones inaugurales. Del extenso accionar de Justo hemos elegido como corpus de este trabajo, sus singulares ideas sobre la cuestión agraria, referidas al modo distintivo de apreciación y búsqueda con el que intenta atravesar la problemática del campo argentino y su función dentro del dependiente capitalismo nacional, de las postrimerías del siglo XIX a las primeras décadas del siglo XX. Para su periodización, hemos tenido en cuenta desde sus primeros escritos en el diario La Vanguardia (1894) hasta su intervención en la Cámara de Diputados, los días 20 y 21 de abril de 1923 y recogida con posterioridad en un folleto publicado con el título “¿Crisis ganadera o cuestión agraria?”.
[2] Las reformas económicas de fines del siglo XVIII habían abierto los lazos del comercio internacional con la región rioplatense, generando la perspectiva de exportación de bienes producidos por el campo argentino, con las derivaciones que esto presupone.
El 12 de octubre de 1778, se dicta el Reglamento de aranceles para el comercio libre de España e Indias. Los resultados de su aplicación fueron inmediatos y sorprendentes: desde 1792 a 1796, el comercio exterior ascendió a siete millones doscientos doce mil pesos, correspondiente a una tercera parte de la importación y dos terceras partes de la exportación, con un saldo favorable de dos millones de pesos Cf. Caldas Villar, Jorge, Nueva Historia Argentina (Tomo II), Bs.As., Planeta, 1980, pp. 90-99.
[3] “Los campesinos insurreccionados y triunfantes no supieron siquiera establecer en le país la pequeña propiedad. Para ellos, éste hubiera sido el único medio de librarse efectivamente de la servidumbre y el avasallamiento de los señores; como establecer la pequeña propiedad hubiera sido el modo más eficaz de oponerse a los montoneros, y de cimentar sólidamente la democracia en el país.” En Adelman, op.cit., p. 301 de Justo, La Teoría científica, p. 35
[4] En un proyecto del año 1922 sobre valuación de los suelos, presentado a la Cámara por Juan B. Justo sobre la pertenencia de grandes latifundios en la provincia de Buenos Aires, aparecen con más 25.000 hectáreas, las siguientes familias: Álvarez Toledo, Alvear Unzué, Álzaga, Anchorena, Atucha, Bemberg, Cassanave, Chevalier de Luro, de la Plaza Victorino, Devoto, Díaz Vélez, Drabble, Drysdale, Estevanera, Fonseca Paz, Galli, Grat Llande, Ibarra, Larramendi, Leloir, López Lecube, Luro, Lyne Stivens, Madariaga, Martínez de Hoz, Mígues, Mulhall, Perkins, Pradere, Ramos Otero, Schóo, Thaillade, Udaondo, Zuberbühler, entre otros.
[5] Las formas de distribución que la Corona española implementa para repartir las tierras americanas, la gran extensión de las tierras mercedadas, es la génesis de la aparición de los grandes latifundios latinoamericanos, pero su persistencia está relacionada con los intereses de la oligarquía terrateniente de mantener su statu quo, en defensa de la conservación de los grandes dividendos que ésta les proporciona.
[6] Me pregunto si esto podía ser viable sin una legislación que protegiera sus intereses (los de los chacareros) y no los de los grandes latifundistas.
[7] Para Vieytes y Belgrano, en un país de pastores, nada era más importante que la agricultura. A tales fines, Vieytes escribía en el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio. “Lecciones elementales de agricultura con destino a la juventud de la campaña”. Por su parte, Belgrano, en la Memoria del Consulado de 1796, acentuaba los caracteres benéficos de la producción agrícola diciendo que “(...) la agricultura era el manantial de todos los bienes, el verdadero destino del hombre... Sin incentivos, la agricultura no atraería a ningún hombre, ningún esfuerzo, lo prueban los miserables ranchos donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad (...)” Cf. Caldas Villar, Jorge, op. cit. , p. 456.
[8] Da Orden, María Liliana, “Entre internacionalismo y nacionalismo. El enfoque de la nación en Juan B. Justo”, en Estudios Sociales Año VI Nº6, Santa Fe (1er. Semestre), 1994, p. 59.
[9] Tulio Halpering Donghi asevera que el inusitado progreso argentino era “(...)la encarnación en el cuerpo de la nación de lo que comenzó por ser un proyecto formulado en los escritos de algunos argentinos cuya única arma era su superior clarividencia”; en “Una nación para el desierto argentino”. Prólogo a Proyecto y construcción de una nación (Argentina 1846-1880), Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980, p. XII.
[10] “Las aceleradas transformaciones socioeconómicas que experimenta la Argentina hacia finales del siglo XIX se acompañan con una inusitada efervescencia cultural caracterizada por la llegada aluvional de una constelación de doctrinas y creencias. Los intelectuales argentinos se ven inmersos en el desafío de imaginar un orden en esa suerte de viento que arremolina a hombres, ideas y cosas.” Cf. Gelli, P.- Prislei, L., “Una estrategia para el laberinto argentino. Apuntes sobre el pensamiento político de Juan B. Justo”, Entrepasados. Revista de Historia. Año III Nº 4-5, fines de 1993, p. 21.
[11] En el editorial del primer número del diario La Vanguardia, el 7 de abril de 1894 aparece una referencia a la problemática agraria. El tema tendrá una vigencia constante a través de los años en la pluma y acción de los más importantes políticos socialistas argentinos.
[12] La constitución de un pensamiento y un partido socialista en la Argentina no podía distanciarse del contexto histórico de su formación, de ahí la necesidad de realizar una eficiente selección de aquellas doctrinas, creencias y tradiciones que permitieran desentrañar los conflictos de la política nacional. Sobre tales presupuestos Juan B. Justo realiza su obra.
[13] En el libro de Luis Pan. (Juan B. Justo y su tiempo. Apuntes de una biografía intelectual. Bs.As, Planeta, 1991), aparece la anécdota siguiente:
“Tenía yo 20 años de edad cuando hice mi primera experiencia electoral (...) fui designado 5º suplente de una mesa escrutadora en Balvanera. El día de la elección, (...), me sorprendió (...) un llamado urgente, para que fuera a ocupar mi 5º suplencia (...) El comité(...) reconstituyó las mesas, y para eso yo era necesario (...) Aquellos hombres, todos armados, se informaron con alguna alarma que yo no llevaba revólver. La parodia de votación duró toda la tarde. El voto era público. Aunque en el registro correspondiente a mi mesa no aparecía mi nombre sino una vez, se presentó una boleta firmada con mi nombre. Miré a mi inesperado homónimo: era un hombre alcoholizado de pura raza africana (...). La misma evidencia la corrupción y los vicios instalados en “política criolla” que los socialistas pretendían superar., 90
[14] Se modernizaron los servicios eléctricos, sanitarios, transportes, y se comenzaron a desarrollar enormes obras constructivas.
[15] Las últimas tres décadas del siglo XIX fueron de fuertes transformaciones económicas, sociales y culturales derivadas de la integración del país a las reglas del mundo capitalista y su inserción en la economía mundial. La coyuntura internacional favorecía la misma y la Argentina cumplía con las exigencias del mercado, sin embargo, estos recursos debían complementarse con capitales, tecnología y brazos aportados por el propio mundo “globalizado” al que se incorporaba. De gran utilidad resultaron las sucesivas políticas instauradas con la organización del Estado nacional, que a través de varios métodos, incluida la violencia, avanzaron sobre las fértiles tierras pampeanas, en evidente enfrentamiento con los intereses indígenas, bajo el engañoso rótulo “civilizador”. En el proceso, el sueño de hacer proliferar los chacareros abortó debido a la fuerte valorización y la especulación de la tierra, que provocaron la privatización de la mayoría de los territorios incorporados.
Esta “soberanía del genocidio” fue convalidada por un corpus jurídico que permitió al estado un cierto control en los procesos económicos sociales.
[16] El censo de 1895 indicaba que en la ciudad de Buenos Aires 317.986 habitantes eran extranjeros, lo que representaba el 47,9 % de la población total. Comparadas esas cifras con las obtenidas en el censo de 1869, la población se había septuplicado, con la llegada de casi dos millones de inmigrantes en menos de veinte años.
“ (...) Ese caudal inmigratorio se caracterizó por la presencia de hombres de escasas actitudes profesionales, solo habilitados (...) para tareas (...) de un manualismo primario. Venían de los países más pobres de Europa, escapando de necesidades y agobios de orden económico vital... y de persecuciones políticas...
La conquista del Desierto, concluida por Roca en 1879 en sólo tres meses, tuvo el carácter de una operación supramilitar y un ‘efecto bisagra’... constituyéndose en un factor determinante de la ola inmigratoria a que estamos refiriéndonos (...)” en Pan, Luis, Juan B. Justo y su tiempo. Apuntes para una biografía intelectual, Bs.As., Planeta, 1991, pp. 110-111.
[17] En Recuerdos de un militante socialista de Enrique Dickmann, La Vanguardia, Bs.As., 1949. El autor se refiere a su llegada al país, a la actitud protectora del Estado argentino frente a la inmigración, la distribución de tierras a los colonos y a la facilidad con que los recién llegados pueden establecerse en el país e incorporarse a la actividad productiva.
“ (...) la Jewish compró, (...) una estancia de treinta mil hectáreas para ser colonizadas (...) nos entregaron las respectivas chacras de veinticinco hectáreas cada una, donde debíamos levantar nuestro propio rancho y construir un corral. Nos entregaron también a cada uno, un caballo, dos yuntas de bueyes mansos, un arado, una rastra, la semilla y algunos otros enseres de trabajo. Además, un subsidio de veinticinco pesos por mes hasta la primera cosecha (...)
Recién a fines de 1892, recibí una carta de ellos, (sus padres) en la que manifestaban su deseo de emigrar (...) Me empeñé entonces en su llegada. Y a mediados de 1893 pude enviarles los pasajes (...) y los consiguientes permisos de entrada al país, que entonces, se otorgaban sin ninguna dificultad.
(...) ¡Felices tiempos aquellos en que la Argentina recibía a los inmigrantes con los brazos abiertos, alojándolos y enviándolos a los puntos de su destino, sin diferencia de nacionalidad, raza ni religión! Así se pobló el país argentino, así se formó, en el crisol de todas las razas, la nueva raza argentina, así la República Argentina se colocó a la cabeza de las naciones indo-hispano-americanas. op. cit. 40, 42, 43.
[18] Los logros obtenidos por Sarmiento en el intento de eliminar el arrendamiento enfitéutico y su sustitución por la venta directa de la tierra fiscal se vieron frustrados a pesar de las evidentes mejoras del método. Pasados algunos años poco o nada quedaba del mencionado sistema -sin armas y sin soldados- de transformación erial. Un verdadero proceso involutivo para el campo argentino y la nación.
[19] Se trata del artículo “¿Por qué los estancieros y los agricultores deben ser librecambistas?” En: La realización del socialismo. Obras VI. pp. 132-133.
[20] Se trata del artículo “Los estancieros y agricultores deben ser librecambistas” En: La realización del socialismo. Obras VI. pp. 133-137.
[21] Justo enfrenta una realidad diferente, las condiciones en que los países periféricos se insertan en el capitalismo, constituyen un enorme desafío para quienes proyectan la construcción del socialismo en estas regiones. Con la agravante de la precariedad teórica a la que se tienen que enfrentar. Frente a esta disyuntiva, Justo apela al análisis comparativo de su realidad con otros modelos existentes (Estados Unidos, Canadá y las principales colonias inglesas de Oceanía). Si tenemos en cuenta que el autor posee escasa experiencia política, llama la atención lo arriesgado y conciso de su mensaje, así como de la necesidad que tiene, desde un primer momento, de distanciarse de las prácticas políticas tradicionales.
[22] “¿Por qué los estancieros...”, op. cit.
[23] Justo expresa la necesidad de establecer una política librecambista, que favorezca la incorporación de sus productos al mercado mundial. Abogando por la disminución o eliminación de los altos derechos de aduana. Medida que facilitaría no sólo la reactivación del transporte y los salarios, sino el alza de los precios de los productos agrícolas y, por consiguiente, el aumento del valor de sus rentas. Para la realización de estas reestructuraciones sería conveniente establecer un frente político común que se enfrente al régimen proteccionista imperante. Defendido por un grupo de fabricantes de productos de consumo nacional, que bajo un “patriotismo mal entendido” y a través de sus representantes en el Congreso solicitan y obtienen altos derechos de aduanas para dificultar la entrada al país de productos extranjeros, con el falso pretexto de que el progreso del país está relacionado con el desarrollo industrial artificial. Sin tener en cuenta, o sin preocuparles, el daño que ocasionan a la ganadería y la agricultura, “(...) bases del bienestar económico del país.”La realización del..., op. cit., pp. 135-136.
[24] Portantiero, Juan Carlos, Juan B. Justo. Un fundador de la Argentina moderna, Bs.As., Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 8.
[25] Aricó, José, La hipótesis de Justo, Bs.As., Sudamericana, 1999, pp., 71-72.
[26] “El socialismo cuenta también con las masas populares y con el poder de la razón; y con la razón, en tanto que es ejercida por las masas (...) El pueblo movido por la necesidad, está asimilando una gran verdad científica: la teoría económica de la historia y su porción más inteligente y activa, el Partido Socialista, basa en ella su acción. Enseña a los trabajadores a comprender su situación de clase explotada.” Cf. “Por qué somos fuertes”, La Vanguardia, 1º de mayo de 1897; en La realización del..., op. cit., t. VI, p. 40
[27] Da Orden plantea, parafraseando a Justo, que como resultado de la “colonización sistemática” a que había estado sometida Latinoamérica, se produjo el surgimiento de un proletariado – tanto urbano como campesino – desposeído de los medios de producción, de modo tal que aquí no eran aplicables los principios socialistas de los países industrializados. Sí era practicable un colectivismo posible, capacitando a las clases trabajadoras para la cooperación libre y la acción política. En el caso argentino, si la economía agrícola constituía un obstáculo para la teoría socialista, la respuesta a ese problema estaba en formular un programa que contemplara esa especificidad. op. cit., p. 59.
[28] Oddone, Jacinto, Historia del socialismo argentino / 1 (1896-1911), Bs.As., Centro Editor de América Latina, 1983, p. 64.
[29] Sus veintiún ítem, se ocupan de las condiciones de trabajo, la representatividad de los trabajadores, la abolición de algunos impuestos, la supresión del fomento artificial de la inmigración, la implementación de la instrucción laica y obligatoria, la instauración del sufragio universal y secreto, la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión del ejército permanente, la revocabilidad de los representantes electos en caso de incumplimiento, la abolición de la pena de muerte y el reconocimiento de los derechos de ciudadanos a los extranjeros que tengan un año de residencia en el país. Cf., Oddone, Historia… 1, op. cit., pp. 66-67.
[30] Oddone, Historia… 1, op. cit., p. 62.
[31] Con posterioridad se percata que ese proletariado rural no puede asumir el rol de agente del cambio social que Justo le asignaba y con le objetivo de sortear este obstáculo explora las cualidades, de otros sectores del campo argentino.
[32] Con el propósito de obtener información sobres las condiciones de trabajo de los peones rurales y chacareros, el desarrollo técnico, los contratos de arriendo, la función que cumplen las instituciones estatales en el ámbito rural. La búsqueda en el campo de un sujeto transformador, el tiempo y la experiencia le revelarían la incapacidad de la gran masa de asalariados rurales para cumplir ese rol.
[33] Unos años después Justo, junto a su amigo y colega Nicolás Repetto, adquieren unas 1.053 hectáreas en Córdoba, la mitad de las cuales arrendó mientras que el resto era administrado por ellos. En su libro Mi paso por la agricultura, Repetto advierte el alcance de los conocimientos de Justo sobre la producción agrícola, parte del cual proviene de la observación cercana y activa, pero también de la lectura voraz de manuales de Emilio Daireax, Peter, Tracy Dondlinger, Horacio Plunket, Mac’ Donald y O’Gallaghan.
[34] Fue uno de los fundadores del Centro Socialista local, una sociedad de ayuda mutua - Cosmopolita de trabajadores -, tuvo un papel primordial en la creación de la Cooperativa Obrera de Consumos y en la aparición de la primera biblioteca socialista del interior. En esa intensa acción proselitista que desarrolló en Junín, Juan B. Justo adoptó un método práctico: en los programas no se mencionaba la revolución social ni la socialización de los medios de producción; incluían simplemente reformas que beneficiaban en forma inmediata a los trabajadores y eran compatibles con el estado de la comunidad. Weinstein, Donald F., Juan B. Justo y su época, Bs.As., Edición Fundación Juan B. Justo, 1978, p. 50 de La Vanguardia, 13 de abril de 1901, p. I; 20 de abril de 1901, p. I
[35] Su proyecto no es exclusivamente el resultado de la práctica revolucionaria. El Dr. Justo es un ávido lector y conocedor del tema en cuestión. A través de sus viajes – a los Estados Unidos y Europa, por ejemplo – establece comparaciones con la realidad de la nación argentina y trata de establecer una lógica adaptación de aquellas teorías y prácticas que puedan contribuir al mejoramiento de las condiciones socioeconómicas de los trabajadores y la sociedad argentina en general. En su vasta obra ejercen influencias intelectuales como Herbert Spencer (opinaba que carecía de experiencia histórica y criticaba su organicismo social) de quien recoge “algunas ideas para orientarse en el desbarajuste político del país”; Adam Smith y David Ricardo por sus innegables aportes a la economía política capitalista; Rousseau, Comte (a pesar de criticar su dogmatismo y falta de experiencia política); Tocqueville; Renan; Morgan, Hobson, Kautsky, Bernstein, Turatti, Labriola, Loria, Iglesia, Guesde, Vandervelde; Jean Jeaurés con su hipótesis de “evolución revolucionaria” tan cercana a lo reformista de su proyecto. Pero es Carlos Marx - a pesar de que nunca se pronunció marxista – su fuente de inspiración. Portantiero, Juan Carlos, Juan B. Justo. Un fundador de la Argentina moderna, Bs.As., Fondo de Cultura Económica, 1999, pp. 21-22 y en “Una estrategia para...” op. cit., p.25.
[36] El 21 de abril de 1901, el Dr. Justo pronuncia su primera conferencia sobre el tema “El programa socialista en el campo”, una exposición documentada y concisa donde plantea las conclusiones siguientes: Había que asegurar un plazo mínimo de arriendo, la inembargabilidad de sus elementos de trabajo, indemnización de las mejoras, libertad de cosechar con cualquier máquina, abolición de los impuestos agroganadero, eximir del pago de la contribución directa a la pequeña propiedad rural y dar alojamiento higiénico a los obreros del campo.
[37] El impuesto progresivo a la tierra tiene una doble función: otorga facilidad a los trabajadores para adquirir la tierra como propietarios o arrendatarios y aleja a los terratenientes del deseo de conservara la tierra, que conservan, no por la renta que les da, sino como objeto de especulación. Tíndaro, Celso, Ideario de Juan B. Justo, Bs.As., 1980, Vol. 1, 1909 [XLII; p. 298]
[38] Abolición de los impuestos que gravan la producción agrícola y ganadera y el ejercicio de ramos y profesionales útiles, contribución directa y progresiva sobre la renta de la tierra, exención de la contribución directa para las casas modelos para obreros y para la pequeña propiedad rural, indemnización a los arrendatarios por las mejoras que éstos dejen en los campos, reglamentación del trabajo industrial y agrícola y obligación de dar alojamiento higiénico a los trabajadores. Cf., Oddone, Jacinto, Historia del socialismo argentino / 2 (1896-1911), Bs.As., Centro Editor de América Latina, 1983, p. 272.
[39] Ascolani, Adrián A., “El anarco comunismo rural argentino. Utopía revolucionaria y sindicalismo (1909-1922), Estudios Sociales, Nº 4 (1er. Semestre), 1993, Santa Fe, pp. 113-136.
[40] La penetración de organismos políticos y sindicales en la preparación y organización de los obreros en las zonas rurales, constituyó un largo y discontinuo proceso que se extendió desde los años 1900 a 1921. Los movimientos sociales y políticos que se producen son efímeros y explosivos terminan, en la mayoría de los casos, con fuertes represiones policiales, con la detención, deportación y muerte de sus participantes. Ascolani en su artículo “El anarco comunismo...” (op. cit., p. 128), menciona la huelga de 1907, la constitución de varias sindicales obreras entre 1912-1920, específicamente el movimiento de protesta durante la cosecha 1920/ 1921, con el consiguiente ataque a propiedades en la zona de Arrecifes, etc.
[41] En el caso de los conflictos agrarios que se suscitan desde el ámbito rural, según Ascolani, no se evidencian rastros ideológicos, sus peticiones están relacionadas con la necesidad de una mayor participación de sus producciones agrícolas.
[42] El 26 de octubre de 1908, el diputado socialista italiano Enrique Ferri, dio una conferencia sobre el socialismo argentino en Buenos Aires, emitiendo en ella juicios que fueron refutados por Justo. Después la controversia fue ampliada en escritos subsiguientes, editados por el Comité Ejecutivo del Partido Socialista, y reeditados por la librería de La Vanguardia.
[43] En La realización..., op. cit., pp. 236-239.
[44] Teniendo en cuenta el Programa mínimo del Partido Socialista argentino, Ferri lo clasifica como un partido obrero de corte tradeunionista, o bien, de corte radical europeo del modo francés (Clemenceau) o del italiano (Sacchi)
[45] op. cit., p. 241.
[46] Consiste en impedir a los trabajadores el acceso inmediato a las tierras, declarándolas propiedad del estado, y asignándoles un precio alto para que los trabajadores no puedan pagarlo, necesitando trabajar como asalariados hasta ahorrar el asignado a la tierra, especie de rescate por redimirse de su condición proletaria. Con el dinero obtenido, el estado le busca reemplazante, fomentando la inmigración. En América Latina, la clase trabajadora, desde un principio fue excluida de la propiedad del suelo, adjudicado a los señores en grandes extensiones.
[47] op. cit., p. 242
[48] A semejante dilema tuvieron que enfrentarse los socialistas de los Balcanes. Preocupados por la problemática nacional y la realidad agraria de la región, en su mayoría, a diferencia de Justo, resistieron las incitaciones de Karl Kautsky, para elaborar una teoría que tuviera en cuenta su cuestión agraria y se apartaran de la ortodoxia de las doctrinas de los socialistas de Europa occidental, que poco o nada tenían que ver con su problemática realidad. En Haupt, Georges. L’Internazionale Socialista dalla Comune a Lennin. Torino, Einaudi, 1978.
[49] Da Orden, op. cit., p.60
[50] Era el momento de mayores posibilidades para que las demandas de los trabajadores rurales sean atendidas, ya que al negarse a roturar y sembrar la tierra puede resentir la actividad agrícola en general.
[51] Los actores sociales involucrados en la producción rural pampeana fueron protagonistas y no simplemente víctimas, existe una fuerte tendencia historiográfica a considerarlos agentes pasivos de la expansión pampeana. Los mismos como fracciones de una clase subalterna, participan y luchan dentro del engranaje productivo cuando coincidían sus intereses de clase. Adelman, op. cit.,p.294.
[52] Habían contribuido las malas cosechas de 1910/1911 que dejaron endeudados a los chacareros, pero a pesar de que la cosecha siguiente fue buena, la depreciación de las semillas provocó la irritación y la protesta. Pedían la rebaja del 25% de la cosecha, una mayor extensión del campo para el pastoreo, así como la libertad para desgranar y trillar con quien quisieran. Añadían que el colono no pudiera ser expulsado sino por causas justas y comprobables. Como estas demandas no fueron escuchadas, decidieron declarar una huelga rural. Por su parte, los terratenientes, apoyados y amparados por el Estado y sus leyes, respondieron rescindiendo los contratos, embargando propiedades y expulsando a los chacareros y sus familias. No obstante, a pesar de la represión, la huelga duró varios meses y las autoridades se vieron obligadas a acordar mejoras parciales. De esta manera, los agricultores levantaron la medida de fuerza y volvieron a sus labores.
[53] Nos referimos al artículo “El conflicto agrario argentino de 1912. Ensayo de interpretación” pp.351- 381 en Desarrollo económico. Revista de Ciencias Sociales 79, Vol. 20, octubre- diciembre, 1980, pp. 351-381.
[54] Los propietarios y colonizadores forman comisiones de propietarios y son apoyados por la Sociedad Rural de Rosario, intentando presionar al gobierno provincial para que reprima las manifestaciones de los agricultores.
[55] Manifestaciones del ministro de Agricultura de la Nación contenidas en Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, año 1912, tomo I. Sesiones Ordinarias, Buenos Aires, 1912, p. 819.
[56] El 27 de junio de 1912 Francisco Netri, uno de los líderes de la revuelta agraria, solicitaba ayuda a Justo para guiar la misma. Por un momento, pareció que en la Argentina podría emerger una amplia alianza, como aquellas que habían elegido a las administraciones reformistas de Nueva Zelanda, Australia y Canadá.
[57] En esta interpelación Justo acusa al gobierno de cómplice, por defender arbitrariamente los intereses de los terratenientes, rechazó las declaraciones del Sr. Ministro en relación con que el conflicto fuera obra de agitadores políticos. El conflicto era legítimamente rural. No obstante, vio con satisfacción la huelga, pensando que podía ejercer efectos positivos sobre la vida nacional. Los proyectos presentados por Justo al Congreso entre 1912-1927, en lo general se orientaban hacia una legislación que proporcionara estabilidad y garantías al arrendatario, encaminadas a destruir el monopolio de los terratenientes y aseguraran un buen uso de la tierra pública. Justo, Discursos en la Cámara de Diputados, pp. 150-153
[58] Este modelo consistía en la aplicación de altos impuestos a las grandes propiedades, el otorgamiento de tierras públicas a pequeños arrendatarios por un límite prolongado de tiempo, el derecho de expropiación en caso de incumplimiento y la implementación de un código moderno de trabajo.
[59] A pesar del título, según Adelman, Justo le debe poco a las perspectivas teóricas de Kautsky. Si embargo, ambos pensadores tropezaron con el problema de distinguir entre democracia burguesa y democracia socialista. No obstante, está claro que le tratamiento de Justo de la cuestión agraria fue original y fundamentado en la especificidad del capitalismo argentino. op. cit. p. 228-229.
[60] Dickmann, Enrique, Recuerdos de un militante socialista, Bs.As, La Vanguardia, 1949. pp. 468-471
[61] Legislar una serie de reformas encaminadas a estabilizar la economía de los obreros rurales y otorgarles una mayor libertad de acción. Como en el Programa socialista para el campo, Justo plantea la necesidad de arrendamientos no menores de cinco años, indemnización por las mejoras, libertad de ventas de las cosechas, de trillar, agregando a las peticiones el establecimiento de cooperativas rurales de créditos y consumo. Todas estas medidas como resultado del esfuerzo económico y político de los trabajadores de la tierra. Pero se puede constatar su desplazamiento hacia los pequeños propietarios rurales.
[62] La propuesta de conformar desde el poder estatal una clase de pequeños propietarios rurales que actuasen de sustento para la viabilidad de un proyecto democratizante reconoce una tradición que se remonta a principios del siglo XIX (Moreno, Rivadavia, Sarmiento) “Una estrategia para...” op. cit., p. 32.
[63] Ibidem.
[64] Repetto, uno de los miembros de la comisión parlamentaria que diseño la ley reconoce el grave error de concepto que la misma contiene. Al respecto, explica que su insistencia en limitar su aplicación a 300 hectáreas se debía al temor de que una superficie mayor pudiera ser resistida por los terratenientes, cuya influencia decisiva para hacer fracasar la ley daba por descontado. En Mi paso por la agricultura, op. cit., pp. 230-231.
[65] Adelman, Jeremy, “El partido socialista argentino” en Nueva Historia Argentina (1880- 1916), Bs.As., Sudamericana, 2000, p. 289.

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